viernes, 27 de julio de 2012

CAPITULO XLVIII, El futuro nace de la muerte del pasado.


                                                                CAPITULO XLVIII
                                               El futuro nace de la muerte del pasado       



                       

            Mis compañeros permanecían en silencio observándome sin pronunciar palabra, notaba sus miradas expectantes quizás en un intento por saber de mis pensamientos o incluso de mi sufrir al terminar de contar una experiencia que permanecía encerrada en mi cabeza con tan malos recuerdos, por primera vez en mucho tiempo me siento como un extraño compartiendo vivencias tan dolorosas con quienes son los únicos amigos con los que alivio dudas y temores.

            Mi cuerpo tarda en reaccionar al intentar incorporarme de donde durante tanto tiempo he permanecido con las piernas recogidas, sentado sobre alfombras con dibujos geométricos y múltiples filigranas, en ellos dejo volar mi imaginación buscando rostros humanos, animales escondidos o secretos que quizás algún hábil tejedor quiso dejar a la vista y por ello invisibles para quienes tan solo apreciaran lo superficial de sus intrincados jeroglíficos. Todavía no estoy repuesto del intento de lapidación que sufrí, de noche continúan doliéndome las piernas por los impactos de las piedras y por la falta de ejercicio físico, en un descuido he tropezado perdiendo fuerza rompiendo una bandeja de porcelana de extraordinaria belleza, Alí sorprendido por el ruido acude raudo en mi ayuda terminando de ayudarme a incorporarme, pregunta por mi salud y sujetándome por los hombros me dice que no debo preocuparme por la bandeja, se puede reparar o sustituir, recuerdo que un acto tan simple ha causado un torbellino en mi cabeza.

            Considero que todas las acciones en esta vida tienen una causa y un efecto, he tardado en organizar en mi mente algo tan simple y tan complejo al compararlo con mi propio carácter ante los demás, ¿cómo he podido estar tan ciego? ¿O quizás el egoísmo no me ha permitido ver más allá? Veo a mis amigos con otros ojos, son apenas unos adolescentes de diferente religión pero con la misma ambición por vivir, uno, Serafín imbuido por la mentalidad jesuita y la creencia cristiana de amor y sacrificio por el prójimo como buen pastor de Cristo, el otro, un joven sagaz y ambicioso que ha sabido encontrar el camino del islam para ayudar a su pueblo fiel a su cultura y creencias.

            Mientras estuve prisionero del pirata Barba Roja nuestros caminos se han separado, Serafín a encontrado una razón para encauzar su vocación por los mandamientos de nuestra iglesia, su entusiasmo en la escuela de Jerusalén se ve recompensada por el amor de los niños que ven en él a un líder siguiendo su ejemplo de amor fraterno, la amistad se mantiene mientras no se fracturan los intereses comunes, cuando estos se rompen no es posible que vuelvan a ser como antes, a pesar de poder arreglarlo nunca volverá a su estado original, una bandeja rota donde se depositaban los anhelos con vasos de diferente contenido, los dos hemos cambiado y cada uno tiene que elegir su propia búsqueda, algo en mi interior lucha por la firme decisión de que nadie elija por mí, no estoy dispuesto a caer en manos de los poderes que rigen el mundo de la cristiandad, cuando encuentre la muerte seré yo quien la elija sin coacciones o incluso sin los banales intentos de ayuda de nadie, creo que en mis desvaríos dudo de tantas cosas que he aprendido ¿Qué es la verdad? ¿Las experiencias de viejos hombres que manejan la historia?, dudo de muchas cosas que he leído en tantos libros, existe una forma sutil de esclavizar las mentes humanas, tan solo se trata de hacerles creer sobre cualquier idea y la esperanza de salvación conseguirá llevar a muchos acólitos camino del matadero, el demonio se disfraza de múltiples formas, el engaño forma parte de un juego por conseguir nuevas almas errantes entre su ejército de sombras.

            Cada día que veo un nuevo amanecer mi cuerpo se llena de energía para intentar recuperarme lo antes posible, es curioso cuando pienso que he dedicado mi vida para sanar el corazón afligido de tantas gentes sin esperanzas, he aprendido de la medicina para aliviar las dolencias de los cuerpos y a pesar de ello no me he preocupado por mi propia cura. Durante las horas de sol permanezco al cobijo de miradas indiscretas que puedan descubrir mi identidad, lentamente mientras pienso en mi futuro le doy forma a una gruesa rama con la que pretendo hacer un báculo tal como había visto a los peregrinos en los caminos, en su extremo superior he dispuesto de un escondite para guardar este objeto singular que me acompaña desde mi niñez, la madera es lo bastante fuerte para aguantar mi cuerpo mientras camine y me recupere de mi cojera a la vez me servirá para defenderme de cualquier ataque tanto de hombres como de bestias que acechan en los caminos, no puedo ni debo permanecer durante más tiempo escondido al amparo de mis amigos, me falta el aire y siento que mi alma se seca por la tristeza, temo volverme loco si es que todavía me queda algún atisbo de esperanza, es muy duro tener tantas voces en la cabeza y no poder confiar en nadie por mi dolencia, vivo prisionero en mi propio mundo y la única medicina posible es continuar mi camino, no quiero ni debo poner en peligro a quienes han intentado reconducir mi vida salvándome de una muerte segura.

            He buscado el momento oportuno para reunirme con Alí, tapado con el turbante y dejando tan solo visibles los ojos he recorrido la distancia desde su casa hasta la escuela que no dista a mucha distancia, me siento extraño entre estas gentes que se dedican a intentar sobrevivir un día más con sus labores cotidianas, en la calle se oyen rumores de invasiones cristianas no muy lejos de Jerusalén de luchas y muertes en cruentos enfrentamientos allende las murallas que protegen a esta tierra santa, a pesar de ello la vida continúa como si no pasara nada, los mercados son un hervidero de razas y lenguas donde la prioridad es conseguir buenos negocios en el intercambio de alimentos, me distrae observar tanto movimiento pero no puedo ni debo demorar mi encuentro, estoy decidido en abandonar este lugar místico ya que no me siento identificado por los últimos acontecimientos, rememoro nuevamente las últimas visiones que tuve intentando comprender como cientos de seres se encaminaban a la muerte con una resignación impropia del raciocinio humano, son muchas las preguntas que continuamente me hago y no consigo respuestas encerrado en las paredes de la casa donde ya llevo tiempo como huésped.

            Encuentro a mi amigo rodeado de niños que saltan sin parar a su alrededor con chillidos de alegría, como siempre Alí sabe como alegrarlos repartiendo entre ellos dátiles, frutos secos y golosinas hechas con dulce miel, muchos de estos niños acuden todos los días a la escuela ansiosos por comer algunos de los caprichos que sus familias no pueden aportarles, le obedecen al instante cuando les manda sentarse sobre las esteras que llenan la habitación y con una sonrisa se acerca presuroso a mi encuentro. Que las bendiciones de Alláh te colmen de dicha amigo Pedro, me alegra que hayas decidido acercarte hasta la escuela, pero decidme, por vuestro semblante intuyo que no son buenas noticias las que traéis. Con ayuda de una pizarra en una sala anexa intento escribir en árabe mi intención de marcharme de la ciudad, Alí no parece sorprendido e incluso afirma que temía por mi decisión, creo Pedro que cualquier argumento va a ser inútil por intentar cambiar vuestra decisión, entiendo que éste no es tu hogar, ruego nos perdones a Serafín y a mí por intentar buscar ayuda sin consultar antes. A mi espalda y en silencio permanece Serafín con los ojos empañados por las lágrimas, al mirarlo ya sabemos que será la última vez que volvamos a vernos, emprenderé un viaje posiblemente sin retorno hasta mi destino a un lugar tan lejano donde encuentre la paz a mi cansado espíritu, fruto de la observación durante interminables horas he visto las caravanas de comerciantes que se aventuran por la ruta de la seda, al igual que Marco Polo me propongo viajar junto a ellos protegido entre la muchedumbre de comerciantes y soldados que hacen estos viajes a través de los desiertos y naciones que nos separan de las tierras de oriente.

            No tengo palabras para relatar la escena de la despedida, me sentía vacio de sensaciones, abandonaba el vinculo que me unía con mi pasado para enfrentarme a nuevas experiencias por lo desconocido, reuní todos los mapas, dibujos, tratados de hierbas medicinales, manuscritos con fechas, dataciones astronómicas y por supuesto mis vivencias más recientes hasta ahora con la firme promesa de mis amigos que la harían llegar a la isla de Gran Canaria donde permanecería dormida hasta años venideros, mucho me temía que el fin del mundo estaba próximo motivado por mis visiones apocalípticas, en el futuro quizás llegaría la paz para la humanidad pero mucho me temo de las grandes desgracias que tendrán que suceder hasta entonces.

           Mi equipaje sería a partir de ahora de páginas en blanco que quizás algún día llegarían a ver la luz de quienes por curiosidad quisieran saber de mis vivencias, sobre mis hombros cargaría tan solo con mis pecados e ignorancia y en mi mano mantendría firmemente sujeto un largo bastón con forma de báculo del que colgaba una pequeña campanilla plateada, según había aprendido en mis viajes cualquier caminante con éste aviso era portador de alguna enfermedad contagiosa al que había que evitar, con este detalle de engaño y astucia conseguiría que nadie se me acercara y así poder evitar verme en cualquier situación incómoda, a pesar de la insistencia de mis amigos en dotarme de ricas vestiduras he preferido ropas sucias y harapientas para pasar desapercibido, mi único tesoro es todo lo que he aprendido a través de los años y que tan solo me pertenece y una joya de color azul, forma ovalada y con extrañas palabras que espero descubrir antes de que la muerte me alcance.

Recuerdo el frio de la noche en la que emprendí la marcha, inseguro por mi decisión cuando ya no quedaban opciones para arrepentirme, no miré hacia atrás cuando partí e incluso pacté con Alí y Serafín que no habrían más despedidas dolorosas, me marcharía sin avisar dejando tan solo los mejores recuerdos de amistad fraternal que había conocido, una carta sería enviada a nuestra congregación jesuita en Toledo dando fe de mi muerte en tierras lejanas, había muerto un fraile y había nacido un hombre libre sin rumbo en la vida.                                                                

           

           

           

           

              

martes, 10 de julio de 2012

CAPITULO XLVII, Ostende daemonium ab inferno.


                                                                  CAPITULO XLVII
                                                        Ostende daemonium ab inferno






En todos estos años no me había sentido tan ofuscado, algo en mi interior se revelaba sin poder contenerme por la rabia y el enfado, pasé del estupor y la confusión a un arrebato de autentica ira contra mis amigos, daba vueltas a la estancia donde nos encontrábamos con aspavientos nerviosos cargados de violencia contenida, los miraba como una presa acorralada sintiendo la traición por sus consejos.
            Tan solo mis ojos inyectados en sangre pugnaban por contener las lágrimas que atenazaban mi corazón ¿Cómo era posible que intentaran mandarme al verdugo? Exhausto me senté nuevamente en el suelo fatigado por tamaño esfuerzo, instintivamente tapaba mi rostro con las manos intentando ocultar la frustración y la vergüenza por la situación de indefensión en la que me encontraba, los latidos de mi cabeza dejaban un atisbo de duda por quizás reconocer que mi enfermedad mental avanzaba sin una cura, con el paso del tiempo cuando recuerdo aquel día incomprensiblemente no causó abatir mi ánimo, mi ansia por vivir o quizás la templanza de mi voluntad por la edad y la experiencia consiguió darme la fuerza para intentar defenderme, no podía caer en la desesperación, recordaba momentos en los que la muerte intentó arrebatar mi esperanza y no pudo conseguirlo, quizás Dios me estaba poniendo a prueba en la resistencia de mi quebrantado espíritu.
              El silencio cayó como una losa interrumpido solo por el canto monótono de grillos al amparo de la oscuridad de la noche, sombras fantasmales danzaban en las paredes a la luz de la chimenea donde nos encontrábamos meditando, siento las manos de mi amigo Serafín sobre mis hombros, despacio cuidando sus palabras me pide perdón por no haber elegido las palabras adecuadas para intentar ayudarme, todavía conserva integra su fe en los fundamentos de la iglesia, en él no hay atisbo de duda en la salvación del alma por parte de la religión que profesa, me arrepiento por mi enfado entendiendo las dudas y la preocupación por mi salud, no quiero ni pensar verme sometido a las prácticas de un exorcismo, hace años fui testigo casual de una ceremonia de éste rito y no guardo buenos recuerdos. Ahora en la calma saboreamos unas tazas de té, necesito desahogarme de mis propias dudas existenciales, aprovecho para conectar con viejos recuerdos mientras me concentro y comienzo mi relato.
            Yo era muy joven en aquella época, comenzaba mi camino predicando la palabra de Dios, sin experiencia en los fenómenos de la vida tan solo me atrevía a curar con plantas recogidas del campo dependiendo del calendario lunar según me habían enseñado mis propios maestros en la medicina arcana con formulas tan antiguas como la propia naturaleza del hombre, había caído la noche en una aldea alejada en los montes de la ciudad de Bilbao, me sentía exhausto del viaje y decidí buscar alojamiento en alguna granja al cobijo de algún establo de animales, al amparo de la claridad de la luna llena seguía un sendero cuando divisé a lo lejos unas antorchas que daban luz a una casa de labriegos.
            Varias personas permanecían silenciosas a la puerta con rostros serios, después de los saludos de cortesía una mujer anciana se abalanzó sobre mí con el rostro contorsionado por el dolor y las lagrimas pidiéndome ayuda e invocando a Dios con gritos desgarradores, su marido, un hombre corpulento acudió raudo socorriéndome de semejante susto, la pobre mujer de rodillas no soltaba mi hábito besando nerviosa la cruz de madera que colgaba de mi cintura. Repuesto del sobresalto les pregunto qué es lo que sucede dentro de la casa.
            Una jovencita de nombre Ana, la hija de ambos estaba siendo exorcizada por el párroco del pueblo cercano, en una pausa del ritual, el párroco de nombre Paulino insistió para que le ayudara en la labor de la expulsión del demonio que la poseía. No me sentía con fuerzas para rechazarlo máxime siendo un discípulo de Cristo con obediencia por todos los protocolos de un jesuita, a pesar de las excusas que traté de poner dada mi bisoñez en asuntos tan delicados no hubo forma de evitarlo, Paulino con claros signos de agotamiento justificaba la urgencia sin tan siquiera estar autorizado por La Santa Sede ni por el Papa reinante en Roma, justificaba la premura en la actuación por estar la criatura en serio peligro de muerte. La niña aún era doncella, calculo pudiera tener no más de diez o doce años, de carita dulce y redonda con una piel casi transparente donde se podían distinguir a la luz las venas violáceas en su rostro, sus cabellos negros pegados a la piel por sudores que perlaban su esquelético cuerpo tan solo cubierto por un vestido andrajoso y sucio, su mirada perdida en el vacio surcada por moratones que hacían erizarme los pelos del cuerpo, sentía el miedo flotar en la habitación amueblada apenas por un camastro del que se sujetaban sus brazos y piernas con retales de tela, sus labios agrietados mostraban el sufrimiento provocado por las altas fiebres que padecía, una mesita cercana donde permanecían los útiles del sacerdote, el libro “Malleus Malleficarum” también conocido como “El Martillo de las Brujas” frascos con aceites, óleos y posiblemente agua bendita, todo  en un estuche de madera forrada de terciopelo rojo.
            Absorto contemplo a la niña mientras movía sin parar la cabeza de un lado a otro con claros signos de posesión demoníaca, tranquilo hermano Pedro, no temáis al maléfico, conmigo estáis a salvo, Paulino mantiene la templanza con autoridad mientras sujeta en una mano un crucifijo mientras recita la letanía del libro ritual, perdí la noción del tiempo mareado con la voz monótona del sacerdote, en algunos momentos sentía que perdía la noción de la realidad y pensar que estaba soñando, nada tan alejado de la realidad, recuerdo un grito desesperado cuando la niña se incorporó con violencia tirando de las ataduras de sus frágiles brazos ¡¡Mamá por favor ayúdame!! A continuación una voz ronca rompió en carcajada histérica con el estremecimiento del cuerpo de la niña, permanecía atontado mientras Paulino gritaba con furia palabras en latín contra el espíritu maligno que nos acompañaba, no era posible la fuerza con la que la cama donde estaba Ana golpeara el suelo de forma tan salvaje, permanecí encogido contra la pared gimoteando de terror, mi cuerpo no era capaz de moverse, me sentía hechizado por lo que estaba contemplando.
            El sacerdote imponía su voz decidida en un arrebato de furia y extenuación por el cansancio de tantas horas de lucha ¡¡manifiéstate maldito!! ¡¡Abandona este cuerpo ser inmundo!! Profería a voz en grito contra el cuerpo de la niña, ¡¡dime tu nombre y regresa a los infiernos!! insultos y blasfemias brotaban de la boca de la niña entre espumarajos apestosos con una voz profunda y ronca que conseguían erizarme los pelos de la nuca, Paulino se giró hacia mí con la orden tajante de no mirar directamente a los ojos de la pequeña energúmena, así se les llamaba a los posesos del demonio, la casa parecía tener vida propia, las maderas crujían con susurros lastimeros, voces incomprensibles flotaban en la habitación como una antesala del averno, contemplé atónito como una vasija de barro se alzaba hasta el techo y sin que nadie la tocara voló para estrellarse cerca de donde me escondía haciéndose añicos contra la pared, flotaba una pestilencia que nublaba mis sentidos y lo último que recuerdo es salir corriendo y a rastras de la casa donde según me contaron caí desmayado.
            Amanecía cuando desperté con un terrible dolor de cabeza, Paulino a mi lado sonreía satisfecho por verme recuperado, Habéis sido muy valiente joven fraile, me decía, he visto a hombretones caer en el suelo lloriqueando al contemplar el poder del maléfico, le pregunté al instante por la salud de la niña, se encuentra bien, no os preocupéis, unos días de descanso harán que termine de recuperarse, no se acuerda de nada gracias a Dios pero no podemos bajar la guardia con los ejércitos de Satanás.
            Le pregunté el motivo por el cual sabían de la posesión demoniaca, señales joven fraile, me contestó, malas cosechas con invasión de insectos dañinos, las vacas enfermaban sin motivo aparente, el vino se convertía en vinagre y la leche hedionda y ácida, claras señales de que el mal había hecho presa en una criatura inocente. En agradecimiento, hubo un pequeño festejo en la casa, se acercaron vecinos de otros pueblos cercanos para celebrarlo, bailes y risas llenaron la casa con abundante vino y comida, antes de despedirme quise despedirme de Ana, la alegría iluminaba su rostro sin haber dejado huella del espanto sufrido, tan solo me dijo una frase, recordad Pedro que después de una noche oscura siempre amanecerá con un sol radiante.
            De vuelta por los caminos con tantas emociones me quedé paralizado al recordarlo, el estomago me dio un vuelco, sentí que la desgracia se abatía sobre mí, esa frase me la decía siempre mi madre cuando apenas era un niño consolándome por el miedo que me causaba la oscuridad, entonces supe con certeza que mi madre había muerto y me enviaba un mensaje que solo yo entendería, alejándome de la casa percibí el aleteo de los pájaros, la naturaleza equilibraba la balanza, la diferencia era que no cantaban con trinos melodiosos, entre los árboles apenas se distinguían unos ojillos rojos observándome, cuervos de plumaje negro azulado se reunían por cientos, Satanás esperaba paciente a una nueva víctima.

             

           

           

             

             

             


martes, 3 de julio de 2012

CAPITULO XLVI Ladrones de sueños


                                                           CAPITULO XLVI
                                                          Ladrones de sueños



            Serafín había cambiado, quizás tan solo se trataba de la madurez ante los rigores de su propia vida, ha encontrado su propio camino en una humilde escuela de Jerusalén situada cerca de la entrada de la Puerta de David entre los barrios armenio y judío allí se dedica a enseñar la doctrina de Cristo a niños procedentes de distintas ciudades españolas, familias que habían tenido que huir por sospechas de no ser auténticos cristianos, desarraigados de sus hogares encontraron en ésta ciudad una comunidad que les unía con el origen del misterio de Nuestro Señor, mi fiel amigo ha intentado en varias ocasiones convencerme para que me una a él para continuar con la enseñanza de las Sagradas Escrituras evocando un pasado que se me antoja muy lejano, la pasión de mi juventud hace muchos años por derrochar mi ansiedad en la educación cristiana dejaba paso a la profunda meditación en mis propios avances descubriendo las distintas tramas de un mundo tan complejo y de tantos matices e interpretaciones, me encontraba en un cisma sobre mis propias creencias, pensaba ya en varios idiomas que a lo largo de mis experiencias había aprendido con mejor o peor dificultad, Dios me había privado del habla y quizás para compensarme me dotaba de la fluidez por la comprensión de tantas ideas diferentes con las que quizás estaba influenciado desde mi niñez.

            Alí se comportaba como un autentico hermano, lejos de convencerme sobre su fidelidad a las costumbres del Islam permitía con todo el respeto las diferentes ideas con las que compartíamos muchos días de reposo, éramos un singular grupo, un jesuita practicante, un islamista musulmán y una oveja perdida en tierra sagrada de corazón cristiano y vestuario morisco, admiraba a éste joven valiente que lejos de convertir la riqueza de sus negocios en la avaricia destinaba sus ganancias en hacer obras de caridad para los necesitados, la escuela cristiana y una mezquita eran inversiones hechas por su generoso corazón, un motivo loable por la búsqueda de la paz en la unificación de oriente y occidente.

            Juntos recorrimos los lugares sagrados de la antigüedad, en un sopor de sueño irreal sentía el agitar de mi propio corazón al contemplar las maravillas de La Ciudad Santa por excelencia, la puerta Dorada, llamada así por la esperanza que por aquí regrese El Mesías, la puerta de Jaffa, la puerta de Damasco situada al norte de la ciudad su nombre en honor de donde llegaron tiempo atrás los fundadores y gobernantes de Jerusalén, la puerta Nueva se construyó para facilitar a los cristianos el mejor acceso a los lugares santos de veneración, en el muro occidental de la muralla, la Puerta de las Basuras, su nombre tan inusual provenía del lugar donde se vertían los desechos e inmundicias de la ciudad y su situación era la más adecuada para llevarse los malos olores cuando soplaba el viento pero de todas sus puertas la que me produjo nuevamente una desazón fue la Puerta de Herodes o Puerta de las Flores, Alí me señalaba un rosetón de piedra con letras árabes, su significado, “despertar”, lejos de demostrar mi inquietud al escucharlo  le animo que me diga el porqué de esa señal a lo que me explica de la proximidad de un cementerio y la esperanza de la resurrección.

            Notaba como Serafín me observaba de soslayo intentando sondear por mis expresiones lo que pasaba por mi cabeza, paciente había aprendido a interpretar los movimientos y expresiones de las personas con las que tropezábamos, recordaba cuando juntos caminábamos sin rumbo por caminos y nos parábamos a especular con las profesiones de otros viajeros o sencillamente saber de sus vidas por el simple hecho de analizar detalles sutiles fruto de nuestro silencio y razonamiento, lo que comenzó como un juego se convirtió con el tiempo de una útil herramienta para activar nuestros instintos de supervivencia, no siempre dábamos con gentes de buena fe, distinguir a personas de tantas procedencias y lugares nos daba una cierta ventaja para saber a que nos enfrentábamos.

            Las noches se convirtieron en mi mejor aliada, temía verme rodeado de gentes que abarrotaban las calles durante el día, los mercados en las plazas se convertían en una autentica torre de Babel donde los distintos idiomas se confundían entre distintas procedencias y orígenes de viajeros procedentes de todos los lugares del mundo, observaba como una ciudad tan significativa en la historia se convertía también en lugar de peregrinación de todos los vicios mundanos, a pesar del férreo control por parte del ejercito en sus calles siempre había lugar para parásitos ansiosos por encontrar riqueza en el descuido ajeno, ladrones de sueños, oportunistas del descuido, asesinos penitentes y vendedores de esperanzas, recordaba la expulsión del templo por parte de Nuestro Señor Jesucristo de mercaderes y comerciantes que no tenían nada que ver con la casa de Dios, falsos profetas proclamaban el advenimiento de castigos llegados del cielo contra todos los que hicieran de sus vidas instrumentos para el mal al prójimo, sus dedos señalaban a la multitud que con claros motivos de asombro recapacitaban por sus propias culpas mirando de reojo a quienes se encontraban a su lado con la esperanza fútil de evadir responsabilidad de sus ocultas acciones, enfermos, tullidos, ciegos y mendigos encontraban en las calles compañía de sus miserias, después de que la lluvia bañara de finas lagrimas sobre la tierra estéril brotaban de la tierra las malas hierbas de la inmundicia de los males humanos, sentía un nudo en el estomago motivado por el miedo, recordar mis propias pesadillas era como separar el grano de la paja, encontrar el verdadero camino de la vida ya no era cuestión de religión de una u otra ideología la verdad estaba dentro de nosotros mismos.

            Evité siempre que pude hablar sobre lo que me sucedió el día que mis amigos me encontraron, no pude evitarlo en una ocasión en la que Serafín pálido como la cera me contemplaba en el umbral de la puerta después de leer lo que había escrito sobre la experiencia que había sufrido, su natural curiosidad propia de la juventud había dejado en su rostro el asombro y el terror por lo desconocido, me miraba con signos perceptibles de aceptación sobre mi destino, algo que dentro de mi negaba como un cobarde, no pude enfrentarme a su mirada interrogante tan solo permanecí sentado a la espera de Alí, tal y como me aconsejó Serafín.

            A pesar del tiempo que llevo con ellos aún mi mente guarda como una bestia escondida las sensaciones que provocan en mi cuerpo, no es una sensación espiritual, es algo tangible para cualquier ser humano que haya sufrido una experiencia física de intenso dolor bien sea por un accidente o por una agresión externa. Recuerdo nítidamente la sensación de la piedras golpeándome en la cabeza, es algo parecido a lo que hacía en mi niñez cuando presa de mis frustraciones y caprichos daba patadas a la pared de mi habitación, golpes secos y un sonido hueco posterior, la diferencia era que ahora volvía a recordar como brotaba la sangre tibia cayendo sobre mi rostro, la boca con un intenso sabor a hierro, mareado y confundido corría en un torbellino de luces preámbulo de la inconsciencia, sentía mis músculos agarrotados, la respiración agitada carente de aire en mis agotados pulmones, sentía el corazón encogido latiendo en un frenético golpear sobre mi pecho, mi cabeza dolorida intentando entender sobre mi delito ante el ataque de la muchedumbre, recuerdo mi caída entre luces destellantes.

            No me atrevía a mirar a mis amigos directamente, con los ojos muy abiertos permanecían sentados a mi lado intentando lentamente llevarse trozos de pan a la boca tan lentamente que pensaba se encontraban en trance. Recuerdo caer al suelo sin fuerzas sentir como una sombra se apoderaba de mi cuerpo, no fue un sueño estoy seguro, a pesar de carecer de fuerza noté las convulsiones de mis músculos revelándose violentamente, posteriormente un frío intenso atenazó mi alma, no era el frio natural del invierno era una sensación malsana viciada de malos presagios, silencio intenso tan solo interrumpido por un agudo silbido procedente de la parte posterior de mi cabeza, un intenso dolor seguido de calambres, mi boca abierta hasta dolerme la mandíbula buscaba un poco de aire para respirar, por extraño que parezca me llega un olor muy perceptible a velas y cera quemada, una nube de tierra llenaba mi boca y en pleno éxtasis de agonía me sentí arrastrar hasta los confines del averno.

            Mi cabeza se vio en un torbellino de voces, gritos de un multitud desnuda pasiva ante la muerte, padres, madres y niños se abrazaban apiñados escondiéndose de su propia vergüenza y terror, cuerpos esqueléticos con miradas extraviadas por la locura, ovejas acorraladas por fieros lobos de ropas oscuras, estallidos de humo y luces cegadoras, una voz ronca y áspera me habla con palabras mudas en sonido, tan solo percibo la intención de lo que intenta decirme, vislumbro sus ropas blancas como una túnica, sus manos me muestran el poder otorgado por Belcebú, una ángel caído gobierna el mundo, soy el enviado para provocar el caos, la destrucción de la humanidad para imponer las tinieblas en el mundo, soy el señor de la guerra antesala de aniquilación de la tierra. Necesito pausar mi relato por el agotamiento de los recuerdos, oigo mis propias palabras mientras Serafín las repite al unísono de mis labios, Alí se ausenta precipitadamente para salir a tomar aire fuera de la casa y entre estertores le oigo vomitar.

            Por lo extenso de mi relato no continuaré redactándolo entre estas páginas lo que con tanto esfuerzo intento olvidar, por mi propia seguridad mantengo escondido lo que puede llevarme a la hoguera sin juicio previo, incluso por respeto a mis creencias no desvelaré mis visitas nocturnas a los lugares santos de la cristiandad. Serafín y Alí se miran y me aconsejan visitar a un sacerdote venido desde El Vaticano para ayudarme con un exorcismo, inmediatamente doy un salto ganando distancia, cubierto de un sudor frío intento alejarme de ellos con visibles muestras de terror.