viernes, 16 de septiembre de 2011

CAPITULO XXX, Hospital de San Martín.

                                        CAPITULO XXX

                                   Hospital de San Martín











Una mañana emprendí camino a través de la calle principal de Triana camino a las obras en construcción de la catedral de Santa Ana para después continuar calle arriba hacia el Hospital de San Martín donde se atendía a los enfermos y necesitados de la ciudad, una carreta tirada por una mula pasaba a mi lado transportando a los enfermos que a él acudían a diario, por el camino observo a los que me salen al paso y por sus vestimentas y aspecto deduzco de sus oficios, hay un sector social que se distingue del resto y es el de carniceros, matarifes, verdugos y embalsamadores, se les distingue por llevar el cabello muy corto, ello define su profesión impura al estar en contacto con sangre y con cadáveres.

Por el contrario los marineros más veteranos dejan crecer cuanto más mejor el cabello, muchos de ellos se dedican a este oficio por necesidad llegados de tierras adentro donde ni siquiera han conocido nunca el mar, al no saber nadar y en el caso de caer de las embarcaciones el pelo normalmente queda flotando al hundirse el cuerpo por lo que sus compañeros al percatarse tiran de ellos para salvarlos, es curioso que en algunas acciones arriesgadas de la vida cotidiana se suele decir “te salvaste por los pelos”.

El calor aplasta mi ánimo, llevo muchos días sin caminar las agotadoras jornadas a las que estaba acostumbrado, aprovecho para sentarme en un muro de piedra próximo a las obras de la catedral y al rato algo me llama poderosamente la atención por simple que parezca. En el barco que nos trajo a esta isla de Gran Canaria escuché con atención las vivencias de un hombre inclinado de espalda con un parche en el ojo, éste lo perdió por culpa de su oficio, tallador de piedra. Sólo fue un instante en el intercambio de saludo con apretón de mano con otro hombre, había visto antes ese saludo en la casa de D. Francisco, me llamó la atención por lo peculiar del saludo, también eran masones o iluminados y se identificaban con un saludo fugaz pero perceptible a un observador paciente.

De una calle adyacente veo una calesa tirada de un blanco caballo con porte orgulloso, a las riendas un elegante lacayo de fina librea negra sentado en el pescante al que solo distingo por su sombrero de tres picos que corona su blanca peluca muy al estilo de la nobleza, el carruaje de finas tallas se adorna con filigranas de oro con reflejos que deslumbran en esta placida mañana, siento la pereza de la caminata pero recuerdo que, en la botica me espera Facundito que es como se le conoce cariñosamente al herbolario que dispensa todo tipo de hiervas medicinales, cremas, afeites, aceites balsámicos y todo tipo de remedios para curar los males del cuerpo, en su trastienda también atiende en la venta de preparados que según él valen para los males de amores y para espantar malos espíritus, curioso mundo este en el que los incautos con unas monedas venden su conciencia para fines no siempre lícitos. Facundito es muy conocido por todos, D. Francisco le ha dado instrucciones para que me acompañe hasta el hospital y haga las presentaciones oportunas a quien se encarga de la administración de las tareas.

Vamos llegando calle arriba ya muy cerca de la entrada, nos sorprende ver la calesa que vi hace un rato esperar junto al lacayo en sus puertas, sin duda se trata de una visita muy especial, una escolta de soldados se mantienen firmes a la espera de tan importante acontecimiento. Le pregunto por señas a Facundito si sabe lo que sucede, éste me mira de soslayo, vuelve a mirar al frente y si dejar de masticar escupe sonoramente un liquido viscoso y negro como el carbón, mastica una bola de hoja de tabaco que ennegrece su dientes y le da un aliento apestoso, sin duda se trata del benefactor del hospital, me dice sin parar de masticar, continuamos caminando y pienso en el parecido con una cabra, incluso por su peculiar olor.

Somos recibidos por una anciana que nos invita a sentarnos en un banco a la entrada, una pequeña habitación con paredes que un día fueron blancas, en ellas quedan huellas de las fatigas de sus anteriores visitas, una ventana estrecha con barrotes de madera y un cuadro de la Virgen del Carmen, hace un rato a pasado Facundito a otra sala contigua donde me imagino hace un preámbulo a mi presentación, mientras me entretengo viendo las moscas zumbando con su peculiar aleteo dando vueltas alrededor de la habitación e incordiando al posarse sobre mi cara. Una voz de mujer me llama la atención y me saca de mi trance de espera, agudizo mi oído para escuchar con mayor detalle. Como se os ocurre Facundito traer un ¡¡fraile tarado!! increpa la mujer, sólo es mudo y no carece de otras grandes virtudes contesta Facundito con una voz temblorosa, eres un inútil y un pobre desgraciado, contesta la mujer, anda trae a ese frailecito mudo, espero no sea tan imbécil como tú. Confieso de mi temor al cruzar el umbral de la habitación contigua, Facundito con la cabeza gacha no para de retorcer un sombrero que hasta hace un momento lucía con gallardía sobre su pelada y blanca cabeza.

A diferencia de la antesala, éste es un espacio amplio y en penumbra sólo iluminado por unas velas que danzan en su llama penitente el ambiente cargado de tensión en la que nos encontramos, al fondo de la sala y a cierta distancia una mesa de oscura madera negra atestada de pliegos y manuscritos, libros ajados con olor a humedad y un crucifijo grande de oro hace guiños con su brillo al reflejo de la poca luz que lo ilumina, detrás de la mesa solo distingo una figura de oscuros ropajes, una monja, una cara delgada, pálida y ojerosa donde solo distingo una mirada penetrante a la que solo veo un instante por el temor que me produce, frente a la mesa dos sillas ornadas con tallas doradas y tapizadas de terciopelo rojo, un hombrecito canijo mueve sin parar un blanco pañuelo de encaje que ha sacado graciosamente de la manga de su levita, percibo un aire un poco afeminado en sus gestos y noto su mirada recorrerme de arriba abajo sin ningún tipo de pudor ni respeto a la vez que concluye tapándose la nariz en un gesto de repulsión por mi persona, Facundito sin levantar la cabeza me presenta como un voluntario para aliviar el peso de tantos enfermos del hospital San Martín en el que nos encontramos, me sobresalta la voz de la monja que se identifica como la Madre Begoña, de la orden de las Clarisas y encargada de todo lo concerniente al buen funcionamiento del hospital, a su lado, el sobrino del arzobispo de la Diócesis Canariense D. Graciliano de la Vega y Tres Campos, benefactor de la institución y quien aporta el capital necesario para el mantenimiento de las instalaciones con amplios dispendios económicos de su propio peculio.

La madre Begoña entrelaza sus dedos sobre la mesa con la siguiente frase, posiblemente no seréis tan tonto como vuestro acompañante, me dice, iréis a cuidar de los deficientes mentales en el ala oeste, quizás descubramos algo que sirva en vuestro piadóso corazón de fraile, de momento les pido que abandonéis esta habitación, el olor que desprendéis no es grato, tengo que continuar despachando asuntos prioritarios con D. Graciliano, éste levanta con gracia su mano y sacude su pañuelo como despedida.

Por cierto, nos interrumpe poco antes de salir con premura, Facundito, prepare una infusión para mi huésped, ¿seréis capaz de hacerlo?...el sombrero de facundito sólo es un guiñapo de tela retorcido a causa de los nervios y el sudor que transmite su cuerpo, al salir le indico donde está la cocina y que me espere, al rato le traigo una taza de infusión a la que sorprendido me mira, le indico que se la lleve a D. Graciliano.

Salimos lo más rápido que podemos de la entrevista para intentar ver nuevamente el sol de la calle, Facundito, empieza a recobrar el color de su cara secándose las gotas que escurren copiosamente por su cabeza, me agarra del brazo y con cara de furia se enfrenta a mi mirada. Quiero que sepáis que me une una amistad con D. Francisco al que le debo incluso la vida cuando llegué hace años a esta isla, sólo por él he dado la cara para venir aquí, os ruego que a partir de hoy no volváis a pedirme tamaño sacrificio, prefiero limpiar de estiércol a mediodía en un establo a permanecer más tiempo en este antro de gentuza. Confieso que hacía tiempo no me sentía tan humillado y con mi autoestima tan dañada, ¡¡un tarado!! Eso es lo que me ha llamado, pienso para mi, Dios en su infinita piedad había dirigido mis pasos a este lugar y ciertamente no había encontrado la hospitalidad a la que estaba acostumbrándome, daba vueltas mi cabeza pensando sin acordarme la rabia contenida en mi acompañante Facundito, mantenía su mano agarrándome el brazo con furia mientras al hablar escupía saliva y sus ojos estaban fuera de sí, permitidme deciros algo Pedro, hemos sido unos borregos al servicio del clero y la nobleza, ¡¡una infusión!! además de apaleados, humillados por esta monja arpía ¡¡Diossss!!.

Ahora soy yo el que le indico que se calme, le paso un brazo por encima de sus hombros y le invito a seguir paseando para poder enterarme que se esconde tras la ira desmedida del boticario, algo me hace pensar de oscuros designios ocultos tras los muros de este hospital, refugio de enfermos, mutilados, locos, mendigos y todo tipo de gente despreciada al encierro como simple solución a limpiar las calles de escoria social, siempre mal vista por los que con los bolsillos y el estomago lleno nunca se han preocupado de la enfermedad más terrible, la perdida de la fe y las enfermedades del alma, lamentablemente creo pasarán muchas civilizaciones destruidas para que se den cuenta de la maldad humana.  


miércoles, 7 de septiembre de 2011

CAPITULO XXIX Vergüenza

                                        CAPITULO XXIX

                                               Vergüenza











No recuerdo el tiempo que permanecí arrodillado en la habitación donde me hospedaron, tan solo me dejaron las huellas en mis maltrechas rodillas con heridas cortando la piel, en un estado de semiinconsciencia no podía dar crédito a todo lo que ahora rondaba por mi cabeza, fueron unos días muy difíciles, apenas salía de la habitación y tan solo me alimentaba con lo mínimo que mi estomago aceptaba digerir, bebía y comía sin ser consciente de ello hasta que caí en un profundo sopor que me hizo caer en la total inconsciencia, mi cuerpo volvía a flotar en un torbellino oscuro donde los demonios me arrastraban sin fuerza física enredando en mi mente imágenes que solo de pensar me ponen los vellos de punta por el terror que me producían.

Desperté días después en un camastro debilitado según me dijeron victima de fiebres y calenturas enfermizas en las que gesticulaba en sueños con arrebatos de furia, según D. Francisco de mis labios solo podía entender algunas palabras ya que el lenguaje utilizado lo desconocía. Con el tiempo este capítulo fue olvidado, con prudencia le pregunté a mi anfitrión que pudo aclarar de lo sucedido y con una tranquilidad propia de su carácter me dijo que todo había sido producto de un viaje muy peligroso por mar, las carencias en mi exigua alimentación, el cansancio hasta la extenuación y las emociones sufridas al desvelar una historia trágica por la muerte de mi padre provocó la reacción natural en mi mente y en mi cuerpo.

A partir del día que me sentí con ánimo continuamos conversaciones en un terreno aledaño a la casa a la sombra de árboles frutales y jardines de intensos aromas, tan solo el zumbido de abejas y el sisear de lagartijas interrumpían nuestros pensamientos, recuerdo que tenía algunas dudas sobre lo que me había contado y no encajaba en mis propias conjeturas, una de ellas era que mi padre siempre se preocupó de mantenerme alejado de libros y enseñanzas que no tuvieran que ver con las labores propias de la casa, cuidar del ganado, cultivar la tierra y cuidar de mis hermanas.

D. Francisco me invita a sentarme y me dice, eran tiempos muy difíciles para todos, vivíamos con el temor de que nuestras acciones llegaran a oídos de la iglesia, trabajábamos en la clandestinidad, tan solo estaban libres de acusaciones infundadas aquellos que ignoraban cualquier indicio de sabiduría o los que simplemente se sometían a un destino de esclavitud mental y física, vuestro padre prefirió por vuestra seguridad no haceros participe de los secretos celosamente guardados por nuestra logia.

Tengo otra pregunta que necesito me aclare, recuerdo a un caballero de alto porte a lomos de un caballo negro a la cabeza de un pequeño ejército precedido de una procesión de plañideras vestidas con oscuros ropajes, yo era tan solo un muchacho y no se a ciencia cierta si fue un sueño producto de mi imaginación o realmente viví lo que os cuento. No, Pedro, vuestra memoria ha grabado en tu corazón el episodio donde se fracturó definitivamente la escisión de vuestra vida, el caballero en cuestión viajaba desde Toledo para buscar en vuestro pueblo al protagonista de un rumor que había llegado hasta la corte y a los poderes ocultos de la Santa Inquisición. España es un país ávido de misterios, milagros y señales por las que se comercia con la fe de la cristiandad, cualquier excusa para imponer los oscuros intereses de la corte y mantener con firme convicción que tan solo los fieles seguidores de la palabra de Dios podrían acceder tras su muerte la llegada al cielo de los justos. Hasta mis oídos llegó la historia que una tarde de verano con un cielo despejado de nubes un muchacho fue alcanzado por un rayo hasta dejarlo inconsciente, con esta frase evito la mirada de D. Francisco por retomar una inquietud que arrastro durante toda mi vida.

Necesito cambiar el rumbo de la conversación y aprovecho para retroceder hasta el momento que desfallezco a pie del caballero negro que es como siempre lo he llamado, decidme D. Francisco, si sospechaban de un muchacho protagonista de ese rumor como es que me trasladaron hasta una abadía de monjes jesuitas. Verá Pedro, los caminos del señor son inescrutables y misteriosos en sabiduría por sus enseñanzas, el caballero negro como lo llamáis no se percató esa noche de la posibilidad de que vos fuerais el protagonista del misterioso rayo, vuestro padre me informó de lo sucedido y aprovechamos la situación para poneros a salvo con monjes simpatizantes de nuestra logia, al tiempo tramamos el rumor de que vuestro padre había aceptado vuestra venta por unas monedas y preservar vuestra vida a costa del sacrificio de perderos para siempre pero con la garantía de encomendar vuestros pasos hasta volver a encontraros.

Tiempo después continúa con su relato, el caballero D. Federico Arguelles del Toro fue llamado nuevamente para partir a tierra santa a combatir a los moros, lo último que recuerdo por soldados que sobrevivieron a una guerra tan cruenta es que fue degollado a los pies de una muralla por un caudillo infiel tan salvaje como ánima de los infiernos, a partir de estas noticias todo se fue olvidando quedando tan solo fantasías y cuentos que se suelen contar a los niños para asustarlos por las noches y evitar caminen por los solitarios caminos de las comarcas.

La vida de vuestro padre se convirtió en su propio infierno, nunca se perdonó el no poder haber dado con vuestro paradero, perdimos vuestra pista y tratamos de cuidar nuestras vidas ya que la sospecha de la iglesia había puesto sus ojos en toda la región. Fue el preludio de su muerte, no voy a negar que se entregó a la bebida, disponía de un capital lo suficientemente grande para vivir sin problemas pero una gran parte de su riqueza la dedicó a la ayuda de los más necesitados, producto de sus acciones, por envidias y ambiciones cercanas una noche fue apresado por malhechores mercenarios para sonsacarle información y robarle, sabéis de su corpulencia y gran fuerza física, os parecéis mucho, hicieron falta más de ocho hombres para reducirlo y en el forcejeo un puñal encontró finalmente el corazón del hombre que más he admirado en mi vida.

A partir de esa fatídica fecha decidimos disolver la sociedad hasta encontrarnos en lugar seguro, muchos de nosotros éramos comerciantes, artesanos, carpinteros, escultores y de profesiones tan variadas como nuestras culturas, ahora estamos repartidos entre estas islas que son colonias españolas pero abiertas al mar con la finalidad de encontrar posibles vías de escape hacia otros mundos, procesamos la misma religión de la que hacéis gala pero sin el sometimiento del puño de los que han hecho de la religión un instrumento de poder contra el ser humano, somos proscritos ante la ley actual además compartimos nuestros conocimientos con otras religiones prohibidas, entre nuestros muros aprendemos de judíos, islamistas, luteranos y un sinfín de creencias en un marco de tolerancia y respeto, el Dios que veneramos adopta diferentes nombres según sea el país de origen pero la base de todo es la evolución de los hombres con leyes y estudios sobre todo lo creado. Empezaba a comprender los años de mi infancia entre los muros de la abadía donde estudie incansables horas tantos y tantos libros con los que pude viajar a otros mundos lejanos a través de la mirada de quienes escribieron para explicarlo, nuevamente recuerdo una frase que quedó gravada en mi mente, “reten lo que vivas, no olvides lo que veas y escribe lo que sientas”.

No siempre he podido transmitir en lenguaje escrito tanto conocimiento de lo que me rodeaba y a partir de las conversaciones mantenidas con D. Francisco me he dado cuenta de tantos errores que he cometido en mi agitada vida, que para aprender de todo lo visto me hacen falta varias vidas de estudio y reflexión, siempre había sentido la curiosidad del porqué los reyes, sabios, consejeros y hombres poderosos tenían una edad tan avanzada, la respuesta es la experiencia y la calma que concede la edad para saber en todo momento cual es la mejor decisión a tomar en base a sus propias vivencias y el aprendizaje que te concede el estudio de la propia vida. He tenido largas jornadas en las que no me acompaña mi libro para plasmar las conversaciones, no puedo resistir la tentación de simplemente escuchar para su posterior análisis, es curioso Dios en su grandeza me privó del uso de la palabra para agudizar mi sentido de la vista y el oído, en muchas ocasiones escucho conversaciones a distancia y los propios interlocutores llegan a pensar que, por no hablar también carezco del sentido del oído, curioso mundo a través de mis andanzas por tantos caminos del mundo.

Mi actual vida no dejaba de atraerme, continuaba con mi rutina de oración y estudio a la par de disfrutar de largos paseos escuchando lecciones que me llevarían años escribirlas en mis paginas, tenia periodos de tiempo en los que nuevamente caigo en un éxtasis en los que mi mano adquiere su propia vida en un loco garabatear de letras, frases y diálogos que más tarde tengo que repasar sin acordarme de haberlos tan siquiera pensado, estos episodios siempre han sido posteriores a las crisis de ansiedad y temor que he padecido, es como si mi mente encontrara una vía de escape para calmar mi agitado espíritu.

Volvía a sentir la inquietud de abandonar los muros que coartaban mi afán por ser útil a enfermos y necesitados y así se lo hice saber a D. Francisco y posteriormente a mi compañero Serafín al que había evitado sabiendo de su carácter introvertido y sentirse culpable de tantos momentos en los que con taimada astucia supo encaminarme hasta donde hoy era nuestro refugio.  

              

viernes, 2 de septiembre de 2011

CAPITULO XXVIII, Illuminati



      



    

                                           CAPITULO XXVIII

                                                     Illuminati



       

Una brisa con olores procedentes del mar me acompaña en un nuevo día, aun es muy temprano y el astro rey no empieza a despuntar sobre la tierra que habita el hombre. Oraciones del alba, meditación y rezos, plegarias y ruegos a Dios para que me siga acompañando en esta isla misteriosa, una modesta habitación de gruesos muros y techos de madera envejecida por el tiempo. Procuro no hacer ruido y mis oídos están atentos a cualquier sonido procedente de la casa, mi mente intenta desenredar de mi cabeza los diferentes tonos para separar lo natural de los que produce el propio hombre, solo se trata del instinto de supervivencia, percibo el roce de una cortina contra el bastidor de la ventana, suave, ligero, acompasado del aire con olores salinos y cantos cercanos de grillos procedentes del jardín, concentro mi atención en un sonido distinto, el golpe hueco de alguna vasija de cerámica como una campanilla ahogada, no estoy seguro pero no puedo continuar en esta habitación, estoy acostumbrado a dormir breves espacios de tiempo con la única finalidad de descansar mi atormentado espíritu y poder acallar las voces que se apoderan de mi cabeza, últimamente me he olvidado de ellas y también me siento más seguro y sosegado de mis propios temores, esta cruz que cuelga de mi cintura como el ancla que me lastra hasta profundos abismos que no entiendo.

Bajo las escaleras para encaminarme hasta donde una tenue luz me guía en el resquicio de una puerta, el fresco de la madrugada hincha mis pulmones de energía y buen humor, un olor de infusiones aromáticas embriaga mis sentidos al acercarme hasta donde supongo se encuentra la cocina de esta casa desconocida.

Pasad, pasad me dice Don Francisco con una amplia sonrisa en su cara, tenéis buen aspecto me dice mientras sujeta mis manos con las suyas y me mira directamente a los ojos, sentaros a la mesa os preparare una infusión para calentar el estomago, los demás aun duermen, es muy temprano y llevamos mucho tiempo esperando vuestra llegada entended que por fin veamos una nueva esperanza a tan larga espera.

Ya frente a mi lo contemplo intentando ver en su expresión alguna pista que desvele tan inquietantes y misteriosas palabras pero solo encuentro una paz desconocida en su expresión y una risita sincera cuando me confiesa que no hace falta que utilice la pizarra que siempre me acompaña para intentar una conversación, puedo leer vuestros labios me confiesa, a lo que yo me quedo perplejo y anonadado ¿leer mis labios? ¡¡Qué clase de magia es esa!! Sin pensarlo no he podido evitar pronunciar lo primero que siento con autentica cara de terror, desplazo bruscamente la silla donde me siento y sudoroso me apoyo contra la fría pared de la cocina. En ese preciso instante se abre la puerta y entra como un torbellino el hermano Serafín, atónito contempla la escena buscando con la mirada el origen del ruido ocasionado, D. Francisco sin ni siquiera alterarse con ambas reacciones tan solo levanta la mano derecha y sin más explicaciones                   consigue que Serafín incline la cabeza a modo de disculpa y abandone la estancia sin abrir la boca, oigo murmullos en el exterior de varias personas hablando en voz apenas audible entre ellos, preguntándose qué sucede y un expirar de sonido para mantener silencio, a continuación pisadas alejándose fuera de la puerta.

Ruego me disculpéis Pedro, por favor sentaos y dadme la oportunidad de explicarme, tengo muchas cosas que contaros y sé que serán de vuestro interés, todo esto lo dice con una voz que transmite calma en mis alterados nervios, poco a poco crece en mi la curiosidad por este extraño hombre, sus cabellos blancos como la nieve me hacen pensar en una edad avanzada, su mirada es limpia y sus gestos pausados, propios de una persona acostumbrada a mandar y con una seguridad en todo lo que hace, sus manos no tienen callos por lo que deduzco no se dedica a labores de campo y su piel blanca propia de permanecer a la sombra del intenso sol con el que Dios bendice cara, le increpo nervioso diciéndole que mi padre me vendió como Judas por un puñado de monedas dilapidándolas en tabernas y mujeres de la calle, arruinando a mi familia y dejándome en el olvido como a un perro abandonado, se toda esa historia, la conozco, no hace falta que me torture con el recuerdo de un bastardo al que prefiero olvidar.

Sin esperarlo y acabado de decirle lo que pensaba he sentido sin saber por dónde una sonora bofetada que me ha tirado al suelo dejándome totalmente aturdido, siento un terrible dolor en la boca de donde saboreo la sangre que de ella emana, la cara me arde como una brasa encendida y antes de recobrarme por la sorpresa del golpe me veo abrazado a D. Francisco, me consuela diciéndome con voz muy dulce lo ignorante que soy y lo mucho que siente haberme golpeado, me mira fijamente, esta vez muy serio y con un dedo apuntándome a la cara me increpa lo equivocado que estoy al juzgar sin saber la verdad sobre una historia que vivió junto a él en primera persona.

Pedro, te conozco desde que naciste, en una fecha difícil de olvidar 25 de Diciembre del año de nuestro señor de 1500 este dato me deja más confundido de lo que ya estaba con la tremenda bofetada, continua su relato mientras mis ojos se nublan por lagrimas que corren por mis mejillas sintiéndome avergonzado de mi propia vida, humillado por un hombre que está a punto de desvelar el motivo que gira en torno a un dolor escondido por tanto tiempo y dejándome calmado por la sorpresa de sus palabras y la curiosidad en todas las facetas que ya estaban tan olvidadas en mi subconsciente. Vuestro padre se dedicaba al comercio por todas las tierras de la península, hombre culto e inteligente a la vez de noble de sentimientos y de corazón limpio, nos conocíamos por haber tenido negocios de diferente índole y de provechosos resultados, tan solo nos veíamos en contadas ocasiones en reuniones clandestinas, sin mediar palabra me muestra un pergamino con un tosco dibujo que me produce un escalofrío, un compas en forma de A una escuadra y un mazo, ese dibujo lo reconocía, lo había visto tallado sobre el marco de la puerta en mi casa, apenas se veía a simple vista pero de niño tenía mucho tiempo para observarlo todo, yo mismo años después intente imitarlo con mi pequeña navaja sin saber su significado.

Permitidme contarle un poco de historia sobre este símbolo que veo conocéis, hace ya muchos años había una campesina en Salamanca a la que se la conocía por la beata de Piedrahita, se decía tener poderes para conversar con Nuestra Señora La Virgen y con Jesucristo, este rumor llego a oídos de La Santa Inquisición en el año de 1511, eludió el castigo por intervención de un misterioso protector que aporto una considerable suma de dinero para evitar un castigo penado de muerte en la hoguera, nunca se desvelo ni quien había sido este misterioso personaje ni cual fue el destino de la mujer involucrada en la acusación de la Santa Sede. Escuchaba anonadado el relato de mi anfitrión sin saber la conexión con mi propia vida hasta que continuo con otro relato más inverosímil y del cual no había oído hablar nunca. Ignacio de Loyola, fundador de vuestra orden de los jesuitas, año 1527, es acusado en Salamanca donde cursa sus estudios en la Universidad de ser simpatizante de los iluminados o francmasones, tan solo es amonestado por la autoridad eclesiástica sin ningún castigo, no sucede lo mismo en Toledo tiempo después con otros condenados por la misma acusación y son perseguidos y ejecutados sin pruebas contrastadas de delito.

Cada vez me sentía más perturbado por todo lo que este anciano me relataba en una fluidez de palabras memorizadas y contadas como una vertiginosa cascada de sensaciones que me estremecían por su gravedad, sin percatarme de ello y después de conseguir volver a respirar con tranquilidad me di cuenta que me estaba hablando en latín, por supuesto que lo entendía pero hasta ahora no me había dado cuenta de la astucia de este hombre tan enigmático, la infusión ya estaba casi fría y la claridad del día anunciaba un nuevo amanecer con rayos de sol que iluminaban la estancia donde nos encontrábamos reunidos, desconozco el tiempo que permanecimos sentados pero en mi crecía cada vez más el ansia de una historia secreta transmitida tan solo de boca en boca por sabios eruditos olvidados en el tiempo, mezcla de rumores adornados con filigranas de oscuros lenguajes y símbolos solo accesibles a los selectos miembros de grupos ocultos.

Hiram Abif  hábil artesano de la  piedra traído desde la región de Tiro para trabajar en el templo del Rey Salomón, con el tiempo se convirtió en el portador del secreto de los masones y de la palabra secreta masónica, el nombre oculto de Dios. Este secreto según las leyes ocultistas permitía a su conocedor el poder de una deidad y por lo tanto conocer los secretos ocultos del mismo Yahvé, a la terminación del templo transmitiría sus conocimientos a otros artesanos para convertirlos en maestros masones y continuar con sus enseñanzas.

Corrientes italianas trajeron a España sus enseñanzas adoptando el nombre latín de illuminati por lo tanto los alumbrados o iluminados, sus enseñanzas esta basadas en su carácter iniciático, filantrópico, filosófico y progresista su objetivo es la búsqueda de la verdad, fomenta el desarrollo de la moral e intelectual del ser humano además del progreso social en todas sus facetas con amplios estudios por los hombres y mujeres más eruditos conocidos.

Vuestro padre al que tanto despreciáis fue un importante maestro de nuestra logia, siempre dio muestras de lealtad por todos sus discípulos hasta el día de su muerte que no es exactamente como imagináis, dio su vida por no revelar los secretos aprendidos dando su último aliento por una causa en la que consagro su vida sacrificando la suya propia perdiendo momentos de vida familiar para salvar al prójimo. Ahora empezaba a entender el porqué de sus viajes, sus ausencias y su semblante serio, cargaba con tantas responsabilidades que se había olvidado de vivir su propia vida.

Ya no podía contener el silencioso llanto y la amargura que sentía en mi corazón, mi cuerpo se convulsionaba sin poder remediarlo, la cabeza no dejaba de retumbar por el dolor intenso de las palabras que acababa de escuchar, con los puños cerrados golpeaba mi propia cabeza para intentar auto castigarme en mi ceguera, D. Francisco se dispuso a mi lado sujetando mis hombros para paliar mi dolor y con unas palmaditas me dio a entender que teníamos que hacer una pausa para poder digerir tantas noticias inquietantes y novedosas.     

a esta isla de calores y vientos racheados, sus ropas son humildes y sencillas por lo que deduzco no importarle su posición social ante los demás como dueño de esta casa, todas la dudas son despejadas poco a poco en conversaciones tan solo interrumpidas en contadas ocasiones por su sorprendente realismo en mis recuerdos.

Conocí a vuestro padre hace ya muchos años y con el tiempo nuestra amistad quedo sellada por un voto de silencio solo abierto hasta encontrar a su propia sangre y el mensaje que para vos confió en mi persona. Reconozco mi impaciencia y malestar por estas palabras al enfrentarme abiertamente con D. Francisco con la ira reflejada en mi