sábado, 15 de septiembre de 2012

CAPITULO LVI, 1977


                                                           CAPITULO LVI

                                                                     1977

 

 

 

 

            Todo lo relatado anteriormente carecería de significado de no saber de sus orígenes o en la revelación por las vivencias de este monje hace más de cuatrocientos años, mi nombre, quien intentará dar algo de luz a esta narración carece de importancia para no contaminar su propia esencia basada en una historia real.

            Por ello permitidme comenzar por unos hechos en ocasiones disfrazados para evitar involucrar a tantas personas desconocedores de unas vivencias que aún hoy pienso no son normales a pesar de creer en fenómenos tan actuales como la luz eléctrica o la comunicación a través del teléfono junto con grandes avances del intelecto en beneficio para la humanidad. Nos situamos en el año 1977, resido en la isla de Gran Canaria, soy un joven adolescente preocupado por encajar en el futuro laboral como cualquier españolito de a pie, de origen humilde, mis padres como en tantos hogares de la época se dedican a sobrevivir unos años difíciles con una nueva España demócrata a la desaparición dictatorial del Generalísimo Franco, en mi época de estudiante que sin tener mucha idea de su significado histórico si representaba la virilidad de cualquier macho bien nacido para correr delante de los grises sin ser alcanzado por sus porras y pelotas de goma en las manifestaciones callejeras salvándonos del tedio en la aulas del instituto con las matemáticas, física y química o ciencias políticas en las que destacaba por marear a un muerto con mi cháchara fulminante, las mejores notas en trabajos manuales (no sean mal pensados) asignatura de arte.

 Amigo de mis amigos siempre destacaba por inventar cualquier perrería para reírnos de todo, cualquier fiestita popular para insultar a los maderos haciendo pellas y pasándolo en grande con tamañas proezas demostrando la hombría y el coraje ante los desafíos contra la policía anti disturbios delante de los colegas. Pero no es mi intención hablar de la política que respiro estos años, la incertidumbre por lo que pueda pasar en una España que camina con muletas sin pisar con firmeza en Europa y en el mundo.

Quien sabe lo que nos espera en los años venideros, hora de plantearse que va a ser de mi vida para ser productivo en la sociedad, con diecisiete años me planteo dos caminos de futuro, no continuaré estudiando por motivos económicos y tengo una cuenta pendiente con el servicio militar obligatorio por lo que no me quedará otra opción que perder un año de mi vida y mi libertad para cumplir con mi deber patriótico, según escuchaba en las conversaciones de los mayores los españoles solo saben caminar a base de hostias y si se les daba cuerda se escapaban de las manos, hoy, cuando escribo estos recuerdos cualquiera puede pensar qué clase de personas vivían en aquella época, seguramente habría de todo pero den gracias a Dios con la ventaja que hoy podemos y tenemos libertad de expresión para escandalizar incluso a la ya fallecida Pasionaria. 

Mientras me planteo el dilema haciendo de tripas corazón abandono mis clases de dibujo y pintura en la academia de Bellas Artes, la destreza con lápices, rotring y acuarelas o pinturas son la herencia paterna junto con el amor incondicional por la lectura, mi padre y yo compartíamos una buena amistad con la facilidad de su buen carácter siempre optimista, muy serio en sus obligaciones como teniente del ejército del aire pero un cachondo mental cada vez que estábamos juntos para encontrar cualquier motivo para reírnos y conocernos mejor. De mi madre es otro capítulo más triste en su esencia, siempre la conocí enferma con lo que su carácter era más serio sin menoscabar en su amor y dedicación por mí y la mano dura en una educación propia de la época en la que el respeto y tener la cabeza sobre los hombros predominaba ante todo, cualquier taco de cualquier color estaba expresamente prohibido en casa, mis hermanas y yo lo teníamos como un acuerdo tácito como costumbre de ley interna.

Recuerdo la frase manida con la que todos los familiares o amigos de nuestros progenitores nos avasallaban después de besuquearte los cachetes de babas o picores de barbas sin afeitar siendo niños invadiendo el olfato con colonias rancias y perfumes after shave con la siguiente pregunta ¿Y de mayor qué quieres ser? Valientes gilipollas, mirando atrás te das cuenta del protocolo en las preguntas para quedar bien y romper el hielo para saber de ti ¿acaso les importaba saberlo? Efectivamente…una mierda, cada uno se preocupaba de lo suyo y los niños de la época todavía éramos (algunos) tan simples como para decir, piloto, maestro, astronauta, futbolista y algunas memeces parecidas también producto de la ignorancia y del propio argumento aprendido para evitar preguntas estúpidas, me traes alguna golosina o juguete porque de no ser así me aburres, era lo que pensábamos casi siempre, lo bueno era que cuando se marchaban las visitas había que ser rápido para arrasar con las sobras del picoteo, aceitunitas rellenas, buen chorizo, papas fritas (patatas en España) y golosinas poco vistas en tiempos de crisis, caramelos que se pegaban en las muelas con la sospecha de no poder abrir la boca durante horas mientras quedabas dolorido con el esfuerzo en los maxilares.

Tiempos de juventud en los que acudía a un gimnasio de culturismo para poder descargar la adrenalina contenida en la revolución de convertirme en un hombrecito, feíto como el carajo pero con voluntad para intentar cambiar, tan solo duré unos meses, a pesar de gustarme y hacerme sentir bien me costaba mucho tan arduo sacrificio cuando el tiempo prefería dedicarlo a descubrir otras pasiones, efectivamente, mujeres, un apasionante mundo de intrigas, sufrimientos, amores de novela siendo protagonista como héroe rescatado en brazos de damiselas ardientes, bueno sencillamente ganas de desahogo viril en palabras vulgares.

 A pesar de la intriga en estas últimas frases siento decepcionar a todo aquel lector que espere a continuar con hazañas y fracasos con protagonista el sexo, no, por aquí no entro, todos tenemos secretos y ese capítulo quedará censurado con el fin de evitar que me señalen con el dedo, asunto jodido, siento decirlo, años aquellos de novelas de Corín Tellado con amores tan ramplones que me provocan arcadas, mariconadas, es la expresión popular heredada del macho ibérico español, según me contaba mi padre, liberal para sus años a pesar de ejercer carrera militar vivíamos una España en la que hasta hacía poco tiempo las cárceles estaban llenas de rojos, indeseables y los de la cascara amarga (homosexuales) conversaciones en las vueltas de la vida en la que me contaba de su propia infancia, sus carencias, hambre, sufrimiento y pena por su propio padre, mi abuelo, fusilado por rojo en la guerra, quedando él y sus hermanos huérfanos a temprana edad, la necesidad y el hambre obligan a los hombres a emprender carrera incluso contra natura cuando existe afortunadamente algo inviolable en nuestra conciencia, nunca se acaba de conocer a las personas y sé que incluso mi padre guardaba celosamente en su corazón secretos que jamás contó de su propia vida.

 Tanto él como mi madre inculcaron en mi el coraje por vivir sin por ello afectar a quienes nos rodeaban, pasados los años entiendo muchas cosas siendo esposo y padre de dos hijos maravillosos a los que intentaré dejarle como legado los valores con los que humildemente he triunfado en la vida, no, económicamente no, la felicidad y la armonía familiar son mucho más difíciles de conseguir y tan solo la experiencia en errores y fracasos nos quitan la venda de los ojos para continuar en el empeño por conseguir nuestros sueños.

Vale, entiendo, me voy por las ramas, paciencia amigo lector, hablo de mi vida y tan solo te pido paciencia, no te voy a relatar cuatrocientos años de historia como en los capítulos anteriores, hablo mucho pero todo tiene límites y no quiero aburrir a nadie, recuerdo un sábado como otro cualquiera la visita de un familiar para proponerme ir a trabajar a su empresa, me formaría, cuidaría y facilitaría las mejores condiciones para labrarme un futuro en el imperio de los poderosos, trabajo si límite de tiempo, dedicación total, voluntad de hierro y ambición por el progreso, el mundo era muy grande y tenía que conocerlo, Venezuela me esperaba con los brazos abiertos si renunciaba a las comodidades, a ser un don nadie y a sacrificar mi propia juventud lejos del amparo de mis padres para convertirme en un hombre aventurero como acto de fe.

La pregunta fue tan breve como la inmediata respuesta por mi parte, por supuesto que aceptaba, como suelen decir los cursis el tren de la vida pasa solo una vez y había hecho una parada delante de mí y tan solo de mi dependía el poder respirar otros aires para vislumbrar un nuevo futuro en un país del que no conocía absolutamente nada, en mis años mozos la geografía me daba igual y era una verdadera tortura memorizar ríos, cordilleras, capitales y demás zarandajas, un puñetero aburrimiento cuando mi cabeza estaba en otros lugares e incluso en otros brazos, los sueños de un joven que con poco tiempo empezaría a ver el lado oscuro de la vida.

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