lunes, 26 de marzo de 2012

CAPITULO XXXVIII, Dios mío perdóname.

                                                            CAPITULO XXXVIII
                                                            Dios mío, perdóname





            Empezaba a acostumbrarme al protocolo establecido por el capitán Andrea, no todo era tan sencillo como parecía, estaba siendo un privilegiado en conocer un nuevo mundo en un libro sobre los misterios de oriente, pero el precio sería no copiar nada de lo que allí pudiera descubrir. Ante la biblia juré no copiar ni divulgar los pasajes oscuros a los que hacía referencia, según decía Andrea contenía secretos celosamente guardados no aptos para los no iniciados, esto último no acabé de entenderlo pero juzgué prudente mantenerme fiel a mi juramento, acatar en silencio sus órdenes y no desvelar lugares, hechos, costumbres y ceremonias a las que había sido testigo el autor de tan magnífica obra posiblemente herética al tratarse de una cultura lejos de la creencia en la doctrina cristiana. Andrea como siempre me acompañaba con su incesante conversación, me decía del peligro en que esta obra o cualquiera de las que celosamente guardaba en la biblioteca pudieran caer en manos del Reino Vaticano, La Iglesia Católica tenía brazos muy largos para perseguir a los contrarios a su dogma y puños certeros para silenciar cualquier pensamiento lejos de sus propios intereses.
            He perdido la concentración al escuchar esto último, lejos, muy lejos en el tiempo quedaron tantos recuerdos del poder de la Santa Inquisición, sin darme cuenta hago el signo de la cruz al persignarme con la intención de borrar días de dolor y muerte.
            Me siento aislado dentro de éste camarote, aprovecho las horas de luz para poder continuar con la lectura del libro y al caer la noche continúo a la luz mortecina de una vela, apenas siento la necesidad de comer o dormir, me apremia aprovechar el tiempo para aprender cada vez más, ya no preocupa el tiempo que falta por llegar a nuestro destino en América, el mar me acompaña en un balanceo cansino con el suave golpear de las olas en la cubierta de la nave, por un momento creo estar soñando o metido en una pesadilla al escuchar un golpe violento que me hace caer de la silla, la cabeza me retumba y veo entre tinieblas humo azulado flotar en el ambiente, libros y astillas cubren el suelo en un absoluto caos cubierto por una densa capa de polvo que me impide ver lo que sucede, de rodillas aún en el suelo me toco la cabeza por instinto, tan solo por comprobar si está en su sitio o por sentir si de ella emana sangre, al levantar la cabeza veo incrédulo un boquete en una de las paredes del camarote, una fina cortina de humo negro y pequeñas chispas incandescentes se desprenden de las maderas donde antes había una vidriera y a su lado una formidable estantería con libros, a pesar del mareo y del susto logro ponerme en pié manteniendo a duras penas el equilibrio buscando a tientas la puerta de salida, no puedo casi oír a causa del estampido cuando escucho gritos y voces de alarma, al abrir la puerta aumenta la confusión por el humo, la oscuridad de la noche y las prisas, estamos siendo atacados por piratas, lo que al principio pensaba eran truenos en un día de calma, casi al  instante se oye un zumbido como un silbato hasta explotar contra el costado barco, los cañonazos llenan el aire con olor a pólvora dando un aspecto fantasmal en el ambiente, ya en cubierta es difícil describir el horror de la lucha cuerpo a cuerpo quizás sea lo más parecido al infierno, docenas de hombres se baten en duelo con espadas y cuchillos, palos y puños se alzan para intentar en furiosos arrebatos encontrar la diferencia entre la vida y la muerte que nos rodea por doquier.
            Hombres de tez oscura y cabeza cubierta por turbantes trepan por el casco del barco profiriendo gritos inhumanos con los ojos inyectados en sangre, resbalo al llegar a   la cubierta con un líquido pegajoso, con horror descubro que se trata de sangre, a mis pies se amontonan cuerpos mutilados producto de la batalla, en sus caras se reflejan las caras de espanto y los ojos casi fuera de sus órbitas, nadie a bordo se esperaba un ataque tan rápido y cruento. Es la primera vez que siento en mis entrañas lo más parecido al odio, no soy consciente de mis actos y en un arrebato de furia salgo corriendo hacia los que nos atacan, golpeo al primero en la cabeza sintiendo como se quiebran los huesos de su cuello, a otro lo agarro de un brazo en el que tiene una espada y le golpeo hasta que deja de gritar como un cerdo en un matadero , en un instante me doy cuenta que el arma que sujeto se trata de una pierna ensangrentada que recogí a tientas en el suelo, con horror me cubro la cara sin saber cómo reaccionar, fue lo último que recuerdo de aquella noche, un fuerte golpe en la cabeza me deja inerte en el suelo hasta que pierdo el conocimiento.
            Despierto poco a poco temiendo saber de mi existencia, ¿estoy muerto? ¡¡Por mucho que lo intento no puedo apenas moverme!! La luz me ciega incrementando mi nerviosismo tan solo escucho lamentos y quejidos, algunos llaman entre lloriqueos a sus madres otros permanecen inertes en la antesala de la muerte, el espectáculo es caótico, entre las sombras distingo los cuerpos de los que hace poco eran gente alegre ahora son cadáveres ensangrentados pidiendo ayuda a gritos, estamos atados de pies y manos, apenas siento correr la sangre por mis venas y mi corazón llora de arrepentimiento, he matado, Dios mío perdóname, lloro en silencio también por la impotencia de no poder articular palabra, no sé donde se encuentra Serafín, temo por saber que lo hayan asesinado, tardo en darme cuenta que estamos en un barco, olores de orina y heces se mezclan con olores a sal en el ambiente, cuesta respirar, intento sacar la cabeza y aspirar todo el aire que pueda, la cabeza me da vueltas y noto que me desmayo sin poder evitarlo.
            Todo el viaje a sido una incesante pesadilla entre la consciencia y el letargo de un sueño del que apenas me quedan fuerzas para intentar despertar, ya no recuerdo cuantos días y noches han transcurrido desde nuestra captura, ya sé que somos prisioneros en un barco pirata berberisco, a veces les oigo hablar entre ellos distinguiendo algunas frases en árabe, agradecemos cuando nos echan agua de mar a través de unas rejas en el techo de nuestra prisión en la bodega del navío, una vez al día nos liberan de nuestras cadenas para darnos una palangana de agua y frutos secos con lo que nos alimentamos, he sido testigo como han golpeado a varios hombres al intentar hablar entre ellos para averiguar de nuestra situación, somos tan sólo perros infieles así suelen llamarnos con desprecio entre risas y escupitajos.
            Cuando las fuerzas parecían abandonarnos por fin hemos llegado a puerto, graznidos de gaviotas se mezclan con el ajetreo del populacho en un pulular de bestias de carga, barriles, carromatos, gritos y festejos por los que llegan a sus hogares, en el viaje han fallecido varios presos que sencillamente han arrojado por la borda con todo tipo de maldiciones y blasfemias, se quejan del mal olor a bordo y del poco precio que conseguirán al pedir rescate por tantos pobres piojosos cristianos, sea cual sea la cultura o la religión del tirano la vida carece de valor si alguien no paga con oro la avaricia y la maldad humana, estamos en la ciudad de Túnez en el norte de África a orillas del  mar Mediterráneo donde confluye el comercio del Magreb, una ciudad donde confluyen diferentes culturas en la que predomina la influencia árabe, su lengua, costumbres y su fe inquebrantable al Islam, atados en hilera fuimos separados en pequeños grupos de cinco conducidos entre las estrechas calles de la ciudad a empujones y patadas, los niños tenían hoy un motivo especial para juegos y diversión, uno de sus pasatiempos era pegarnos con finas varas de madera en las piernas para ver como tropezábamos de agotamiento, mientras sus madres cubiertas de cabeza a los pies no dejaban de chillar arengándolos para continuar con el acoso, era una procesión de andrajosos y mutilados, las ropas tan solo eran jirones de tela cubiertos de sangre y todo tipo de suciedad en la que las nubes de moscas tenían un festín garantizado.
            Ya en las afueras de la ciudad llegamos a una apartada casa, muy cerca de ella unos muros con tejado de hojas de palmera hacen de cuadra para cabras y camellos, de uno de sus gruesos muros se disponen unas cadenas donde nos sujetan las muñecas con cepos de hierro, temo por la vida de un joven que va a mi lado al que apenas veo respirar, ha tenido episodios en nuestra larga caminata en los que parecía haber perdido la cordura, antes de que me sujeten a las cadenas intento acercarme para ayudarlo, no he podido terminar de hacer la señal de la cruz, una gruesa porra me ha golpeado en las costillas con gritos coléricos de nuestros verdugos. El calor es insoportable el sol está llegando a lo más alto y en la lejanía oigo la llamada a la oración desde la torre de un mezquita cercana, Al-Láhu Akbar Al-Láhu Akbar, una de las cinco oraciones en las que los musulmanes se arrodillan en dirección a la Meca dando gracias a su Dios.
            Por primera vez en esta etapa de sufrimiento me doy cuenta de mi propia miseria, he perdido a mi mejor amigo Serafín, ya no tengo la bolsa con los útiles de escritura y los remedios para curar a los enfermos y lo peor es que he perdido el crucifijo de madera que llevaba atado por la cintura, dentro del mismo estaba la joya por la que tanto he sufrido, en mi cuello magullado cuelga sin ser vista una pequeña cruz de hierro como fiel testigo de mi fe en Cristo, soy un fraile que ha perdido la libertad, soy un pecador que ha matado a seres humanos en un delirio de locura, algo o alguien en mi interior me dice que no me rinda que siga luchando en memoria de la cristiandad, no creo tener el valor suficiente para enfrentarme a mis torturadores pero no puedo rendirme ahora necesito mantener mi mente ocupada analizando todo lo sucedido, nuestros secuestradores lo tienen todo bien organizado, nos han separado por grupos para evitar perder su valiosa mercancía en el caso de algún ataque, me temo que no hay un solo jefe entre estos bandidos, al separarnos por grupos es más fácil traspasar fronteras en busca de refugio hasta lograr su objetivo, pedir un rescate por nuestras vidas no creo en venganzas por diferencias de credo todo es tan solo un negocio.  
               

martes, 20 de marzo de 2012

CAPITULO XXXVII, La dama blanca.



              







          

                                                      CAPITULO XXXVII

                                                           La dama blanca









            Sentí por un instante la inquietud y el miedo lo reconozco, miraba tras de mí por intentar sondear la oscuridad por saber si alguien o algo me seguía pero sonreí por mis temores infundados, tan solo pasó un instante a volverme y continuar mi caminata cuando frente a mí se me apareció una señora vestida por completo de blanco con un ropaje de fino lienzo meciéndose con el aire, un alarido salió de mi garganta y dando un traspiés caí de culo en el suelo empapado de sudor, ¿de dónde había aparecido esta señora? Con las manos extendidas le hacía señales de que se alejara mientras mis pies tenían convulsiones nerviosas por intentar alejarme del duro suelo donde me encontraba.

            Era una mujer de mediana edad, no sabría calcular por el intenso nerviosismo que me había provocado, tan solo hizo un gesto acompañado de una sonrisa pidiéndome perdón por haberme asustado, me preguntó con voz muy dulce que hacía por aquellos caminos tan peligrosos, lobos y bandidos acechaban los caminos en busca de algún pobre viajero solitario, éste último comentario sembró aún más mi pánico, no era capaz de hablar sin dejar de mirarla, no temas jovencito, me dijo, vivo muy cerca de aquí, permíteme acompañarte hasta una taberna próxima donde podrá hospedarse en esta noche tan desapacible, me acompaña mi perro para avisarme de cualquier peligro.

            Me sentía ridículo por asustarme por nada, la señora y su perro me esperaban para continuar camino, me sacudía la tierra con nerviosismo de mi gastado hábito ganando tiempo en reponerme del susto y finalmente caminamos juntos al amparo de la noche, el perro era de gran tamaño, propio de duras tareas de guardar el ganado y proteger de los que intentaran atacar a sus dueños, se me vino a la cabeza sobre una raza de perro ancestral ya casi olvidado o extinto en sus orígenes, gruesas patas muy corpulento, con una cabeza grande y muy peludo, inquieto, nervioso e independiente en su caminar entre matorrales y hojarasca del camino, una raza propia de Galicia con un clima duro para bestias y personas.

            Caminábamos en silencio hasta que distinguí muy cerca una luz amarillenta en un recodo del camino la señora se queda quieta con la mirada perdida por un instante y al momento me dijo, le esperábamos desde hacía tiempo para bendecir nuestra pequeña iglesia, pregunta en la posada por Ramona y dile que me has visto, ella sabrá atenderte, sentía una extraña sensación de paz e inquietud, esa noche pregunté por Ramona y lo que me contó todavía me produce escalofríos con tan solo recordarlo, con cara de asombro escuchaba el relato del encuentro con la dama blanca, ya en la posada se habían reunido con nosotros varios aldeanos pendientes de nuestra conversación, la dama blanca era un espectro, una muerta errante de los caminos, fue ajusticiada por sus propios vecinos acusada de brujería, la conocían como la meiga marimanta, hace años desparecieron de la aldea dos niños y la acusaron de asesinato por ello, fue colgada de una soga a un árbol oculta en el bosque, a partir de entonces se les aparecía a los viajeros por los caminos vestida con el vestido blanco con el que le dieron sepultura lejos del cementerio, su maldición antes de morir fue que nunca mujer de aquella aldea pariera ninguna criatura incluso me relataban de ovejas y terneros con malformaciones demoníacas, animales con dos cabezas o cinco patas, aberraciones malditas producto del hechizo de la bruja.

            Ésa noche no pude dormir en paz a  pesar de mi cansancio, Ramona me preparó una infusión para calmar mi estado de nerviosismo, detrás de la puerta de mi habitación dejó una escoba colocada al revés para mantener alejado al meigallo, cualquier hechizo que pudiera haberme caído al cruzarse en mi camino tan misteriosa mujer atormentada.

            Los que allí se encontrábamos reunidos no eran capaces de dar opiniones al relato de Serafín, hombres acostumbrados a todo tipo de sufrimientos para conseguir el sustento sentían la cobardía por los extraños poderes que podían tener las mujeres, uno de ellos afirmaba convencido que Dios creó a la mujer para dar placer al hombre y procurarle del castigo en la tierra, en una de esas pausas Joao le pregunta a Serafín sobre mi silencio, si soy mudo de nacimiento y si entiendo cuando me hablan, mi compañero sonríe y le contesta, no, no es mudo de nacimiento, Pedro es mi compañero de viaje desde hace mucho tiempo, antes hablaba sin descanso por lo que de noche dormía con la boca abierta para poder respirar de tan agotadoras chácharas, hace ya mucho tiempo fui testigo de los alaridos de mi compañero al darse cuenta que un gato le había comido la lengua mientras dormía por lo que a partir de esa fatídica noche no volvió a pronunciar palabra alguna. Todavía no he parado de reírme al recordar la cara de asombro de los marineros al escuchar tan inverosímil anécdota, terminamos riéndonos hasta bien entrada la madrugada en una noche de diversión y sana camaradería.

            Ya en mi camarote recuerdo todo lo que esta noche he escuchado, mis oraciones por los miedos que me producen todo lo que nos cuentas estos marinos, no tan solo por lo que puedan ser leyendas para asustar a los niños, siempre hay algo de verdad cuando se cuentan mentiras con la finalidad de crear el asombro de quienes escuchamos, bien en sabido de timos y estafas por parte de gentes sin escrúpulos para engañar con argucias a tanta gente inocente en aquella España que siento tan lejana en la distancia y el tiempo, me viene a la memoria en una de mis muchas noches a pie de camastro de enfermos de gravedad la inquietud que me producía escuchar conversaciones animadas entre el moribundo y espectros que tan solo él podía ver al igual de niños que afirmaban tener amigos invisibles con los que jugaban y hablaban. No puedo dormir, quizás las voces que habitan en mi cabeza son el fruto de una locura de la cual desconozco tenga una posible sanación, dudo de mi cordura mental y el desasosiego que provoca en mi el no poder compartir tan siquiera con mi fiel amigo Serafín los males que me atormentan, confieso mis temores por el posible rechazo que pueda producirle al no poder explicarle libremente mis pesadillas, encontré la ocasión una mañana en la que después de cumplir con nuestras habituales rutinas a bordo nos dispusimos a compartir un frugal almuerzo en cubierta.

            Comencé mi relato a Serafín manifiestamente inquieto por el nerviosismo con el que le planteaba un secreto de confesión, la conversación de la noche anterior hablando de misterios me daba la oportunidad de pedir ayuda a quien siempre me había demostrado lealtad, presentía sin tener una razón de que se acercaba el final de un etapa en mi vida un sexto sentido me avisaba de un peligro se cernía sobre mi vida para dar un giro inesperado a la razón de mi existencia y ello quizás me obligaba a compartir una carga que era de justicia hablar con mi compañero de aventuras. Terminé mi relato con la paciencia de Serafín al preguntarme si había entendido realmente lo que le intentaba explicar, me agotaba pensar y dar interpretación a mis sueños, a las pesadillas en las que sentía estar a merced de voces extrañas con mensajes en mi cabeza, palabras o frases de difícil interpretación, me sentí aliviado al ver una sonrisa en mi amigo después de una larga pausa, él también intentaba darme a entender que ya conocía de mi extraño mal, me decía que luchaba en sueños dando manotazos al aire, atormentado en mi propio mundo de espíritus de tinieblas, ya estaba acostumbrado con el paso de tanto tiempo de convivencia, escuchad Pedro me decía, todos los seres humanos en este mundo tenemos una misión por cumplir, la vuestra quizás por tantas emociones sufridas o por lo tanto que habéis estudiado esté trastornada pero una cosa si es segura hermano, las cosas no suceden por casualidad, el orden por el cual se rige nuestra vida no es casual, todo pertenece a lo establecido por Nuestro Dios, esa última frase me hizo recordar la conversación con el capitán Andrea Mestre, necesitaba volver a visitar su camarote para encontrar respuestas en el mapa que tanta inquietud había creado en mi, confesé a Serafín de mis dudas al respecto por lo que nos encaminamos a buscar a un capitán preocupado por el retraso en nuestro viaje pero afable en darnos ocupación en ordenar su tesoro, una biblioteca donde encontré respuestas y más preguntas por resolver.

            Debo reconocer de la ayuda recibida por Andrea, a pesar de sus modales rudos, propios de un hombre de mar siempre había un brillo en su mirada cada vez que contemplaba los magníficos libros rebosantes en su biblioteca, hombre de mundo que gustaba compartir de anécdotas e historias sobre tantos descubrimientos del hombre, distraídos en su compañía se dio cuenta de que mi mirada buscaba ansiosamente el mapa de la mesa y tocándome en el brazo como si de un ciego se tratara me acompañó para verlo con más detalle, veo que estáis interesado también en la cartografía, me asombra vuestra ansia por conocer mundo. Ante vosotros el país de Catay, el país de la seda y las especias, el oro de las indias orientales, un mapa donde se describe parte del territorio conocido por un artífice en los viajes hasta esas tierras tan lejanas y misteriosas, le pregunto por señas por los signos marcados en rojo en algunos puntos del citado mapa a lo que me contesta que a pesar de estar versado en distintos idiomas conocidos no sabe interpretar la legendaria escritura china, consiste en trazos de un orden tan preciso obra de un fino pincel, confiesa nuestro anfitrión de su valor por tratarse de una pieza traída por mercaderes hace muchos años.
                Sin darle mayor importancia rebusca en montañas de libros y manuscritos hasta encontrar un grueso libro de tapas sencillas que me entrega ceremoniosamente, al sentirlo en mis manos crea expectativas en mi mirada con la que recreo mi propio tiempo para sondear en su sabiduría, acaricio sus tapas de fina piel con gravados en oro en letras de relieve, al tocarlo espero sentir algo que me aclare la mente , se llama Il Milione, Divisament du Monde, su autor un veneciano llamado Marco Polo un viajero incansable y  sagaz comerciante en un país del que hasta ahora nunca había oído hablar y del que no tenía referencias históricas, una gran pregunta me vino a la mente dejándome la mente en blanco, ¿ porqué la joya tenía inscripciones en letras chinas? ¿Qué señal intentaba guiarme? Tanto Andrea como Serafín también se dieron cuenta del gran pesar de haber causado en mí el descubrir una parte del acertijo por el cual mi vida desde la niñez me había conducido finalmente a una pista tan inquietante. Ese día lo dedique por entero a devorar entre sus páginas todo clase de referencias a situaciones geográficas, pueblos, aldeas, ríos y montañas, intentando memorizar nombres tan extraños en una lengua tan singular, admiraba a su autor tan solo por sentirme en un nexo de unión fruto de las circunstancias o quizás fuera de un plan más allá de lo comprensible por mi mente racional, recordaba nuevamente una frase repetida últimamente, no existen las casualidades, busco entre sus letras los signos que me hagan recordar coincidencias con los que figuran en la joya que poseo, los conozco de memoria, han sido muchos años observándolos sin tener idea de su significado, recuerdo siendo un niño cuando me agobiaba la idea de ver letras cuando me iniciaba en el estudio, no tenía paciencia y me desesperaba el aprender tan despacio.               

martes, 13 de marzo de 2012

CAPITULO XXXVI, Leyendas y mitos

                                                    CAPITULO XXXVI

                                                      Leyendas y mitos





           

           

            La rutina a bordo es una constante, la disciplina en las labores diarias hace que la tripulación se inquiete con riñas por pequeñas diferencias en opiniones dispares, algunos manifiestan de la incertidumbre por su destino al sentirse a la deriva en un mar infinito, las labores de reparación no han cesado para subsanar los daños sufridos en el timón del buque, llevamos muchos días navegando sin rumbo a merced de las corrientes que mueven el barco a su antojo sin otra novedad de vislumbrar el horizonte como una fina línea de intensa luz que daña y confunde al mirarla, algunos padecen de mareos y calenturas producto del intenso calor durante el día, el sol abrasador ha provocado quemaduras en algunos hombres a los que atiendo con emplastos de hiervas y cataplasmas de aguardiente, al atardecer continúo escribiendo e implorando en mis oraciones para que las cosas mejoren.

            He perdido la cuenta en días y noches sin poder descansar, después de abandonarme en el sopor del hastío noto un bullicio en cubierta, por fin llegan noticias de esperanza, el barco esta reparado y como una señal de gracia el viento llega sacudiendo las maderas en crujidos lamentosos de esta nave con un impulso de esperanza, cae la noche y los marineros miran la oscura bóveda celeste siguiendo y señalando constelaciones y estrellas, soñando el rumbo correcto para continuar nuestro viaje, veo sonrisas, canciones y vino, motivo suficiente para levantar el ánimo en una tripulación acostumbrada a los rigores caprichosos de la naturaleza, recuerdo en mis inicios de estudiante la lectura de un manuscrito denominado tratado sobre la conducta humana y su relación con los animales, hubo una reflexión que me dejó intrigado por su simpleza, hablaba sobre la forma de demostrar alegría y satisfacción personal con una abierta sonrisa, una mueca a veces involuntaria entre los hombres que demostraba un pacto de no agresión a un semejante, en cambio el mismo gesto en un animal carnívoro demostraba lo contrario el peligro de morder al enseñar los dientes como muestra de fiereza salvaje, es curioso que a veces me viene a la memoria lecturas ya olvidadas tiempo atrás con recuerdos y sensaciones de experiencias que me marcaron siendo un adolescente, esa misma noche me reúno con un grupo de marinos que charlan sentados al abrigo del viento, una pequeña hoguera en un caldero de hierro da calor al ambiente y entre risas y chanzas cuentan de aventuras allende los mares.

            No he creído en mis relatos escribir sobre las experiencias de los hombres sobre su convivencia con esposas o damas de compañía en las que se hable sobre las practicas intimas para procrear la especie, por supuesto me he sentido en la tentación de conocer los misterios que rodean a tales acciones pero el sacrificio de la carne purifica el espíritu y libera de la esclavitud de placeres carnales que nublan la razón, en casi todas las charlas entre hombres siempre aparecían las mujeres como protagonistas de historias y una de ellas es la que escuché de labios de un hombre de origen portugués conocido por Joao, decía de un poblado apartado en la selva americana tan solo habitado por mujeres que se dedicaban a labores de agricultura y ganadería, eran mujeres doncellas que no conocían a hombres, eran conocidas por la leyenda como las amazonas, feroces guerreras y portentosas jinetes a caballo, diestras en la lucha como certeras con el arco y las flechas, dicen según comentaba Joao que muy pocos hombres pudieron escapar después de caer prisioneros, tan solo los utilizaban para procrear, en el caso de nacer varones serían sacrificados en honor a su diosa, las niñas doncellas más capacitadas en el arte de la lucha les amputaban un pecho desde temprana edad con la finalidad de mejorar en destreza con el manejo del arco, a sus espalda guardaban las flechas en un recipiente tubular llamado carcaj.

            Después de oír la leyenda se mantiene por instante un silencio en el que cada uno hace reflexiones con gestos de asombro, entre ruidosos eructos otro marino de piel oscura se anima a continuar con otra nueva historia manteniendo la intriga con la que expectantes estamos a la espera de nuevos portentos y asombros de tierras lejanas, dada mi desgracia al no poder hablar e interrumpir a quien habla siempre tengo la suerte de no producir rechazo en reuniones en las que todos quieren su protagonismo para expresarse, a veces sufro por no poder preguntar abiertamente por la curiosidad que me invade pero aprendo en silencio a interpretar gestos y emociones en sus rostros, lo que había comenzado con risas y juergas se va tornando en susurros discretos, es sabido de la superstición de los hombres del mar que guardan secretos de oscuros temores, los semblantes se vuelven serios y el hombre conocido como Aruk comienza su relato.

            El origen de leyendas e historias siempre queda en una nube de olvido ya que a nadie le suele interesar sus inicios y si en los protagonistas de las narraciones, cada uno sufre las vivencias con diferente ánimo sintiéndose imbuido por la propia trama, contaba a la par con la anterior narración de un tribu tierra adentro del continente americano habitado por gigantes que triplicaban la altura de un hombre civilizado, eran salvajes como bestias sin más vestimenta que las pieles de animales a los que daban muerte con largas lanzas hechas de gruesas varas de madera con la punta afilada, no eran como los hombres conocidos ya que no tenían cabeza sobre los hombros, su cara era una fea maldición marcada a la altura del pecho, torpes en movimientos pero de vista muy aguda y fuerza sobrenatural, dicen que a pesar de ser monstruos si tenían conocimientos en construcción en piedra, colonizadores españoles afirman que vivían en El Dorado, un lugar remoto en la selva con pirámides hechas de piedra y oro, ciudades tan brillantes de este metal precioso que a muchas leguas de distancia se veían los destellos alumbrando el cielo con sus reflejos de espejo, escucho atentamente y recuerdo haber oído antes un relato parecido con diferentes adornos pero casualmente con las mismas miradas ansiosas al escuchar de tanta riqueza, dicen que en el inicio de los tiempos sé describió ese lugar como el paraíso de Adán y Eva, un lugar donde la fruta crecía por doquier en abundancia, animales mansos convivían sin comportarse como bestias asesinas, era un mundo bendecido por Dios en su magna obra, todo se tornó salvaje por la desobediencia de Eva al comer de la fruta prohibida un resultado del castigo de nuestro Dios como penitencia por las acciones de los hombres, siendo jovencito me inicié en la lectura de Las Sagradas Escrituras, en sus páginas sentí la grandeza de La Creación y los misterios de Dios al crear el mundo.

           Tan ensimismado estoy que no reparo en que Serafín se une a nuestra reunión manteniendo un discreto silencio sin disimular el asombro por lo que ha escuchado, hace la señal de la cruz entornando los ojos sin atreverse a levantar la cabeza, al sentirse observado pregunta con voz trémula sobre tantos prodigios y demonios, que clase de habitantes existen en América propios del averno.

            No solo habitan en tierras escondidas de miradas extrañas interpela otro marino que apenas había visto antes, ríos y mares son refugio natural de bestias infernales, mi padre fue marino antes que yo, continúa en su explicación, fue enrolado como esclavo en labores propias de la mar surcando ríos y mares que muchos hombres jamás conocerán, me contaba siendo muy niño de unos misteriosos seres llamados sirenas, mujeres hasta la cintura y cuerpo de pez brillante, las noches de calma y silencio cantaban una melodía parecida al sonido que emiten las flautas que volvían locos a quienes las escuchaban hasta sangrar los oídos, caían por la borda de los barcos y se los llevaban a las profundidades del océano para devorarlos, también me contaba sobre los pulpos gigantes que atenazaban con sus tentáculos a los barcos pequeños hasta romperlos en un abrazo como si se tratara de cascaras de nuez podrida, no llegué a conocer a mi madre, murió de fiebres cuando nací, mi padre vivió muchos años con otra mujer que conoció en el mismo poblado, en aquella época era normal tener varias mujeres a pesar de ser pecado mortal, en mi poblado es tradición contar los hechos de nuestros ancestros con el fin de no quedar en el olvido sus espíritus errantes, ahora todo es distinto, soy un buen cristiano pero no olvido mis humildes orígenes cuando tan solo conocíamos lo que la naturaleza nos otorgaba, la riqueza de la pesca en ríos y mares.

            Continuamos con un incomodo silencio tan solo roto por el movimiento al comer trozos de tocino seco y galletas rancias, apartamos distraídos los bichitos que comen de nuestro sustento, la comida es el único momento de absoluto silencio, hace tiempo que no tenemos suerte con el arte de la pesca, hace ya un tiempo pude probar la carne de tortuga, al principio tuve rechazo al comer de un animal tan feo y extraño, estuvo caminando en el barco durante horas entre chanzas de varios marinos que incluso se sentaban sobre ella por su gran tamaño, terminó siendo degollada como se suele matar a los cerdos y otros animales de granja, reconozco que su carne es apreciada por su sabor parecido al pollo de carne blanca y tierna.

            Serafín se anima para contar una historia que hasta ese día no le había oído, quizás por el temor en nombrar espantos y aberraciones inhumanas, sucedió en tierras gallegas en una taberna apartada de caminos y sendas, allí llegué una noche después de una caminata por densos bosques, recuerdo tan solo la luna llena por la que podía distinguir la vereda al caminar, apenas llevaba pocos meses en la orden de los jesuitas y me dirigía a una iglesia muy apartada en los montes donde tan solo acudían pastores y viajeros del camino de Santiago como peregrinos, el invierno comenzaba con el frio propio de las montañas el aire solo traía el rumor de las hojas al moverlas el viento, inocente entonces no me preocupaba nada, llevaba mi biblia y una vara con la que poder tantear el camino o escalar por sus riscos escarpados, en un momento sentí un silencio que me hizo detenerme en mi caminar, presentía una presencia, notaba como el vello de mi cuerpo provocaba un estremecimiento irracional, no estaba solo pero no había nadie hasta donde mis ojos me permitían ver en la oscuridad.

            La tensión se palpaba en el grupo que escuchábamos con atención el relato de Serafín, veía las caras con bocas abiertas esperando el desenlace al misterio del caminante, nadie se atrevía a interrumpir la narración, gente curiosa que gustaba de cuentos que no habían oído antes.

     

jueves, 8 de marzo de 2012

CAPITULO XXXV Mar de las damas



                                                       CAPITULO XXXV

                                                        Mar de las damas







            La reunión con el capitán Andrea se prolongó hasta altas horas de la madrugada, confesaba del ansia por poder hablar libremente de tantas dudas y temores que atormentaban su vida, no todo lo he podido plasmar en estos escritos ya que una parte de su conversación pertenecía al secreto de confesión, poco pude ayudar en su afligido ánimo, de vez en cuando en los momentos que su mente luchaba por expulsar los demonios de su alma entre largos tragos de la botella intentaba garabatear en mi pizarra las preguntas oportunas que causaran el detonante para seguir el hilo de la conversación, recuerdo una sombra de mi infancia cuando mi madre en una ocasión hablaba con mi hermano reprimiéndole por haber mentido, confieso mi culpa al delatarlo sin ser consciente de las tramas de los mayores, mi madre, con la sabiduría que tan solo concede Dios en su infinita naturaleza descubría tarde o temprano las argucias propias de niños pilluelos a la vez que sabía que niños y borrachos siempre dicen la verdad sin ser conscientes de ello.

            Quizás quien lea estos escritos también se pregunte que motivo tenía el capitán para reunirse con un miserable fraile jesuita como yo, no me menosprecio por mi condición de seguidor de Cristo pero me sobrepasaba encontrarme entre tanto arte, cultura, historia y misterio, si, tenía la sospecha de que mi benefactor Andrea Mestre era la llave para sondear mis propias dudas existenciales, durante su exposición dejó una frase que me llenó de inquietud, sabed hermano Pedro que las cosas no suceden por casualidad, todo en esta vida tiene un orden natural para enlazar vínculos entre las diferentes culturas siendo extensivo a situaciones personales e incluso a lugares en la geografía donde coinciden extraños encuentros, sabía que en su situación de embriaguez no era consciente de sus palabras, ¿o quizás si? según lo que me decían los padres jesuitas yo no era tonto, nunca me dijeron si estaba capacitado para el estudio pero siempre me animaron a continuar con una vocación que yo mismo desconocía. Al hilo de mis propias meditaciones caí en lo que podía ser una simple casualidad, el apellido del capitán era Mestre, si interpreto mas allá de un apellido veneciano puede significar maestro o rabbi.

            Sentía una emoción interior por todo lo que esa noche había descubierto, me sentía animado por continuar aprendiendo, utilizando la intuición y el estudio por todo lo que acontecía en mi vida, una intuición propia de las bestias carentes de raciocinio que para poder sobrevivir ven el peligro antes de poner su vida en la balanza de la naturaleza, vivir o morir, no hay mas misterio que el reto de la propia vida, debo reconocer un pensamiento negativo que cruza por mi mente, a la mayor parte de la humanidad no le importan en absoluto los problemas ajenos, algo tan simple y devastador como para aferrarte a las enseñanzas de Cristo y luchar por el bien común sacrificando incluso nuestras propias vidas.

            Andrea Mestre roncaba ruidosamente despatarrado en su amplio sillón, debía por dar por finalizada la reunión y me disponía a retirarme al cuarto donde mi hermano Serafín también descansaba, apagaba las luces de los farolillos de la habitación y cuando estaba a punto de abandonar la estancia algo me llamó poderosamente la atención. Fue una extraña sensación, no era consciente lo que contemplaba en la penumbra de la estancia pero sabía que debía mirar con atención un mapa amarillento desplegado en la mesa, nervioso intente adaptar la vista para ver con más nitidez, ¡¡no era posible!! restregaba mis ojos para conseguir distinguir entre los contornos de costas, montañas, ríos y estrellas picudas de puntos geográficos unas letras o simplemente símbolos, garabatos que no descifraba pero si conocía, mis dedos acariciaban la superficie rugosa palpando la gruesa tinta que en relieve marcaba sus contornos,  entre líneas rectas que separaban grados y latitudes marítimas estaba lo que había visto en sueños desde mi niñez, no podía creerlo, mi respiración empezaba a acelerarse, el corazón lo sentía latir con la fuerza del galopar de un caballo, había encontrado una señal que había visto en sueños y pesadillas, un grabado en símbolos que recuerdo también tenía la joya que obraba en mi poder desde aquel día fatídico en mi infancia.

            No recuerdo nada más de aquella noche, a pesar de haber escuchado al capitán y ser consciente de lo sucedido ya que una parte lo escribí en su compañía el resto es tan solo una niebla que tapa mis sentidos, amanece y tengo un terrible dolor de cabeza, me siento mareado y confuso, no creo oportuno preguntarle a Andrea por ese misterioso mapa si en realidad existe, esperaré el momento oportuno para intentar averiguar sobre su origen, no creo oportuno desvelarle mi propio secreto quizás el sepa interpretar los extraños símbolos del objeto que poseo pero ya me lo advirtió D. Francisco de su peligro al caer en manos extrañas, la codicia humana no tiene límites, a lo largo de mi vida he sido testigo de la venta del alma al mismísimo Satanás por unas simples monedas, todo es confuso, quizás haya sido la bebida de aquella noche la que ahora nubla mis sentidos haciéndome creer en falsas quimeras, no tengo tiempo para mayores meditaciones, el mar se muestra caprichoso con rachas de viento intenso, las olas salpican mi rostro consiguiendo hacerme volver a la realidad, oigo el pitido de aviso de tormenta y los marineros sueltan todo tipo de maldiciones para recoger velas en un afanado correr por la cubierta, algunos, los menos veteranos han dispuesto de sogas gruesas con las que afanosamente se amarran por la cintura para evitar caer por la borda ante un mar embravecido, otros trepan con agilidad por el palo mayor ajustando trinquetes y arboladura, el viento arrecia y oigo decir que se aproxima una fuerte tempestad, el horizonte produce destellos de un blanco cegador iluminando por instantes el rostro desencajado de los marineros , negras nubes asoman por el horizonte como presagio de una desgracia divina, me siento desolado ante tal magnitud de la naturaleza, da la impresión de que seremos tragados por las fauces de un cielo poseído con poderosas mandíbulas, Dios nos asista, lo que en principio parecía una fina lluvia ahora se ha convertido en un autentico diluvio, oigo truenos ensordecedores como replicas de cañonazos acompañados del fulgor de los destellos de relámpagos blancos que extienden sus finas garras sobre la superficie del mar como espectros de garras blancas, un marinero cercano al que conocen como Giuseppe cuenta concentrado en voz baja la cadencia en los truenos, me cuenta a voz en grito que es una forma de calcular la distancia de la tormenta, no sé si el estremecimiento de mi cuerpo es por la duda de si escaparemos vivos o por el frio y el miedo que me invade, tenía entendido según cuentan los marinos que atravesamos el mar de las damas, así se describía por lo calmo de sus aguas ya que hasta una señora sería capaz de manejar el timón del barco, siento un tirón violento de la manga, es Serafín al que apenas distingo en su semblante, blanco como la cera tira de mi para obligarme a bajar hasta el camarote.

            No se a ciencia cierta cuanto a durado esta pesadilla, me siento apaleado y en estado de sopor nauseabundo apenas me mantengo en pie para poder atender a Serafín postrado en su camastro, veo que no responde a mi llamada y veo con preocupación un morado en su frente, mantiene sus constantes vitales pero no reacciona ante las sacudidas con las que intento recuperarlo, le administro de un pequeño frasco un brebaje al que reacciona con espasmos de tos, me alivia comprobar que sigue vivo.

            Hago acopio de la fuerza de voluntad para intentar dando traspiés y golpeándome contra las maderas para subir a cubierta, al final del tramo de escaleras consigo abrir la escotilla que da al exterior, la puerta esta atorada al hincharse por efecto de tanta agua, siento en mi rostro el aliento del aire frio, la brisa marina azota mi rostro, despunta el alba en el horizonte con calma chicha, apenas se oyen ruidos y el mar se encuentra en calma, apenas se nota el movimiento del barco, oigo conversar a los marinos mientras otean el infinito horizonte ayudándose de las manos en un rictus de preocupada concentración, les oigo comentar que el barco ha perdido el rumbo establecido a causa de la tormenta, otros se afanan en reparar los daños causados por la tormenta y haciendo inventario de víveres y enseres a bordo, afortunadamente no han sucedido desgracias personales, en un pergamino un marinero busca a todos los pasajeros para asegurarse de que ninguno haya desaparecido en el mar, mientras el capitán con sus más allegados mandos despliegan todo  tipo de artilugios y mapas, las ordenes son firmes y pasan de boca en boca como una cadena de acciones de precisa maquinaria, soy capaz de olvidar por unos instantes mis propias preocupaciones contemplando la disciplina a bordo, a pesar de la rutina en el barco presiento que las cosas no van bien, intento concentrarme en las caras y los gestos de quienes tienen en sus manos el mando del barco, es curioso todo lo que se puede deducir tan solo por sus facciones no exentas de contrariedad y por el continuo gesticular de sus brazos y manos surcando el aire con energía posicionando sus manos casi imperceptiblemente en movimientos desafiantes reafirmando con absoluta convicción sus argumentos, ya había oído del carácter fuerte y autoritario de estas gentes italianas, absorto en todo lo que mi mente es capaz de deducir no noto un brazo que rodea mis hombros y una sonrisa del marinero que conocen por el apodo de “risitas”, hombre corpulento y bonachón que siempre pone la nota de alegría en sus canciones de voz ronca y profunda, narrador incansable y siempre con una sonrisa que a mi entender puede ser la razón de que su mente no siempre está con nosotros, lo he observado en ocasiones cuando cree estar solo y le oigo gimotear absoluto silencio, algo me hace sospechar de su cordura mental o que quizás su mente sea la de un niño en el cuerpo de un hombre, lo que en otras ocasiones había visto con estupor que podría tratarse de un ligero retraso mental, me intrigan las enfermedades pero no dejo de inquietarme por todo lo que respecta a las acciones descontroladas, el mundo tiene un orden natural mas allá de lo que muchos estudiosos han llegado a sondear , quizás sea el propio temor personal de estar poseído por mis propios demonios y no saber si el camino elegido para mi vida sea la de mi absoluta dedicación a Dios en su infinita gracia de predicar su bondad en tantas desgracias que me han tocado vivir.