CAPITULO
LVI
1977
Todo lo relatado anteriormente
carecería de significado de no saber de sus orígenes o en la revelación por las
vivencias de este monje hace más de cuatrocientos años, mi nombre, quien
intentará dar algo de luz a esta narración carece de importancia para no
contaminar su propia esencia basada en una historia real.
Por ello permitidme comenzar por
unos hechos en ocasiones disfrazados para evitar involucrar a tantas personas
desconocedores de unas vivencias que aún hoy pienso no son normales a pesar de
creer en fenómenos tan actuales como la luz eléctrica o la comunicación a
través del teléfono junto con grandes avances del intelecto en beneficio para
la humanidad. Nos situamos en el año 1977, resido en la isla de Gran Canaria, soy
un joven adolescente preocupado por encajar en el futuro laboral como cualquier
españolito de a pie, de origen humilde, mis padres como en tantos hogares de la
época se dedican a sobrevivir unos años difíciles con una nueva España demócrata
a la desaparición dictatorial del Generalísimo Franco, en mi época de
estudiante que sin tener mucha idea de su significado histórico si representaba
la virilidad de cualquier macho bien nacido para correr delante de los grises
sin ser alcanzado por sus porras y pelotas de goma en las manifestaciones
callejeras salvándonos del tedio en la aulas del instituto con las matemáticas,
física y química o ciencias políticas en las que destacaba por marear a un
muerto con mi cháchara fulminante, las mejores notas en trabajos manuales (no
sean mal pensados) asignatura de arte.
Amigo de mis amigos siempre destacaba por inventar
cualquier perrería para reírnos de todo, cualquier fiestita popular para
insultar a los maderos haciendo pellas y pasándolo en grande con tamañas
proezas demostrando la hombría y el coraje ante los desafíos contra la policía
anti disturbios delante de los colegas. Pero no es mi intención hablar de la política
que respiro estos años, la incertidumbre por lo que pueda pasar en una España
que camina con muletas sin pisar con firmeza en Europa y en el mundo.
Quien
sabe lo que nos espera en los años venideros, hora de plantearse que va a ser
de mi vida para ser productivo en la sociedad, con diecisiete años me planteo
dos caminos de futuro, no continuaré estudiando por motivos económicos y tengo
una cuenta pendiente con el servicio militar obligatorio por lo que no me
quedará otra opción que perder un año de mi vida y mi libertad para cumplir con
mi deber patriótico, según escuchaba en las conversaciones de los mayores los
españoles solo saben caminar a base de hostias y si se les daba cuerda se
escapaban de las manos, hoy, cuando escribo estos recuerdos cualquiera puede pensar
qué clase de personas vivían en aquella época, seguramente habría de todo pero
den gracias a Dios con la ventaja que hoy podemos y tenemos libertad de
expresión para escandalizar incluso a la ya fallecida Pasionaria.
Mientras
me planteo el dilema haciendo de tripas corazón abandono mis clases de dibujo y
pintura en la academia de Bellas Artes, la destreza con lápices, rotring y acuarelas
o pinturas son la herencia paterna junto con el amor incondicional por la
lectura, mi padre y yo compartíamos una buena amistad con la facilidad de su
buen carácter siempre optimista, muy serio en sus obligaciones como teniente
del ejército del aire pero un cachondo mental cada vez que estábamos juntos
para encontrar cualquier motivo para reírnos y conocernos mejor. De mi madre es
otro capítulo más triste en su esencia, siempre la conocí enferma con lo que su
carácter era más serio sin menoscabar en su amor y dedicación por mí y la mano
dura en una educación propia de la época en la que el respeto y tener la cabeza
sobre los hombros predominaba ante todo, cualquier taco de cualquier color
estaba expresamente prohibido en casa, mis hermanas y yo lo teníamos como un
acuerdo tácito como costumbre de ley interna.
Recuerdo
la frase manida con la que todos los familiares o amigos de nuestros
progenitores nos avasallaban después de besuquearte los cachetes de babas o
picores de barbas sin afeitar siendo niños invadiendo el olfato con colonias
rancias y perfumes after shave con la siguiente pregunta ¿Y de mayor qué
quieres ser? Valientes gilipollas, mirando atrás te das cuenta del protocolo en
las preguntas para quedar bien y romper el hielo para saber de ti ¿acaso les
importaba saberlo? Efectivamente…una mierda, cada uno se preocupaba de lo suyo
y los niños de la época todavía éramos (algunos) tan simples como para decir,
piloto, maestro, astronauta, futbolista y algunas memeces parecidas también
producto de la ignorancia y del propio argumento aprendido para evitar
preguntas estúpidas, me traes alguna golosina o juguete porque de no ser así me
aburres, era lo que pensábamos casi siempre, lo bueno era que cuando se
marchaban las visitas había que ser rápido para arrasar con las sobras del
picoteo, aceitunitas rellenas, buen chorizo, papas fritas (patatas en España) y
golosinas poco vistas en tiempos de crisis, caramelos que se pegaban en las
muelas con la sospecha de no poder abrir la boca durante horas mientras
quedabas dolorido con el esfuerzo en los maxilares.
Tiempos
de juventud en los que acudía a un gimnasio de culturismo para poder descargar
la adrenalina contenida en la revolución de convertirme en un hombrecito, feíto
como el carajo pero con voluntad para intentar cambiar, tan solo duré unos
meses, a pesar de gustarme y hacerme sentir bien me costaba mucho tan arduo
sacrificio cuando el tiempo prefería dedicarlo a descubrir otras pasiones,
efectivamente, mujeres, un apasionante mundo de intrigas, sufrimientos, amores
de novela siendo protagonista como héroe rescatado en brazos de damiselas
ardientes, bueno sencillamente ganas de desahogo viril en palabras vulgares.
A pesar de la intriga en estas últimas frases
siento decepcionar a todo aquel lector que espere a continuar con hazañas y
fracasos con protagonista el sexo, no, por aquí no entro, todos tenemos
secretos y ese capítulo quedará censurado con el fin de evitar que me señalen
con el dedo, asunto jodido, siento decirlo, años aquellos de novelas de Corín
Tellado con amores tan ramplones que me provocan arcadas, mariconadas, es la
expresión popular heredada del macho ibérico español, según me contaba mi
padre, liberal para sus años a pesar de ejercer carrera militar vivíamos una
España en la que hasta hacía poco tiempo las cárceles estaban llenas de rojos,
indeseables y los de la cascara amarga (homosexuales) conversaciones en las
vueltas de la vida en la que me contaba de su propia infancia, sus carencias,
hambre, sufrimiento y pena por su propio padre, mi abuelo, fusilado por rojo en
la guerra, quedando él y sus hermanos huérfanos a temprana edad, la necesidad y
el hambre obligan a los hombres a emprender carrera incluso contra natura
cuando existe afortunadamente algo inviolable en nuestra conciencia, nunca se
acaba de conocer a las personas y sé que incluso mi padre guardaba celosamente
en su corazón secretos que jamás contó de su propia vida.
Tanto él como mi madre inculcaron en mi el
coraje por vivir sin por ello afectar a quienes nos rodeaban, pasados los años
entiendo muchas cosas siendo esposo y padre de dos hijos maravillosos a los que
intentaré dejarle como legado los valores con los que humildemente he triunfado
en la vida, no, económicamente no, la felicidad y la armonía familiar son mucho
más difíciles de conseguir y tan solo la experiencia en errores y fracasos nos
quitan la venda de los ojos para continuar en el empeño por conseguir nuestros
sueños.
Vale,
entiendo, me voy por las ramas, paciencia amigo lector, hablo de mi vida y tan
solo te pido paciencia, no te voy a relatar cuatrocientos años de historia como
en los capítulos anteriores, hablo mucho pero todo tiene límites y no quiero
aburrir a nadie, recuerdo un sábado como otro cualquiera la visita de un
familiar para proponerme ir a trabajar a su empresa, me formaría, cuidaría y
facilitaría las mejores condiciones para labrarme un futuro en el imperio de
los poderosos, trabajo si límite de tiempo, dedicación total, voluntad de
hierro y ambición por el progreso, el mundo era muy grande y tenía que
conocerlo, Venezuela me esperaba con los brazos abiertos si renunciaba a las
comodidades, a ser un don nadie y a sacrificar mi propia juventud lejos del
amparo de mis padres para convertirme en un hombre aventurero como acto de fe.
La
pregunta fue tan breve como la inmediata respuesta por mi parte, por supuesto
que aceptaba, como suelen decir los cursis el tren de la vida pasa solo una vez
y había hecho una parada delante de mí y tan solo de mi dependía el poder
respirar otros aires para vislumbrar un nuevo futuro en un país del que no
conocía absolutamente nada, en mis años mozos la geografía me daba igual y era
una verdadera tortura memorizar ríos, cordilleras, capitales y demás
zarandajas, un puñetero aburrimiento cuando mi cabeza estaba en otros lugares e
incluso en otros brazos, los sueños de un joven que con poco tiempo empezaría a
ver el lado oscuro de la vida.
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