CAPITULO XLI
Cúmplase
la voluntad de Alláh
Un sirviente hace acto de presencia
a la entrada de la tienda con todo lo necesario para asearme, ha dispuesto de
un gran barreño de agua en la que vierte distintas esencias para poder bañarme,
hasta ese día no me había dado cuenta de mi extrema delgadez, no me duele nada
y lo único que reflejan los avatares de mi vida son las marcas en muñecas y
tobillos por la presión de mis ataduras.
Le
hago indicaciones al sirviente rascándome la cabeza, parece haberme entendido y
al poco rato se dispone a satisfacer mi petición. Ha cortado por completo los
largos cabellos de mi cabeza dejándola rapada con una afilada navaja con la
finalidad de evitar a los molestos parásitos, ha recortando la poblada barba
con un aspecto apropiado a las costumbres del islam, el vínculo de mi vida
anterior cuelga de mi cuello con un cordón negro por el paso del tiempo de él
pende una cruz de hierro como testimonio de mi unión con la creencia cristiana,
el habito no he podido conservarlo, lo ha llevado hasta una hoguera como si se
tratase de una venganza silenciosa por parte del sirviente o una orden ya
preestablecida. Mi nueva ropa consistía en una túnica con un fajín a la
cintura, unas calzas sustituirían a mis gastadas y rotas sandalias testigos de
tantos caminos andados.
Me
siento como una persona diferente, es una sensación que ha liberado mi mente
del acoso por caminar con un rumbo desconocido, al igual que un barco navega
con pulso firme al sujetar el timón yo he dejado anclado mi pasado sin dejar
huella en mi maltrecho cuerpo en busca de un futuro que se antoja caprichoso en
sus continuos dobleces hasta mi destino, en algunos momentos me siento perdido,
mi único amigo y compañero de viaje hasta entonces ya no está a mi lado y en
ocasiones lloro por él. Con los brazos en la cintura y una amplia sonrisa me
espera Hizir cerca de la charca donde me espera al lado de un hermoso caballo
al que acaban de ensillar con la montura. Espero que las bendiciones de Alláh
iluminen vuestro corazón Pedro, vuestro aspecto ciertamente ha mejorado incluso
a pesar de vuestra blanca y reluciente cabeza alguien puede pensar que sois un
moro, una carcajada y me sujeta del brazo para que le acompañe mientras camina
distraído, he pensado me dice que ahora es más fácil que paséis desapercibido
entre tantas miradas, por mi experiencia sé que el mundo es un nido de espías
con diferentes codicias mundanas y no sería agradable siendo mi protegido temer
por vuestra vida.
Dicho
esto y en un impulso repentino consigo parar del brazo a mi acompañante al que me quedo mirando, Hizir
toma una actitud defensiva al verse sorprendido, de su mano le quito una fusta
con la que hace un momento alentaba a su caballo, en el suelo pisoteo la tierra
para crear una superficie plana y con torpeza intento escribir una pregunta en
letras árabes, Hizir me mira asombrado con la boca abierta sin saber si mirarme
a mi o intentar descifrar las palabras que he intentando rescatar de mi
memoria.
¿Por
qué soy perseguido por la iglesia cristiana? Toma aliento después de una pausa
y me contesta, sabed Pedro que soy hombre de guerra pero también tengo a mi
mando un gran ejercito de hombres de los cuales soy responsable de sus vidas,
las guerras no siempre se ganan tan solo con el valor de los corazones ni tan
siquiera con las armas de muerte, la planificación, el orden en las acciones y
sobre todo, la astucia para conocer cómo piensa vuestro enemigo son las
diferencias entre la victoria y la derrota, el mundo es un gran tablero de
ajedrez en el que los peones luchan y mueren para defender a sus reyes. Las
noticias pasan de boca en boca tan rápido como el viento y uno de los peones me
trajeron noticias de un fraile acusado de conspiración contra la Corte de
Castilla, convivencia con judíos y moriscos ayudándolos en posibles traiciones
a la fe cristiana, imagino que las calumnias tienen un largo historial pero lo
curioso es que la documentación denunciada ante el arzobispo de Canarias fue
por parte de una monja que dirige un hospital del que usted fue huésped.
Lejos
de sufrir el embate de tan vil traición no puedo guardar rencor, me hace
recordar años atrás una ocasión en que fui testigo de una intervención médica a
un hombre que le había aparecido un bulto en un brazo, el diagnostico no podía
ser con una sencilla cura y los galenos decidieron la solución al amputar el
miembro afectado, no es fácil encontrar las palabras adecuadas para consolar a
un hombre arrasado por las lagrimas que depende su sustento y el de su familia
con el duro trabajo físico de sus brazos y tan solo podía darle ánimos al
afirmar que a pesar de quedarse sin un brazo aún le quedaba el otro y
conservaría la vida para ver crecer a sus hijos y a sus nietos. Yo era muy
joven en aquella época y ciertamente no creo que mis palabras pudieran ser de
gran ayuda para aquel pobre hombre, después de tanto tiempo creo que mi razón
establece un pacto con mi corazón para creer mejor amputar el pasado cuando
éste lo ha corrompido la ponzoña, la envidia y el odio sin fundamento, me da
pena esta señora y ojalá Dios pueda entender y perdonar tanta infamia.
He
terminado agotado intentando explicar todo lo sucedido en Gran Canaria, por
supuesto omito conversaciones y hechos vividos que puedan comprometer la seguridad
de quienes depositaron su confianza en mí, mi escritura en árabe es muy
elemental y a veces tengo que permanecer durante un rato pensando si es
correcto lo que escribo, Hizir se ha dado cuenta de mi dificultad al detener mi
brazo en la escritura, escuchad Pedro, además de árabe y castellano entiendo
también el idioma italiano, francés y griego, a partir de ese momento me sentí
aliviado por intentar esclarecer las dudas que tenía sobre mi persona o mis
intenciones, Hizir es un hombre cauto, impasible ante las confesiones sobre
distintos pasajes de mi vida tan solo mueve las cejas cuando se ve sorprendido
con algunos hechos a los que vuelve a preguntar con cierta curiosidad, me
atrevo a desafiar por mi suerte cuando le pregunto si conoce el significado de
los extraños símbolos o letras que estaban gravados en la joya que perdí,
después de un rato me contesta haberlas visto en pergaminos comerciales con el
país de los hombres amarillos conocida por Catay, desde hace cientos de años
mantenemos relaciones comerciales con ellos a través de nuestras caravanas,
traemos especias, seda, porcelana y todo tipo de artículos de gran valor pero
desconozco su escritura y sus costumbres, he viajado por muchos países y
también al igual que usted siento curiosidad por tantas culturas diferentes a
la nuestra, al principio pensaba Pedro que erais un espía contratado por algún
ambicioso gobierno, no me siento decepcionado, al contrario, creo que ocultáis
algo de lo que no creo merecedor de indagar, sois un hombre extraño como pocos
he conocido pero vuestro destino tan solo es decisión de Alláh.
Ésa
misma mañana antes del alba partimos
hasta la ciudad de Túnez, una incesante fila de mulas cargadas de
bultos, caballos y camellos transportan enseres de lo que me parece un traslado
bien organizado de todos los hombres con los que he vivido últimamente, después
de las oraciones en los que tan solo se oye el murmullo de las plegarias no
puedo dejar de sentir un estremecimiento al recordar las acciones humanas
capaces de matar sin remordimiento y a la vez implorar a su Dios, hombres
andrajosos de tez oscura con miradas en las que difícilmente se puede sondear
sobre sus pasiones y anhelos, dentro de mis cavilaciones he llegado a pensar
que están desprovistos de alma ya que muchos de ellos apenas pronuncian palabra
alguna y caminan como si se tratase de los títeres manejados con hilos
invisibles como los que absorto contemplaba siendo un niño en la plaza de mi
pueblo, nos acompaña un sequito de guardias fuertemente armados lo que me hace
pensar por el silencio en sus acciones que se trata de una nueva incursión en
busca de capturas de guerra, mi última conversación con Hizir me ha dejado
exhausto por insistir en mi natural curiosidad de mi próximo destino, se a
mostrado tajante en su conversación dando muestras de un nerviosismo impropio
en el, ha vuelto a insistir que soy un hombre libre gracias a la intervención
de alguien que tiene una deuda conmigo, apoyando su mano sobre mi hombro dice
que puedo disponer libremente mi camino o por el contrario dejar que se cumpla
la decisión de Alláh para encontrarme con mi benefactor, una contestación
propia de la mentalidad de estas gentes que dejan llevar por su propio destino,
muchas preguntas me inquietan pero influenciado por la premura del viaje no me
queda elección posible, quizás también sea la voluntad de mi propio Dios.
De
camino a la ciudad procuro concentrarme en examinar mi conciencia, mi vida ha
dado un giro inesperado después de tantos años sin un rumbo fijo, he conocido y
sufrido miserias y alegrías, he visto de cerca las garras de la muerte y…me
siento culpable por haber matado. Tan solo escucho el resoplar de las bestias
de carga con pasos cansinos, nubes de polvo se levantan al paso como espectros
liberados antes de que el sol castigue esta tierra de llantos derramados de
sangre y odio por distintas creencias y ambiciones.
Despunta el día cuando diviso en el horizonte
la bulliciosa ciudad, de camino a ella hemos hecho paradas para comer dátiles y
beber agua, a nuestro paso viajeros curiosos preguntan sonrientes por
familiares y amigos incluso preguntan por la salud de sus animales de compañía,
la miseria no hace distinciones en ningún lugar y el sustento de muchas
familias depende de la riqueza en su ganado, es inevitable la ceremonia del te
en todas las reuniones con quienes nos encontramos, me agradan las costumbres
de estas gentes de las cuales ignoro casi todo sobre su forma de vida,
comparten lo poco que tienen con una sonrisa resignada en sus cansados rostros
dando muestras de respeto al unirles un vinculo común, su religión, medito
sobre las diferencias en mis propias creencias impuestas por circunstancias a
mi propio entorno, me encuentro aislado por el impedimento del habla por lo que
procuro mantenerme distante procurando escuchar atentamente las conversaciones
animadas sobre lugares lejanos y hechos tan curiosos, no puedo olvidarme que
tan solo soy un fraile cautivo de mis dudas y cargos de conciencia, en un país
extranjero no dejo de ser un enemigo del Islam, culturas opuestas por la guerra
entre hombres, no dejo de pensar en los oscuros intereses que manejan las
voluntades hacia el fanatismo por la imposición de sus creencias, dudo en mi
propia fe al defender una religión basada en el amor fraternal lejos de quienes
en la sombra la utilizan para acaparar bienes de pueblos oprimidos por la
miseria mientras quienes manejan a hombres fanáticos con luchas cruentas viven
de la opulencia en castillos lejos de todo sufrimiento.
A
nuestra llegada a la ciudad no puedo evitar contemplar todo lo que me rodea y
que antes no había visto, cúpulas tan altas como las palmeras despuntan en un
cielo brillante y azul que daña la vista, calles muy estrechas por las que
apenas penetra el sol con casas de adobe y barro, en sus azoteas las ropas
tendidas al sol parecen banderas perezosas e inertes, tan solo se ve el
movimiento de mujeres vestidas de negro desde la cabeza a los pies donde nos
contemplan atentas, me causa un especial desasosiego recordar las vestiduras de
las monjas con las que mi recuerdo me hace volver a las duras palabras con las
que estoy acusado en mi propia tierra.