sábado, 26 de marzo de 2011

CAPITULO XI, Cárcel Real

CAPITULO XI
Cárcel Real

Casimiro Andrade, se presenta el alcaide estrechándome la mano con fuerza, vuelvo a sonreír con disimulo, curioso nombre para alguien que todo lo ve, lo que no viera con sus propios ojos ya se encargaban los que aquí se les conocía como “los familiares”, gente contratada a cambio de favores y pequeños privilegios a cambio de informar de cualquier actividad sospechosa de incumplir con las leyes en la ciudad. Bien era sabido que en la cárcel se fraguaban muchos negocios de diferente cuantía mediante sobornos, amenazas, chantajes incluso palizas contratadas para cualquier fin.
Nos adentramos al patio después de sortear las tres rejas principales, a la derecha se encuentra el edificio de la cárcel de mujeres administrada por una beata, ya hoy veo con distintos ojos el movimiento de una parte de sus inquilinos con camastros a cuestas, cargando con sábanas, transportando alimentos y desarrollando diferentes actividades bajo la atenta mirada de guardias uniformados, más de ochocientos inquilinos me dice Casimiro,¿inquilinos? me pregunto. Presos con diferentes delitos y condenas, nada grave en su mayor parte ya que aquí se juzga como tribunal civil. La cárcel tiene su propia organización, las cuadras que recorren la muralla están destinadas para presos con delitos leves y aposentos para la propia guardia, los pasillos son tan estrechos que solo pueden pasar en fila de uno en uno para evitar aglomeraciones en el caso de motín, en las cuatro torres o almenas se dispone el polvorín y las armerías para la defensa en caso de ataques del exterior, en la plaza que estamos se encuentra la enfermería, una capilla, varias tabernas y bodegas atendidas por condenados con delitos de deuda y faltas leves, abastos de fruta, lavandería, panadería, despachos para jueces , escribanos, fiscales, abogados, clérigos, administradores, sirvientes, lacayos, esclavos y distintas salas de reuniones y careos. El primer entresuelo se divide en cuadras y a su vez en cámaras y estas últimas en celdas, todas ellas destinadas según la gravedad del delito. El segundo entresuelo igual que el anterior pero para delitos más graves y en el tercer entresuelo la distribución no varía pero se incluyen las salas de confesión y donde se aplican técnicas para conseguirlas, es donde reunen a los reos de sangre, los más peligrosos.
“No quiero aburrirle con detalles, acompáñeme y le continúo contando hermano Pedro, ¿puedo llamarle así? Con la cabeza así lo afirmo y en la pizarra lo escribo como presentación oficial con mi apellido, Pedro de León.
Entramos en una pequeña habitación con una parca decoración, un pequeño ventanuco con rejas que deja pasar un soplo de aire y finos rayos de luz que iluminan la estancia, sólo un instante me quedo alelado viendo como flotan entre los rayos de sol pequeñas motitas de polvo que flotan, chocan, desaparecen y bailan entre la luz, vuelvo a concentrarme, todo esto me aburre, estoy incomodo por la parsimonia de esta entrevista, no sé para qué estoy aquí sentado frente a este pedante personaje con aires de matón con uniforme. Él se sienta en una alta silla tras una mesa y yo me siento en otra más baja y frente a él, rápidamente le doy a entender mi interés por la pareja de presos que bajo su tutela dejamos, sé que me pierden las formas cuando me siento acorralado por el hastío, me gusta la acción y manejarme con libertad para elegir mis pasos. “Tranquilo Pedro, de eso mismo y de otras cosas quiero hablarle pero todo a su tiempo”. Esa frase hace que vuelva a sentarme a recapacitar, paciencia Pedro me digo y respiro lentamente. “Verá, me he visto obligado a citarle en privado por lo delicado de esta conversación. No lo creo oportuno pero si lo hago en el secreto de las diligencias en el proceso y del secreto de sumario en los detalles, al igual que usted en su oficio de confesor le recuerdo no hablar o indicar nada de lo que aquí le haga saber. Para que me vaya entendiendo y me remito al documento donde figura su primera declaración jurada, (hace una pausa buscando en la mesa, revolviendo papeles y con parsimonia se coloca unas pequeñas gafas en la punta de la nariz, me mira para ver si estoy atento al próximo movimiento y continúa), declara una relativa amistad casual de compañeros de viaje con la pareja compuesta por Bernardina y Agapito durante varios días de viaje en tierras de la comarca de Andalucía, ¿es eso correcto ?” Afirmo con la cabeza y acto seguido su cuerpo se adelanta sobre la mesa, apoya sus codos en la misma sin quitarme los ojos de encima, retira sus gafas con lentitud y me escupe la siguiente frase que me deja aturdido: “¡Hermano Pedro, está usted metido en un buen lío!”. La habitación me da la impresión que se estrecha a mi alrededor el calor me sofoca, tengo la boca seca y las manos me tiemblan, tengo escalofríos y sudo como un cerdo, la cara ha perdido el color. Casimiro que ve conseguido su efecto teatral me sirve una jarra de agua sin quitarme sus ojos de encima ni un momento, el agua consigue darme un momento para tragar lo que oigo, me siento como un cordero frente a un astuto lobo que me enseña sus afilados colmillos.
Se levanta de la silla dando un rodeo a la mesa donde solo se sienta de medio lado quedando su mirada constante desde mayor altura. “Verá Pedro, así están las cosas, no hemos podido interrogar a Bernardina por encontrarse indispuesta de las heridas de la cara y la boca, pero si lo hemos hecho a su marido Agapito y cuál es nuestra sorpresa al preguntarle por lo sucedido en el campamento. Amigo, ha empezado a cantar como un ruiseñor simplemente con invitarle a hacerlo”. No me creo nada de lo que me está contando, ¿quién le interroga? ¿una monja? Dios me perdone por la comparación pero este hombre me toma por tonto además de mudo.
“Cuenta del tocamiento con mentalidad obscena a niños del campamento aprovechando la soledad de la noche y el retiro de los matorrales y bosques cercanos, no puedo continuar con todo el relato ya que hay episodios tan delicados en su contenido que ni siquiera usted podría permanecer impasible, continuaremos añadiendo más argumentos a su expediente en otro momento cuando descanse, ha sido un día agotador, entienda, usted lo conoce por haber compartido su amistad”. Este comentario me provoca escalofríos por el tono empleado al decirlo. “Sabe perfectamente que Agapito no está físicamente preparado para aguantar por mucho tiempo el intenso interrogatorio al que lo podemos someter, sabemos por experiencia utilizar métodos muy convincentes por lo que, en cuanto se recupere volveremos a visitarlo”.
Por si era poco, con cara de compasión continúa: “Pedro, no voy a detenerlo, no tengo ninguna prueba contra usted y sinceramente no me parece usted mala persona, me he informado de sus andares sin encontrar de momento ninguna queja, al contrario, a todos a los que hemos preguntado le tienen gran aprecio por su caridad, amor y cuidado de enfermos de todo tipo”. Noto en el monólogo del alcaide Casimiro su interés por quedar bien conmigo y ganarse mi confianza quizás por ello y pecando por su ego y su orgullo revela sin querer lo que sospechaba pero no tenía pruebas de ello. “Hay un testigo que ha declarado comentarios poniendo en duda su vocación y entrega a la orden religiosa que representa por lo que he visto interesante ver su reacción ante tal acusación velada”. No hace falta ser muy sagaz para darse cuenta que mi amigo Narciso tiene algún oscuro interés por verme metido en la cárcel o quizás algo peor simplemente por el placer de causar daño a mi persona, lo que realmente puede ser fatal por manchar con la deshonra a la Orden de los Jesuitas con mis propias acciones.
“Le voy a pedir algo, por eso estamos aquí, para llegar a un acuerdo común que satisfaga varias necesidades, le ofrezco cobijo en una de nuestras celdas de régimen abierto con camastro y comida caliente, usted a cambio se dedicará a cuidar de los enfermos en esta cárcel y a otras labores en las que pueda ser útil, la posada donde ha dormido es un nido de ladrones, gentuza, asesinos y gente de malvivir, aquí se sentirá más seguro y en libertad, a la vez me hará compañía para compartir los avances en este proceso. Sé que se dedica a escribir y aquí estará tranquilo, créame lo hago por su bien, en el momento que la calle se entere de los delitos de su amigo Agapito no habrá ningún lugar seguro para usted en toda Sevilla”.
Al principio mi preocupación era por Bernardina, por el robo de una bolsa de monedas a un noble pero el pecado contra natura revestía de gravedad un crimen imperdonable contra las criaturas más inocentes y puras de la Creación Divina, no podía olvidar semejante atrocidad a pesar de conocer y haber convivido un tiempo con esta alimaña del Averno.
Al salir de la habitación entraba o salía de otro mundo no podía creer lo que había oído. Seco mis manos en el hábito no tanto para desprenderme del sudor, más bien para darle a entender a mi cerebro que mi cuerpo necesita que lo activen para volver a recordar la cordura que me acongoja, hay fragmentos de la conversación con el alcaide Casimiro que no he podido transcribir, hubo un momento en el que la mente se quedó en blanco como una negación inconsciente de la realidad de la vida. No me encontraba preparado para este día, un problema peor sería que esta macabra historia solo acababa de comenzar, mi propio vía crucis y los acontecimientos que cambiarían definitivamente el rumbo de mi vida en los próximos meses.
Así acaba mi entrevista ese día con el alcaide quedando pendiente mi decisión ante su propuesta, al salir por la puerta de entrada a la cárcel Real se queda de pie con las piernas abiertas y los brazos detrás de la espalda. Esa posición corporal y sin quitarme la vista de encima me da a entender que es él quien manda sobre el destino del resto de mortales, me estará vigilando donde quiera que vaya y lo peor de todo las frases que ha dejado caer sobre mí son peor que el cubo de orines y excrementos con el que me dieron el recibimiento en esta gran ciudad.

jueves, 17 de marzo de 2011

CAPITULO X Quien no ha visto Sevilla no conoce maravilla

                                                             CAPITULO X
                                 Quien no ha visto Sevilla no conoce maravilla

  


Nos encontramos en Aljarafe y por ello corresponde a la jurisdicción del tribunal de Sevilla la competencia para juzgar este delito, mañana vendrán un alguacil y dos funcionarios a los que acompañaremos en un carruaje para tal efecto. Necesito respirar, los heridos descansan en su carruaje cubierto sin posibilidad que puedan escapar, he podido curar la cara de Bernardina con unas gasas que envuelven toda la cabeza, sus brazos tienen magulladuras pero presentan mejor color y Agapito presentaba la cara morada y pérdida de conciencia sin tener ningún hueso roto, ha sido un milagro no verlos muertos, cada vez entiendo menos la saña con la que se les ha castigado.
Ha sido una noche muy agitada, no he podido ni descansar y mucho menos dormir, las pesadillas me acompañan y llega un momento que ya no sé si estoy despierto o he conseguido olvidarme de todo lo que se me viene encima, el caso es que ya luce el sol y un nuevo día me espera. Las horas pasan lentamente y yo solo espero el peor momento cuando vengan a recogerme para emprender viaje, lo único que me mantiene cuerdo es la oración hasta las primeras horas de la tarde cuando llega la autoridad con su pompa y su boato. Siempre de negro, un color que solo de verlo me producen escalofríos por los hombres que lo visten y lo que representan, ¿justicia? ¿ley? ¿de quién ? ¿de los hombres ? no, creo que no, pero yo solo soy un instrumento de Dios en esta tierra de tormentos, no soy quien para este tipo de opiniones que no comparto, suerte que estoy privado del habla, el secreto que acecha en lo más profundo de mi subconsciente esta agazapado como una fiera acorralada preparada para atacar cuando la situación sea más oportuna. Dios dame fuerzas para continuar la misión que me encomendaste, cuida de mi alma y no me abandones.
La comitiva se prepara para partir camino a Sevilla ya bien entrada la tarde, después de reunirnos el Capitán nos comenta la conveniencia de salir tarde para emprender el camino, no hay una larga distancia pero al separarnos del resto de viajeros podemos ser emboscados por bandidos y saqueadores que puedan estar al acecho, la ventaja es que a estas horas no les quedan ganas a los camorristas y bravucones  de formar piquetes de linchamiento, ya tienen bastante esa pareja de cerdos con la que le han dado mis soldados. El sol se desvanece en el horizonte con débiles rayos que dan un aspecto fantasmal a caballos y jinetes, antes de la partida se me encoge el corazón al ver a la pareja de reos sujetos con unas cadenas desproporcionadas en tamaño para la amenaza real que representan, poco tiempo después de abandonar al resto de la muchedumbre encendemos las antorchas, la noche nos cubre con un techo de estrellas que brillan al contemplarlas, ese momento me hace recordar cuando siendo un niño me acostaba en el prado sintiendo el fresco tacto de la hierba y boca arriba me dedicaba a contarlas hasta que me quedaba dormido con el arrullo de la suave brisa,  el viaje transcurre sin grandes novedades, cada uno de los jinetes está sumido en sus propias cavilaciones prácticamente nadie habla y por supuesto yo no pronuncio ni una palabra.
Sevilla, vamos llegando a la entrada a la ciudad y lo primero que recuerdo es pasar un puente con un arco en el que se lee de un escudo de piedra “quien no ha visto Sevilla no conoce maravilla”. Pienso en la ironía de la vida y en qué circunstancias me veo, solo el río Guadalquivir distrae por un momento tales pensamientos. Ya nos acercamos a Santa María la Blanca en lo que conoce como barrio de El Arenal junto a la zona de este puerto, le oigo comentar al alguacil que este es uno de los barrios más peligrosos de la ciudad donde se reúnen casi siempre los domingos las pandillas de ladrones, bandidos, y gente de mal vivir para dilucidar sus problemas con cualquier tipo de arma, ya bien sea a pedradas, navajazos, a palos e incluso con armas de fuego.
Buques de carga, carabelas, galeones, naos, galeras y barcas. Es impresionante el despliegue que se abre ante mis cansados ojos según avanzamos a orillas del Guadalquivir, hasta hace poco tiempo me deleité con Cádiz y su mar, pero esto era aún más espectacular, contemplaba el reposo de gigantescos navíos de vela que surcaban los mares con destino América y Las Indias.
 Vuelvo a la realidad al paso de una estrecha calle de camino a la plaza de San Francisco camino hacia la cárcel Real y el Ayuntamiento. Siento caer sobre mi y el resto del séquito un cubo de agua, ¿agua? mierda, pienso con repugnancia; son orines y deshechos que han lanzado por una ventana, no estoy acostumbrado a estos edificios tan altos y por lo que oigo comentar es frecuente que lancen desde las ventanas cualquier tipo de porquerías sin importarles quien transita  por debajo.
Una chiquillería harapienta y bulliciosa corre tras  la carreta, se cuelgan de su parte trasera sujetándose en la ventana de hierro forjado que da entrada de aire a la jaula, hoy es la novedad para la ciudad de Sevilla la entrada de carnaza nueva para tener de que cotillear, pocas cosas distraen más a una población ociosa que alguna ejecución pública y notoria, ojalá todo esto acabe lo antes posible. Nadie le da importancia a lo que hacen estos niños, por lo visto es habitual esa clase de pillerías sin tener en cuenta ni valorar el peligro en que las ruedas puedan pasarle por encima de sus frágiles cuerpos amputando alguno de sus miembros o peor causarles la muerte. Me he rezagado  unos metros tras la carreta distraído con estos pillastres, evoco mi infancia y me extraña que siga vivo y con brazos y piernas intactos, yo también fui muy golfo pero ya hace mucho tiempo, sigo distraído con mis recuerdos y me doy cuenta que no le quito la vista a un niño en concreto que me tiene hipnotizado, ya es un mozalbete de doce o trece años, parece el cabecilla de esta pandilla de asalto a toda carrera, lo más curioso y que me deja perplejo es su destreza con la muleta, si, han entendido bien corre como un poseído pero le falta una de sus piernas desde la cadera, de un salto trepa hasta la ventana con rejas, oigo entre susurros una conversación con Bernardina en ese dialecto antiguo llamado romaní, el muchacho gira la cabeza y se me queda mirando fijamente para después desaparecer  entre las estrechas calles del puerto.
 Atrás dejamos las fachadas sencillas de influencia islámica ya que en su cultura la comodidad de sus moradores se encuentra en los patios del  interior, recuerdo la casa de mi amigo Mustafá en Cádiz, no se puede decir lo mismo de la limpieza, los olores cambian de una calle a otra o incluso se entremezclan, olores de comida, fritos, verduras cocidas, barbacoas de carne, condimentos aromáticos, se mezclan con perfumes, aceites, hierbas aromáticas y por supuesto todo tipo de excrementos, desperdicios, restos de pescado podrido, huesos de distintos animales, escombros, tenderetes...
Un calor pegajoso y denso, humos azulados y negros y sobre todo las distintas razas que aquí conviven: gitanos, judíos conversos, moriscos, árabes y emigrantes de muchas partes del mundo conocido. Nuestro camino se ve cada vez más lento intentando evitar a todo este gentío y tantos obstáculos, dejamos atrás las estrechas calles y nos encaminamos hacia la plaza de San Francisco donde se encuentra nuestro destino, la Cárcel Real, contemplo maravillado la arquitectura de esta parte grandiosa de la ciudad, las calles son rectas, anchas y muy largas con edificios de fachadas sencillas de piedra de cantería con amplias ventanas cubiertas de rejas y filigranas.
Cárcel Real, un edificio de fachada sin adornos y de gran extensión, pasamos un gran arco custodiado por dos guardias que nos dan el alto y tras saludar al alguacil entramos en una amplia plaza tras las primeras rejas muy altas rematadas con puntas de flecha, la plaza es de forma cuadrada con amplios arcos que dan sombra a pasillos largos con puertas de madera oscuras y gruesas, la guardia se hace cargo de bestias y carruaje y nosotros empezamos una caminata por pasillos, puertas, más puertas, sótanos, escaleras que descienden, rejas y más rejas todo ello con paradas para que, quien nos guía maneje con gran soltura un grueso manojo de llaves de hierro. A este paso ya me siento perdido, puede ser por causa del cansancio del viaje, los olores a pena y a tristeza que desprenden estos muros o al no sentirme cómodo en este lugar tan tétrico.
Entramos en un gran salón sin ventanas con paredes adornadas tan solo por gruesos cortinajes de color rojo, rematados con encajes en dorado, de frente un Cristo crucificado casi de tamaño natural, al pié una docena de sillas de respaldos muy altos en madera oscura con finas tallas de ángeles y demonios de ojos saltones, una mesa que va de un extremo a otro con tinteros, pergaminos, libros y todo tipo de objetos que no llego a distinguir, lo que más me impacta es el ambiente que allí se respira, creo no saber describirlo. Al abrirse una puerta lateral entra un ayudante de cámara uniformado manteniendo la puerta y a continuación una procesión de curas, escribientes, letrados y todos los componentes de un tribunal.
Durante ese día he contestado algunas preguntas por escrito, ha sido breve y me indican que un lacayo me acompañará hasta la salida, no puedo abandonar Sevilla y tendré que estar localizado para cuando el tribunal así lo requiera y demande, son las primeras diligencias y declaraciones por lo que cuando declare D. Narciso se tomarán las primeras medidas con los acusados.
Salgo a la calle y respiro una gran bocanada de aire mirando hacia un cielo completamente azul, tengo la sensación de que alguien me observa, inquieto miro en todas direcciones con un cierto nerviosismo, si, allí está, en la acera de enfrente un niño permanece impasible con la mirada clavada en mí, parece una estatua sin moverse a pesar del continuo movimiento de gentes que por la calle transita, pero, una de sus piernas es de madera, no, una muleta que sujeta debajo de su axila, esquivo a un mendigo y cuando vuelvo a mirar ha desaparecido.
No muy lejos de la Cárcel Real hay una posada en la que me sumerjo en el vino y la contemplación para que me ayude a conciliar el sueño, comparto un miserable camastro con una docena de hombres tan humildes como yo, no tengo tiempo de fijarme en los detalles ya que a duras penas llego trastabillando en un sopor etílico a tumbarme cayendo como un saco rendido física y emocionalmente.
A la mañana me siento mejor, he descansado a pesar de la carga que soporta mi cansada cabeza, hoy no sé cuál será el rumbo que tome a la espera de ser citado por el tribunal. No será necesario continuar pensando en lo que sucederá a continuación, en la puerta de la posada encuentro la respuesta y no es agradable en absoluto, D. Narciso me espera en la calle con sus mejores ropajes, un pañuelo de lino blanco cubre su cara dando a entender que los olores ambientales afectan su delicada nariz de noble. Se dirige a mi haciéndome saber que estoy citado nuevamente a presentarme ante el tribunal, me comenta que se ha tomado la molestia de acercarse a buscarme para evitar la impresión que me pueda causar la presencia de los guardias de la cárcel que me enviará a recoger el alcaide. “Usted me conoce fraile, así, si no le importa yo le acompaño y hablamos, bueno, perdóneme, (sonríe y me sujeta del brazo como un halcón con su presa mientras caminamos), quizás usted pueda darme a entender lo que sabe de lo sucedido en el campamento, sé de su dedicación a los misteriosos caminos del Señor Nuestro Dios y de la autoridad que la Iglesia le ha concedido para poder confesar los pecados de sus semejantes. Por supuesto no pretendo saber que oscuros secretos han revelado esa pareja de hijo putas pero soy consciente a la vez como hombre recto y de intachable honor que por mi acaudalada condición social y mi piadoso corazón puedo ser de gran ayuda a la obra de Nuestro Dios con un dispendio en oro que puede incrementar el patrimonio de Nuestra Santa Madre Iglesia en el monasterio de su Orden, los Jesuitas”. No sé si lo que he oído es real, pues me sube del estómago un reflujo de áspero vino que me llena en un buche de sabor ácido la boca dejando un poso que me hace picar la garganta y deja correr lágrimas en mis ojos. “Tranquilo hermano sé que la oferta es tentadora, (me da unas palmaditas en la espalda), piénselo, sé que le emociona al verle derramar  lágrimas, así soy yo de generoso, amigo de mis amigos, procuro retirar de las calles la inmundicia de gentuza, con mi mano derecha de justicia y con mi mano izquierda me acojo al amparo de mi caridad y generosidad cristiana”.
Es un comentario de alguien que presenta la acusación contra esta pareja con la que compartí momentos de fraternidad y camaradería. No llego a recordar en ninguna ocasión de mi vida sentirme tan molesto, ofendido en mi fe y de tan mal humor, inconscientemente me froto con la mano el brazo en el que me sentía tan incómodo con la presión que este personaje me tenía agarrado, me olvido por un momento de mi condición de servidor de Nuestro Señor Jesucristo y me dejo llevar por un sentimiento de pecado y vileza humana ¡odio a este hombre! Creo que es el demonio disfrazado de oveja, le doy a entender que no sé nada, ni vi nada,  lo dejo solo en mitad de la calle con cara de perplejidad y mirada hostil, sacude su fino pañuelo de blanco lino elevando su brazo en el aire y al agitarlo con soltura como una banderita acude hasta él un hombre de piel oscura a su encuentro tapándolo, es tan alto como yo pero de una corpulencia y musculatura que llama la atención, debe ser un esclavo morisco encargado de su seguridad personal.
Ya estoy cerca de las puertas de la cárcel y ojalá por hoy se acaben las sorpresas, según camino siento el aguijón en la nuca de sentirme observado, serán imaginaciones mías, me duele la cabeza siento jaquecas por la resaca de la noche anterior y por sentirme nervioso con lo que he oído. Veo salir a mi encuentro al alcaide de la cárcel. “Caramba padre que casualidad justo me disponía a buscarlo para comentarle los avances de la investigación y mantener con usted una charla que nos puede interesar a ambos, nuevamente sin ser conscientes de que soy mudo me invitan a mantener una conversación”. No puedo evitar sonreír a pesar de no ser el mejor momento, hay algo que no he mencionado y creo es de importancia para entender mi actual situación, para ello tengo que remontarme a mi despedida de la ciudad de Cádiz y más concretamente al recuerdo fraternal de mi amigo Mustafá de quien tanto aprendí y tantos momentos felices disfruté en su compañía.
 Fue el día de mi despedida, por sanar a su amada esposa me ofreció cualquier recompensa a la que yo agradecido en su gesto preferí obviar. Nunca me han llamado la atención los bienes terrenales, soy feliz con la vida que llevo y mis exiguas posesiones, pero mi sorpresa fue cuando me entregó una tablilla de color negro, si, otra vez el mismo color de mis eternas pesadillas, enmarcada por un sencillo marco de madera, me quedé mirándola sin saber la utilidad de un objeto tan simple y hermoso a la vez, con una sonrisa inocente y limpia se agachó en el suelo para recoger una piedrita blanca, seguidamente comenzó a garabatear sobre la tabla unos signos muy hermosos de caligrafía árabe para mostrármelos con  un gesto de humildad y respeto en sus ojos, mi sorpresa fue mayúscula ante tal espectáculo de magia recreando mi mirada en los signos que para mí eran el tesoro de la humanidad, el lenguaje escrito no solo en libros.
Después de un momento de perplejidad le indiqué el significado de lo que estaba escrito, yo también podía hacerlo pero me llevaría más tiempo y esfuerzo, estas fueron sus palabras: “retén lo que vivas, nunca olvides lo qué tus ojos vean y deja escrito todo lo que sienta tu corazón”. Un estremecimiento me recorrió el cuerpo en un escalofrío, esas palabras las recordaba de tiempos pasados pero me sentía confundido y quedaron en simple anécdota.

CAPITULO IX La sombra del cobarde

CAPITULO IX                
                                              La sombra del cobarde
                                       


            Oigo gritos y voces a una cierta distancia de donde me encuentro sumido en la contemplación y el rezo vespertino, acuden rápidamente varios soldados para ver qué sucede, es frecuente con el roce de gentes de todas las condiciones sociales y distintas creencias las riñas y las peleas pero nunca llegan a más desgracia que heridas en sus orgullos, esta vez sucede algo más grave, también corre hacia el mismo lugar un séquito de criados, lacayos y servidumbre de un noble que sólo sé que se llama Olegario Fernández de Córdoba un acaudalado señor que viene desde Palencia con negocios de trata de esclavos moros y otras artes de dudosa procedencia. Forman un corro a un carromato del campamento y cada vez es mayor el populacho y la expectación que se está creando, soy curioso por naturaleza eso puede ser bueno para aprender cada vez más y en otras ocasiones es mejor alejarse de todo lo que pueda traer desgracias e infortunios, y ése es el caso de hoy.
            A medida que me voy acercando se va acrecentando mi nerviosismo, nuevamente noto por dentro el aviso del peligro con ese sexto sentido que brota dentro como el silbido de las culebras antes de atacar, sin darme cuenta como suele suceder fruto de mi obsesiva manía de observar las reacciones humanas voy de los pasos normales a una aceleración sin saber el motivo ni ser consciente de ello acompasado por un aceleramiento de los latidos del corazón, no puede ser, estoy muy cerca del populacho y creo reconocer el carromato asediado por las gentes, todo un espectáculo de chillidos, voces y gritos de diferentes matices y tonos, distingo la furia de voces de mujeres histéricas, caras de rabia y odio por parte de todos los hombres presentes, brazos en alto con cerrados puños amenazan el cielo, juramentos de todo tipo, blasfemias paganas, gritos y más gritos, histeria colectiva, rostros desfigurados por la rabia contenida, un alboroto que va tomando el cariz de revuelta popular o linchamiento contra alguien pero no puedo ver de quien o quienes se trata, alguno de los presentes ya tienen en sus manos grandes piedras que en su loca carrera por ver las novedades ya van preparados , otros han traído sus hierros de labranza, hachas , hazadas, y todo tipo de improvisadas armas más propias del quehacer diario en las labores del campo que para blandir contra sus semejantes, Dios nos asista en su infinita benevolencia, hasta donde se puede llegar por buscar descargar las propias frustraciones personales en las desgracias ajenas? Cuántos cobardes se protegen a la sombra de desconocidos para ver quién es más bestia?.
 Los soldados no dejan de mirarse entre ellos esperando que a la orden de su fiero capitán desenvainen las espadas, crece la confusión y el nerviosismo de todos los presentes, un trueno y una larga lengua de humo azul se dibuja en el aire dejando olor a  pólvora flotando sobre los manifestantes, todos los presentes agachan por instinto sus cuerpos al unísono quedándose quietos y en silencio se miran las caras unos a otros esperando cual será el paso siguiente y quien es el valiente que continúa haciendo bravuconadas dentro de esta jauría de locos hechizados. Contemplo toda la escena atónito dentro de mi capucha, que por efecto de la lluvia cubre mi cabeza, me veo como un oso dentro de su guarida esperando que sucede a continuación.
            El Capitán de la Guardia toma el control del populacho con un trabuco que ha disparado al aire, se planta en el centro, ahora ya se siente más seguro y mira uno a uno a los presentes con la mirada desafiante dando vueltas en círculo, alza un vozarrón que nos sacude a todos con una cara inyectada en sangre luciendo una bocaza con dientes mellados y negros que salpican de saliva a los más cercanos a él, tan solo por su fealdad y la cara de furia que le transforma más de uno retrocede espantado ¡¡  me cago en la puta que los parió, al primero que se mueva lo reviento, a ver quien tiene cojones de respirar !! solo se oyen murmullos como un enjambre de moscas alrededor de una mierda fresca, el temor a las armas de fuego empieza a causar una pausa en todo este enredo hasta que entra en acción D. Narciso Fernández de Córdoba antes mencionado, acomoda sus vestiduras para dar una pausa a su propio nerviosismo dando palmaditas a su ropa quitando una suciedad que no existe, carraspea indeciso, estira el cuello alzando la cabeza dignamente dejando una puesta en escena propia a los teatrillos de la feria en
 los pueblos, que curiosos los gestos de las personas en determinados momentos de sus vidas cuando se abstraen en su propio ego y sin percatarse que son observados por ojos críticos demuestran claramente quienes son realmente, cual es su cuna y su trayectoria personal con los demás, se dirige al centro de la  improvisada plaza de toros donde bufa el feo Capitán de la Guardia, comienza el espectáculo.
            Como un pavo real con las plumas desplegadas, manos en jarra y sintiéndose el autentico protagonista del interés popular comienza su relato.
 Con la venia de usía y con el permiso de todos los presentes, acudo hoy ante la representación de la ley con una grave acusación contra unos delincuentes aquí presentes a las que se ha pillado in fraganti contra mi propiedad, a saber, una de ellas por el robo de una bolsa de monedas que portaba en mi cinturón y la otra por encontrarla en una situación delicada descrito como, crimen y pecado contra natura   atentando contra la decencia humana en la peor aberración inimaginable propia de animales irracionales y de los discípulos de Satanás y su infierno en llamas, tengo que añadir que me acompañan los testigos también aquí presentes para dar fiel testimonio de mis afirmaciones.
            Inconscientemente me llevo los dedos a la frente, al pecho, a la izquierda y a la derecha,  Padre Nuestro que estás en los cielos… esto cada vez se pone peor si cabe.
            El Capitán de la Guardia y los soldados presentes han aprovechado para pertrecharse de más armas y situarse estratégicamente en torno al carromato protegiendo con un muro de corazas lo que en ella se esconde. Ya es mediodía y el cansancio hace mella en los presentes eso y la orden tajante del ejercito con su Capitán a la cabeza de que se retiren cada uno a sus ocupaciones, se disuelvan y vuelvan por donde vinieron, lo que allí se tenga que dilucidar sólo le corresponde a la representación del ejercito quien mantiene la ley,
            El resto del día pasa lentamente a la espera de recibir noticias de lo sucedido, me siento intranquilo y vuelvo a retomar mis oraciones con más decisión que fervor no puedo concentrarme en mis plegarias no encuentro el nexo de unión de mi espíritu con las oraciones que me unen a Dios. Ya es bien entrada la noche, muchos son los que se han retirado a sus carromatos a descansar o por el contrario preparan alfombras y mantas para dormir a cielo raso al lado de las frecuentes hogueras que salpican la campiña, otros en cambio mantienen largas discusiones especulando en lo que hoy han visto, lo que posiblemente haya pasado o lo que sus retorcidas mentes y sucias lenguas tratan de recrear para asombro de los que no pudieron correr tan deprisa para estar en primera fila disfrutando de tamaña novedad, hombres, mujeres y niños con ojos y bocas muy abiertos permanecen atónitos y perplejos temiendo perderse algún detalle escabroso de los múltiples relatos e invenciones que esta noche se cuentan, es curioso que, a lo largo y ancho de esta España siempre hay personas que disfrutan con chácharas insulsas carentes de sentido por sus fantasías solo por el puro placer de sentirse importantes, por un momento de gloria reconocida en sus miserables vidas, no, no es una reflexión de rencor ni envidia por el prójimo creo que la misión que Dios me ha concedido es la de contar la verdad de lo que veo y siento, no me motiva ningún reconocimiento de bienes terrenales ni me inspiran los elogios de los mortales como yo que me rodean. A lo largo de mi camino he tenido ocasión de compartir vivencias de verdaderos ilustres de la escritura y el relato fieles a su propia conciencia pero con otros fines distintos a los míos, un ejemplo fue hace un tiempo al conocer y convivir con un extranjero nativo de las Islas de Gran Bretaña un viajero que recorría los caminos de nuestro Santo Apóstol Santiago desde Francia pasando por Galicia sus historias narraban las magnificas construcciones eclesiásticas del siglo XII el estilo gótico y el románico y de aquellas almas atormentadas que por su voluntad de sacrificio hicieron posible la grandeza del arte que podemos contemplar, creo recordar que su nombre era Kent Follett pero no quiero desviarme de mi propia historia con recuerdos que me distraen en mis cavilaciones.
   Un momento, hay un soldado de pie frente a mí, levanto la cara y la dejo al descubierto retirando mi capucha para mirarlo y él me comenta en voz baja, verá hermano Pedro vengo a buscarlo por orden de mi Capitán, ruego que me acompañe en silencio para no alterar el descanso de estas gentes, ya bastante hemos tenido por hoy. Así lo hago y sigo sus pasos navegando en mi mente el porqué de mi presencia con el Capitán de la Guardia.
            Ha cambiado el escenario, tranquilidad, silencio, caras largas, cabezas agachadas mirando al suelo como esperando alguna extraña bendición, el Capitán no me mira directamente a la cara cuando empieza a comentarme que por mi condición de servidor de los poderes de la Santa Madre Iglesia tengo que partir con una comitiva hacia Sevilla, el asunto que se ha tratado con el Sr. Narciso es de máxima gravedad y hasta cierto punto necesitan aclarar algunos puntos oscuros de lo relatado en este agitado día, hay algo más hermano, se toca la oreja, tuerce el ceño, arruga la cara y me dice, usted sabe de curar y esas cosas verdad?... no presiento nada bueno pero dejo que siga hablando verá entre en ese carromato y vea que se puede hacer. Entro y no puedo evitar el espanto que me produce la escena, Bernardina o la que yo me imagino esta tirada en el suelo de madera en un charco de sangre reseca con la cara desfigurada por golpes, un ojo casi fuera de las órbitas y numerosos moratones en los brazos, Agapito es una madeja de trapo en posición fetal en un rincón, aún no sé su estado pero no pinta nada bien, ahora entiendo que los soldados se han empleado a fondo con esta pareja, esta situación me confunde, actúo rápidamente, lo más prioritario es socorrerles como buen cristiano, las preguntas y las dudas serán en otro momento.
            Han sido varios días en los que ambos se han debatido entre la vida y la muerte he tenido que emplearme a fondo durante muchas horas de vigilia aplicando agua caliente, infusiones, ungüentos y emplastes para bajar las fiebres que les atormentaban, hubo una noche en la que la mejoría de ambos era notable y escuché en una nube por el cansancio y el sueño la siguiente frase entre ellos, no descubras la verdad, se fuerte, es nuestro secreto. Secreto? Hasta hoy no pensaba que aparte de mí nadie guardara algún oscuro secreto en su vida, que gran equivocación, si había algo extraño, hablaban en un dialecto antiguo como el que usan los gitanos errantes en tierras lejos de las fronteras de España. Con gestos y mucha paciencia me comunicaba con el Capitán para que me aclarara el motivo de tal barbarie, él, astuto como un perro sarnoso de la calle sólo me adelantó que, había encargado grilletes y cadenas para sujetar a Bernardina, se había batido como una fiera ante las acusaciones del Sr. Narciso, presa de una locura animal no había forma de sujetarla, hicieron falta cuatro soldados para poder reducirla, uno de ellos aun tenía el brazo hinchado y a falta de un trozo de carne producto de la mordida de la acusada.

CAPITULO VIII Lobos con piel de oveja

                                              CAPITULO VIII
                                        Lobos con piel de oveja               



Retorno nuevamente a los caminos polvorientos para unirme al numeroso grupo de gentes que por ellos transita, oigo en conversaciones que en estas tierras abundaban los robles dando sombra a todo viajero, la gran demanda de madera para la construcción de casas, barcos, galeones y galeras han diezmado el horizonte dejando en su lugar tierras de labranza y de explotación agraria y ganadera, tras jornadas agotadoras encuentro cobijo para largas caminatas de día y abrigo a la noche junto a las hogueras de los numerosos campamentos que forman la emigración de los pueblos, son momentos de confusión y revueltas, todo tipo de gentes se unen apiñados intentando encontrar su lugar en el mundo,
Judíos conversos, huyendo de la justicia, la burguesía buscando la rapiña de sus vasallos, el clero , el poder de la iglesia, soldados,  por un plato de comida caliente al día,  los nobles, un mejor posicionamiento político ante la rapiña de sus oprimidos campesinos y estos últimos sufriendo el castigo por todos los lados, una emigración en crisis durante el reinado de Carlos V que veía como el imperio español se fraccionaba  en torrentes nómadas sin tener la unión de los pueblos que gobernaba. Un caso aparte son asesinos, bandoleros, vagabundos, enfermos, prostitutas y asaltantes de toda calaña que entre mares tan revueltos y confusos de humanidad encuentran donde hincar sus dientes ennegrecidos por el hambre y su propia vida de locura, horror y muerte.
                                     En estos días las corrientes de viajeros proceden en su mayoría del norte de España, transportan grandes carromatos con fardos de  lana y pieles tirados por parejas de bueyes. De las mesetas de Castilla, trigo, cebada, aceite, hierro  y vino, todos con un mismo destino, llegan rumores que ha estallado la revolución en tierras de Castilla cansados del yugo real, revueltas sangrientas contra el poder del gobierno para recaudar más dinero de sus vasallos, malas cosechas , subida de precios, impuestos, tributos y abusos de un rey desacreditado por sus gustos extravagantes por la buena vida de lujo afrancesada, las fiestas en palacio y sus gustos por la caza, los caballos y los torneos militares. Las tierras andaluzas ven aumentar su población notándose ya la especulación por el valor de solares cercanos al núcleo central de las capitales para la construcción de grandes mansiones destinadas en su mayor parte a los nobles y señores.
                            Todos escapamos de la hambruna y persiguiendo el soñado mar              para afrontar viajes de fortuna hacia América y las Indias en las que se prometen grandes tesoros y un futuro de esperanzas. Campos de Andalucía de olivos y sol, los días pasan y nuevamente me asalta la duda de hacia dónde encaminaré mis pasos, de momento me dejo llevar por el éxodo de almas y quizás en otro momento vuelva a retomar mi próximo destino.
            Una de las noches calentaba mis huesos recostado al lado de una hoguera escuchando todo lo que allí se comentaba, había hecho cierta amistad con una familia de origen sin definir por su marcado acento extranjero creo que se trataba de gitanos errantes, Bernardina, una mujerona hermosa en todos los sentidos, muy alta de pelo negro y rizado, nunca la vi sin peinar y con un lustre y brillo en su cabello que siempre untaba con un aceite de linaza para darle brillo, unos ojos grandes de color verde como el campo y sus labios asemejaban la fruta madura, de sus orejas aretes grandes de fina trama de oro como los collares que adornaban un cuello tan ancho como un toro bravo, un cuerpo de gran volumen y un culo tan grande como el de una vaca, imagino que por estar sentada y tirada si trabajar se conseguía ese sorprendente resultado.
 Su marido Agapito era lo contrario a esta mujer, muy bajito de pelitos rancios y escasos, una cabeza como una sandia pequeños ojitos y sus gráciles brazos se  parecían más a unas  ramitas resecas con unas manos de largos dedos de blanca piel, sobre su espalda una giba que encorvaba su pequeño cuerpito, era muy gracioso verle caminar pues lo hacía a saltitos como los pájaros en el suelo comiendo lombrices, extraña pareja. Nunca supe cuántos hijos tenían, tan astutos como los ratones corrían en todas las direcciones con sus juegos y alborotos, chillidos de felicidad al ignorar en su inocencia diaria los problemas de los adultos, iban y venían en incesante correteo, con sus cabecitas de pelo enmarañado, sus ropitas desgastadas y harapientas, caritas sucias de mocos y tierra, pero siempre con risas y con la energía de una edad tan temprana, éramos una gran comuna donde el intercambio era una moneda de cambio para saciar las necesidades físicas como la comida y el consuelo de compañía para desahogar lamentos o compartir los propios placeres del pecado de la carne, sí, soy fraile, pero no me veo con la autoridad en mi conciencia de juzgar al prójimo, son tiempos de vivir y dejar vivir a los demás.              
            Hay situaciones que al tratar de escribirlas dificultan mi intelecto para ser fieles reflejos como yo los viví, por los detalles anteriores pueden entender que después de cenar abundantemente de una gran olla de hierro al fuego con la ración de potaje de la noche dormíamos plácidamente a la interperie en mantas y cobijas en el suelo, todo un espectáculo de ronquidos, gruñidos, suspiros y lamentos. De pronto en la oscuridad una tremenda explosión seguida de chispazos y ceniza volando sobre la negra noche, al poco tiempo el campamento se pone en pié con preocupación y alarma, se oye el silbar de los aceros fuera de sus vainas para buscar la carne de bestias y hombres que pueden acechar algún oculto peligro.
            No, ningún ataque ni fenómeno extraño, Bernardina, en una de sus vueltas de mal dormir a soltado una atronadora flatulencia de brutal tamaño, al rato los perros dejan de ladrar solo el silencio cae como un velo sobre el campamento, todos nos miramos para entender que sucede con los ojos entornados y sin terminar de despertarnos, veo con sorpresa que varios campesinos que dormían al lado de Bernardina tapan sus bocas y entre estertores y agonía doblan sus cuerpos para vomitar sobre el sucio suelo, otros, frotan sus ojos con picores, arrugan la cara y exclaman ¡¡ vaya peste de mil demonios !!. La noche termina con maldiciones de lo más variadas y sin más sobresaltos.
 A partir de esa noche cambié de compañía, viajaba con nosotros tropa del ejercito como guarnición de ley, soldados con expresiones de agotamiento y hastío por el cansancio y las visiones del averno reflejadas en sus pupilas, son hombres acostumbrados a la vida a la interperie con los rigores del clima, recios, toscos y casi todos carentes de modales de ningún tipo, los he visto comer piezas de caza y sus miradas son como la de las alimañas mientras mastican el crujir de huesos y trozos sangrantes de carne miran a los lados para que nadie les pueda quitar su presa. Soy bien aceptado en todos los grupos con los que viajo, se imaginan que, al no poder hablar tampoco oigo, que gran error, percibo los más ligeros movimientos hasta el roce de la ropa sobre la piel, incluso al emprender la marcha con la soldadesca llego casi a quedarme dormido con el sonido y repiqueteo del metal de sus corazas y armas al caminar, son días en los que no pienso en nada, mi mente está sumida en un sopor mientras camino sin percibir lo que me rodea siento el sol acariciar mi cara y una ligera brisa me trae aromas de la naturaleza, el verdor de la hierba con las gotas de rocío, las flores con sus múltiples colores y matices, los campos de trigo mecidos por la brisa también me traen recuerdos de mi hogar cuando mi madre horneaba el pan en nuestra cocina, es el propio aliento de Dios Nuestro Padre Creador el que reconforta mi alma y da la paz a mi inquieto espíritu.
            Continúo en mi soledad el tiempo que puedo para dedicarme a escribir todo lo que puedo, son momentos en los que siento más inquietud y miedo de mi dilatada vida, las gentes con las que viajo no entienden esta afición mía en alejarme durante horas fuera de la protección del populacho en un retiro para entrar en profunda meditación con mis voces internas a las que empiezo a acostumbrarme o simplemente es pura resignación, ya no me siento seguro después de mi episodio traumático la noche del puerto de Cádiz, este capítulo de mi vida me ha marcado profundamente y temo la presencia de algún extraño en que sea participe de convulsiones más propias de un posible juicio por exorcismo de la temida Santa Inquisición, me siento frágil al desconocer los misterios de Dios dentro de mí, esa voz que impulsa mi mano a garabatear sin descanso frases inconexas que cobran sentido al serenarse mi cabeza…
            Es necesario el comienzo de un nuevo episodio para que puedan entender lo que más adelante sería una larga cadena de acontecimientos de desagradables consecuencias en las que me vería involucrado por encontrarme en el lugar equivocado sin ser partícipe del destino de personas cercanas a mí, acaso el buen Dios me imponía nuevos retos? Decidan ustedes mismos y sin más demora comienza este relato.
He oído el crujir de pisadas sigilosas que aplastan ramitas y plantas, mis brazos caen flácidos al lado de mi cuerpo, ya no oigo el trinar de los pájaros que sobre los árboles escuchaba, son imaginaciones mías o presiento la cercanía de algo o alguien, creo que estoy sudando, calor o miedo, mi respiración jadea y mis sentidos se agudizan, estoy solo en este retiro y mi única arma para poder defenderme es una pluma de ave con la que escribo y un libro gastado de tanto uso.
            La imaginación me está jugando una mala pasada o la fatiga y el hambre tienen algo que ver, mi estomago produce un retortijón de tripas en un burbujeo de líquidos y gases propios de un cuerpo en tensión, si, ahora lo presiento con mayor nitidez en la  distancia, es un caminar con roces de ropaje o eso creo, se acerca hacia unos matorrales próximos a mi lado derecho, sólo me atrevo a girar un poco la cabeza para intentar ver que puede ser pero el tronco del árbol donde apoyo mi espalda me lo impide.
            Quisiera que la tierra me tragara para no seguir el sufrimiento que me acongoja, noto en mis músculos el dolor por la inmóvil postura, no sé cuánto tiempo llevo aquí sentado pero siento la punzada de dolor en mis posaderas, la tarde ya ha caído para dejar el terreno al reino de las sombras, de pronto llega el sonido de un riachuelo, liquido que se derrama sobre hojas secas salpicando con gotitas el suelo del bosquecillo y de pronto se descubre el misterio. El pequeño Agapito se me acerca con cara de sorpresa, me tenía preocupado fraile he salido a buscarle y con la fresca de la noche aproveché para mear en esos matorrales, me quedo atónito por la aparición pero oigo con nitidez a alguien corriendo en dirección contraria a donde yo me encuentro, se encuentra bien? Tiene mala cara, ande vamos al campamento para que coma algo, no debía andar solo por estos parajes pues hay muchos peligros que no conocemos, esta última frase produjo en mi un húmedo escalofrío que volvió a ponerme los pelos de punta, había sentido algo que no me daba buena espina y poco más adelante quedarían confirmadas mis sospechas, nuevamente mi sexto sentido o algo similar me revelaba en mi interior una señal de peligro, pero, de este enclenque ancianito?... la verdad algo raro sí que era pero no  lo veía capaz de un acto de violencia contra sus semejantes, o si? vi prudente no intentar averiguar quién escapaba con tanta prisa entre zarzas, matojos y arboles, el misterio no estaba resuelto pero más adelante me arrepentiría de ser testigo de todo y de nada que aconteció en aquel lugar aquella misteriosa tarde.
            Ya llevábamos unos días caminando cuando  sentí en el aire la llegada de la lluvia, ese olor fresco que venía de un oscuro horizonte cargado de nubes esponjosas y oscuras con una brisa que me traía olores de romero, tomillo y jara de los campos cercanos, no puedo renegar de mi pasado al aire libre cuando oteaba el cielo en compañía de mis animales de granja,  no pasó mucho tiempo cuando pasamos de una fina lluvia a una tormenta de agua. Todos corrían de un lado a otro buscando refugio pero hoy comenzaba el día con malos augurios.

miércoles, 16 de marzo de 2011

CAPITULO VII Blanco sobre blanco

                                                       CAPITULO VII
                                                  Blanco sobre blanco




Los días pasan apaciblemente para mi, las gentes de este pueblo costero no parece importarles mi presencia, es un ir y venir con grandes fardos de vituallas para provisión de buques y navíos, cajas en grandes carromatos y todo tipo de mercaderías, a veces si siento sus miradas a mi espalda con risitas mal disimuladas de toscos marinos y mujeres que dejan caer sus ojos sobre mí en lastimosa expresión, a una de ellas en corrillo con otras mozas del barrio le oigo comentar, ahí va el pobrecillo, dicen que se encontró con el espanto de la vieja Feluca la muerta que vaga por los caminos dando alaridos en las noches sin luna y que por ese motivo se le quedaron los pelos blancos y perdió la voz, Virgen del amor hermoso, ni la mentes que se me ponen los pelos de punta sólo de imaginármelo, comenta otra con largos cabellos rizados y negros, manos al pecho con honda aflicción y trazos en el aire haciendo cruces con gestos de preocupación y arrepentimiento, otra de ellas con cara de salida comenta a su vez, a mi no me importaría llevarlo al huerto y cuando me viera el coño le volvería la voz, rebuznaría de puro gozo como el burro de la Casilda La Apañá, un vocerío de risas y fiesta en el corrillo, me alejo pues no quiero seguir siendo motivo de chanzas por mujerzuelas tan ordinarias, parecen perras en celo.
            Hoy mi recuerdo es para el hermano Paulino con el que compartí viaje y camino hasta nuestra separación cerca de Toledo, que habrá sido de sus andares, no me quedo tranquilo con las noticias que llegan con las matanzas que por aquellos lares se vienen sucediendo, inconscientemente acaricio el crucifijo que me regaló para sentirme más sereno, con el tiempo y debido a la mudez que padezco me dedico a escribir todo lo que puedo y dejar constancia para engrosar una biblioteca en alguno de nuestros conventos, eso me hace recordar, tendré que visitar a nuestra orden y volver a ponerme a su servicio y disposición.
            Tan absorto estoy en mis cavilaciones que no percibo la presencia a mi lado de un niño de unos cinco años aproximadamente, viste una túnica de un blanco puro que contrasta con el color de su piel aceitunada, unos ojos vivaces, despiertos y limpios me contemplan con una sonrisa en la que el destello de sus blancos dientes me dejan con la boca abierta, no parece natural y menos en el barrio portuario, tampoco puede ser un ángel del Señor pues no estoy muerto ni loco, o eso creo, hay veces que me asaltan las dudas.
            Tira de mis mangas con sus manitas para llamar mi atención y lo consigue, mueve su cabecita con un cabello negro, limpio y muy bien recortado haciendo ademanes para que me incorpore y le siga, ante mi cara de extrañeza alarga su manita y acaricia mi tupida barba y con un dedito toca mi sien acariciando la cicatriz que un día marcó un rayo. Después de fruncir el ceño con cara de preocupación suelta una risita como un gatito seguido de una voz cantarina de dulce melodía en la que no entiendo con sorpresa que me está diciendo.
            Que fácil es entender a un niño, no reflejan la maldad en sus miradas, para ellos todo es un juego inocente sin dobles intenciones, descubren su propio mundo con lo que los mayores les ofrecemos y a esta edad los juegos son más divertidos si les prestamos toda nuestra atención. Su nombre es Alí y entiendo algunos fragmentos de la conversación en árabe mezclado con palabras en un dialecto que no me es familiar todo su empeño es que continúe caminando tras sus pequeños pasos, de vez en cuando mira hacia atrás y con su eterna sonrisa y me anima a continuar, a pesar de ser tan pequeño da muestras de una gran agilidad para sortear todo tipo de obstáculos del camino, se escurre con agilidad entre la multitud a pasitos ligeros. Hemos dejado atrás el puerto y me permito buscar la sombra de un arbusto del camino para recobrar el aliento, a medida que avanzamos el horizonte se vuelve más yermo y seco, es mediodía y el calor aprieta hasta cortarme la respiración, pronto veo al final de campos de sembrado lo que parecen ser altos muros de un color blanco que daña en los ojos, una hacienda con torres acabadas en esferas picudas, grandes portones de madera tallada se abren para darnos paso a mi pequeño amigo y a mi hasta un jardín de maravilloso frescor, invade mi olfato el aroma de las flores en multitud de colores, palmeras, higueras y todo tipo de árboles frutales, en el centro una fuente de agua cristalina emite un monótono canturreo de sonidos metálicos que envuelve la tranquilidad que allí se respira, bandadas de pequeños pajaritos revolotean a mi alrededor, me quedo alelado contemplando tan esplendido jardín cuando veo que se acerca un hombre tan alto como yo, camina muy erguido vestido por entero de blanco, un tocado en forma de turbante cubre su cabeza dejando tan solo a la vista unos ojos negros de mirada acerada, parece un halcón acechando a su presa.
            Descubre el resto de su cara en la que tapaba un bigote finamente cuidado, tez surcada por arrugas como los campos después de arar y una sonrisa en la que al igual que Alí brillan unos dientes como perlas, bienvenido extranjero a mi humilde morada me dice en árabe mezclado con castellano inclina la cabeza y con una mano en el corazón extiende la otra en un grácil arco.
            Perdona que no he sido yo el que haya ido a tu encuentro pero no puedo dejar el cobijo de mi casa por estar al cuidado de mi esposa Salomé, veo que ya conoces a mi hijo Alí quién te ha traído hasta mi presencia, mi nombre es Mustafá Abdhel Rashnid Zhulea un siervo de Alá, sé por informaciones recibidas que estas impedido de la facilidad de la palabra pero solo te pido que me escuches y si es posible me ayudes en el mal que ha caído bajo el techo de mi casa.
            Soy navegante y llegué desde la península del reino de Arabia tiempo atrás con mi esposa para conseguir una vejez tranquila en estas tierras, vendí lo que poseía de valor en mis años de trabajo y decidí echar raíces para formar una familia, hace tres días que mi esposa padece unas extrañas fiebres que la mantienen postrada en sus aposentos, sé quién eres pues me mantengo informado de todo lo que por aquí sucede, Cádiz es una ciudad pequeña, somos una comunidad unida, y yo, tengo amigos que me quieren, necesito la veas y si puedes encontrar el mal que padece, serás recompensado con generosidad solo me preocupa mi mayor tesoro, mi esposa enferma.   
            Sin demora acudí a la habitación donde me indicaba Mustafá, le indiqué que me dejara solo para poder hacer un primer examen de la enferma y también evitar un posible contagio de su supuesta enfermedad, solo se trataba de una pequeña infección causada por picadas de mosquitos, era frecuente en esta época de verano plagas que podían enloquecer a una bestia picando y parasitando en sus ojos y cuando eso sucedía lo mejor era el sacrificio pues no había forma de poder calmar tamaña virulencia.              
            Afortunadamente mis hierbas medicinales siempre iban conmigo, cataplasmas, ungüentos y descanso fueron suficiente para que el color de sus mejillas volvieran a ser normales, han sido unos días de profunda paz, junto a esta familia que a pesar de sus creencias religiosas distintas a las mías han sabido compartir algo más que la simple hospitalidad a un extranjero, recuerdo que, después de permanecer días a pié de la cama mi anfitrión me tenía preparada una sorpresa que en un principio me llenó de temor y cuando lo recuerdo aflora mi sonrisa. Una mañana me acompaña hasta una estancia amplia y cubierta de baldosas de múltiples filigranas geométricas, en un principio imaginaba que se trataba de una pequeña iglesia recordando mi visita a Granada por lo semejante en su arquitectura, que gran error, tras una pared en una estancia de vidrieras de colores encuentro lo que parece un abrevadero de mulas quedándome aún si cabe, más intrigado, flotando sobre el agua, pétalos de rosa y aceites perfumados que embriagan mis sentidos, Mustafá que nota mi sorpresa en mi espantada cara me tranquiliza al sugerirme que debo darme un buen baño.
Uno de los tesoros en su país de origen es el agua, es el liquido de la vida y la mejor forma de gratitud a su Dios Alá por los frutos que de ella obtienen en sus oasis del desierto, me describe una inmensidad hasta donde alcanza la vista de montañas de arena que se pueden comparar a las aguas del mar, vientos que arrastran tormentas y cubren los cielos hasta hacer desaparecer el sol. Tienen fronteras con otras tierras y culturas con las que intercambian todo tipo de alimentos y tesoros, se desplazan en caravanas con tanta gente como habitantes en una aldea, no suelen tener un lugar permanente y sus vidas están en continuo movimiento.
            Fue uno de los retos más agradables de superar, cuando la piel se me empezó a quedar como un pergamino viejo decidí salir de aquella maravillosa experiencia, me sentía más ligero y la paz inundaba mi mente, rasuré la barba con una navaja que él mismo me facilitó y al buscar mi ajado hábito noté que ya no raspaba en mi piel, lo habían lavado. Hoy era un día de celebraciones, la felicidad había vuelto a esta casa a pesar de la lenta recuperación de Salomé, todo un banquete de frutas exóticas, carne de cordero con especias, infusiones de té y cuscús, sentados en el suelo sobre largas alfombras finamente tejidas dibujos de aves y bosques, almohadones damasquinados y luz de velas compartimos tan abundantes manjares con las historias que mi anfitrión relataba y yo me evadía soñando con el paraíso en la tierra.
            Pasaba las tardes ociosas compartiendo un juego llamado ajedrez al que Mustafá le tenía mucho cariño, eran unas figuras de ébano finamente trabajadas sobre un tablero dividido en cuadros blancos y negros, me decía que su origen no era claro, estaba ideado en la propia guerra con enemigos que se enfrentaban por el dominio de las tierras pero él tenía su propia filosofía de este juego y era la lucha interna entre el bien y el mal la oscuridad contra los corazones puros, con los días y el desarrollo de las partidas pude dar testimonio de ello ya que mi espíritu guiaba los designios en cada movimiento en el tablero haciendo verdaderos esfuerzos en mantener la concentración, según me relataba ese juego esconde la sabiduría de su creador, las partidas no acaban con el jaque mate, es cuando comienza la aventura del saber. Todo lo que aprendí fue fruto de la observación, mis sentidos se sentían mas agudizados al carecer de la voz, contemplaba con fascinación el ritual de rezos diarios de mi amigo Mustafá, sus manos frente a su cara en un rictus de concentración leyendo las páginas sagradas del Corán al que su profeta Mahoma dejó a los hombres misteriosos del mundo del Islam sus labios se movían en un monótono sonido que me transmitían serenidad.
            No podía continuar en esta casa sin perseguir mis propias vivencias bien sabía Dios, mi creador que la verdad se escondía en los corazones de tantos hijos por el creados, una mañana al alba emprendí la marcha hasta donde el destino guiará mis pasos. No pude aceptar ninguna recompensa de mi benefactor Mustafá no sería justo y ya me sentía profundamente agradecido por su hospitalidad, si le pedí que rezara en sus oraciones por todos aquellos que dejaron este mundo y que su Dios Alá tendría a bien tales súplicas.

CAPITULO VI Bahía de Cádiz

                                                    CAPITULO VI
                                                    Bahía de Cádiz
         

                                                                                                                                                                       Ya estoy próximo a los diecinueve años, que viejo me siento. Mis andares me llevan en estos días camino al sur, desconozco el motivo pero me sentía guiado por una fuerza que dominaba mi voluntad, tenía referencias por viajeros del camino de las gentes que allí se encontraban y de las diferentes razas y costumbres traídas por navegantes de mares tempestuosos y bestias mitológicas que los habitaban, a veces compartía viandas y conversación con personas que como yo también tenían el mismo destino, judíos conversos, reos de justicia, mercaderes y hombres de piel oscura, moros los llaman y tienen costumbres muy distintas a nosotros los cristianos, me tranquiliza saber que no se comen a los niños y curiosamente no prueban la carne de cerdo.
                            El ejercito es una constante en mi viaje, tropas variopintas e historias de conquista son las conversaciones populares para reuniones y festejos, mujeres de vida alegre, borracheras y la maldad más zafia en peleas donde las espadas y los puñales firman con sangre los instintos más básicos de la bajeza humana, en ocasiones he tenido que socorrer a heridos y coser miembros amputados en actos de una locura bestial, muerte y más muerte, una constante en mi vida. Fue en una de esas fiestas paganas donde reviví recuerdos pasados al reconocer a mi hermano Tomasito, cuanto había cambiado, ya no podría darme las collejas como cuando éramos niños ya que le sobrepasaba en altura y corpulencia, quien te ha visto y quién te ve, comandante del cuarto regimiento de su majestad, era de esperar por tu afición por la violencia, las armas y la vida pendenciera.
                            Entre jarras de vino y los manjares de una mesa con todo tipo de comida comenzó a relatarme los avatares de su vida después de separarnos, padre murió un año después de perderte, nunca se perdonó tu ausencia y ahogó en alcohol sus culpas en sus noches de juerga, una noche apareció tirado en la calle del pueblo con un puñal clavado a la espalda, dilapidó todo el dinero en vicios y llevó a la ruina nuestras vidas y lo poco que poseíamos de valor, nunca se encontró al verdadero culpable del asesinato y robo pero si ajusticiaron a un pobre infeliz para compensar a los que pedían que se cumpliera la ley, la Santa Inquisición hizo lo que debía y así todos felices, madre volvió a casarse con un rico mercader del pueblo y según supe marcharon a Portugal con nuestras hermanas que Dios cuide y guarde. Tu amigo de la infancia al que llamaban Lentejita ahora es el Sr. Baldomero, dueño de los mejores prostíbulos de toda la comarca, gordo y opulento pasa los días tirado en un camastro reuniendo lo que sus mujeres trabajan.
                            Baldomero, Baldomero, quien se lo podía imaginar valiente hijo puta, que listo ese amigo tuyo, Martín el tontito murió de unas fiebres provocadas por una enfermedad venérea y Luisón el Mocho está al servicio del cuidado de los caballos de un noble, el resto ni me acuerdo pues yo mismo me fui del pueblo y sin darme cuenta acabé haciendo el cafre con este ejercito de mierda, en fin no me ha ido mal, a veces como bien al día y siempre alguna moza calienta mi cama. El resto no lo detallo pues su contenido no tiene nada interesante en esta historia y su contenido puede herir sensibilidades, ese fue mi último encuentro con mi pasado familiar y a partir de entonces comencé nuevas expectativas a mi llegada a Cádiz. 
            Por fin estoy al lado del mar, ya me siento más sereno y creo cumplido el anhelo que quiebra mi ser y esas voces profundas que me han empujado hasta aquí, no entiendo la atracción que causa en mi esta necesidad pues mis orígenes están tierras adentro donde pocas personas se imaginan tamaña maravilla de la naturaleza de nuestro Dios creador, nunca había visto el mar tan cerca y solo tenía referencias por cuentos y leyendas de viajantes y vividores en los caminos, lo había visto desde altos paisajes pero no a pié como ahora lo disfruto.
Estamos en el Año de Nuestro Señor de 1520, bahía de Cádiz, puerto, cielo azul, ligera brisa que despeja mi mente y reconforta mi espíritu, que inmenso es el mar, de él me llega la suave brisa con olor a sal, graznidos de gaviotas anuncian la pesca que afanados marinos dejan en cajas de madera para su traslado a las cofradías cercanas, hay todo un trasiego incesante de gente en movimiento y…nuevamente me quedo en blanco…ese zumbido que no para…¡¡ el demonio ha vuelto a mi cabeza ¡! Dios me asista, es inútil, me dejo llevar carente de voluntad y entro en un túnel de brillantes chispas de fuego multicolor que me atrae como las joyas más brillantes, solo dura un instante pero veo con horror desde un cielo gris y turbio grandes murallas de formas lineales parecidas a los paneles de un enjambre de feroces avispas, gentes que caminan y corren en líneas tan negras como la noche, ruidos que perforan mis tímpanos atontándome en este loco mareo, bestias de corazas brillantes que graznan y chillan como los cochinos en sacrificio, el infierno y Satanás de director, sombras y voces, luces y tinieblas, espíritus del inframundo, pánico en su máximo grado, esa palabra que no entiendo y se vuelve a repetir, mi cuerpo o eso creo no tiene peso es aire y vuelo como las aves planeando sobre el paisaje estoy flotando en el cielo, después…silencio.
            Una calma en la que van pasando imágenes ya vividas de cuadros en la Abadía que me observan y se ríen con bocas sin dientes, cuerpos esqueléticos y paisajes creados por una mente enferma de retorcidas almas. Hormigas, recuerdos de la infancia cuando con una ramita me dedicaba a pincharlas e intentar romper los caminitos con sus cargas de migajas. Abro poco a poco los ojos, me escuecen y los noto hinchados, es de noche y estoy tirado en el suelo con una costra de sangre seca detrás de mi dolorida cabeza, me siento confundido y mareado, me acerco a la orilla del mar para refrescarme con su gélida caricia, no puede ser, quizás es una broma de mi confundida cabeza, veo que parte de mi cabello se ha vuelto blanco, lo toco y lo toco para imaginarme que así todo vuelva a ser como siempre, pero me temo que alguna sorpresa más me acecha en las sombras de mi subconsciente debo tener cuidado, la Iglesia tiene ojos escondidos en todas las esquinas y su brazo ejecutor ya lo conozco.
            Vuelvo a recordar a mi padre asesinado en las sucias calles de nuestro pueblo y las lagrimas inundan mis ojos, Dios, cual ha sido mi pecado en este mundo que no me merezco, cuantas desgracias y muertes son necesarias para pagar mis culpas, sollozo como un niño sin consuelo, a estas horas solo los impuros de corazón se atreven a pasear por el muelle de Cádiz, de rodillas imploro por algo de paz para mi agitado corazón, me siento solo, desconsolado y perdido, siento en mis pies un extraño cosquilleo continuado con un dolor agudo de pinchazo, ¡¡ Virgen Santa ¡! Ratas y mas ratas grandes como conejos, me han mordido en un pié y parte de mi sandalia de cuero sólo tienen apenas unas tiras que la sujetan a mi tobillo, me levanto de un salto sintiendo como si mi cerebro hirviera dentro de una caldera de aceite, grito con todas mis fuerzas pero solo consigo un escape de aire en mi dilatada garganta, no puedo hablar, toco mi cuello y sigue en su sitio, aflojo la presa de mis manos para volver aspirar aire, las cosas no pueden estar peor, ¡¡ Dios no me abandones ahora ¡!     
            Necesito buscar refugio para pasar la noche, hoy han vuelto mis temores más oscuros con una violencia que hasta ahora no conocía, corro y corro como jamás lo había hecho sin ser consciente de la dirección a la que voy, siento el calor en mi pié y la humedad de mi propia sangre, busco luz de candiles de aceite en la calles cercanas sólo quiero dejar atrás el terror interno que me persigue.
            ¡¡ Quiloso ¡! Aónde vas loco mío? Criaturita que tá pasáo? Tropiezo de bruces con dos enormes tetas con una mujer tras ellas y me quedo sentado de culo en el suelo mirándola, pero si eres un frailecillo, que gracioso y que mono er gachí, anda vía mía ven con la Lola que te va a jacé un trabajito y te dejo como nuevo.
            La Lola, otra misteriosa mujer ligera de vida alegre se encontraba en mi camino, gracias a su socorro pude recuperarme de mis heridas en la habitación que despachaba sus servicios, dulce mujer de grandes atributos pero con una lengua que no cesaba de hablar y yo sin poder articular palabra, con paciencia y por gestos llegaba a comunicarme con ella en lo más básico de la necesidad humana, pura alegría en cuatro paredes sin apenas comodidades. Genio y figura con la agudeza de fino humor que caracteriza a los andaluces, cuando me despedí agradecido por ayudarme recibí el bautizo gaditano de La Lola como “ el múo “ hacía tiempo que no sonreía de oreja a oreja lo que me causa un dolor en la cara por la falta de costumbre, tengo que aprender a relajarme, estos últimos acontecimientos me hacen meditar por los peligros que acechan no solo en las sombras en las que conviven tantas personas de diferentes razas.
            Yo soy mi propio peligro, este secreto que atormenta mi cabeza y aflige mi gastado corazón, son muchas emociones para poder digerir en tan poco tiempo, pienso que, a partir de ahora me esperan más retos y dificultades por no poder comunicarme con mis semejantes ello puede ser una gran ventaja pues bien es sabido que por la boca muere el pez y no podré desvelar ni en mis peores pesadillas ni con la tortura de los verdugos todo lo que llevo dentro para enjuiciarme por hereje o posesión demoniaca tan en boga con los tiempos que corren.
            Más adelante tendré que valerme del ingenio y dejarme llevar por los hilos que creo que manejan los pasos de mi vida para llegar a entender al prójimo como a mí mismo, pero no voy a adelantar acontecimientos futuros de la intensa vida que me ha tocado vivir, me siento privilegiado por los designios Divinos en esta España oscura de continúas revueltas sociales y de fines políticos para poder recaudar las riquezas mundanas. No es que tenga dudas sobre mi creencia en la fe en Cristo nuestro hacedor del bien en la tierra, soy fraile de la sagrada orden de los Jesuitas y me debo a mis votos de pobreza, castidad y obediencia, de acuerdo, fue impuesto en mi niñez por circunstancias que vinieron en una cadena de acontecimientos, pero, no conocía otras alternativas hasta que aprendí a leer y sobre todo entender que el mundo conocido es más complejo de lo que creen el resto de los mortales, muchos son los misterios que nos acompañan y lo peor de todo, el que no tiene miedo, no conoce el valor, he aprendido que, puede pasar una vida entera para poder conocerse uno mismo, llevamos dentro una parte de nuestro creador y a partir de esta razón entenderemos las debilidades del resto de nuestros semejantes. Vuelvo a remontar mi recuerdo a los muros y celdas que compartí con el hermano Jeremías que Dios protector y justo guarde en su gloria, una de las asignaturas que más me atraía eran las crónicas de tierras lejanas con nombres de difícil pronunciación, lenguas como el portugués, flamenco, árabe, turco, etc. Pero había una de la que solo tenían vagas referencias y basada en leyendas de marinos intrépidos y la llamaban Manchuria, un imperio donde millones de almas ocupaban terrenos con paisajes nunca conocidos y donde el oro, la seda y las especias más exóticas eran moneda de cambio habitual, decían que sus habitantes son de baja estatura, el color de su piel va de un blanco cetrino hasta los tonos amarillo pálido y que sus ojos son dos cortes de cuchillo en sus redondas caras incluso no tienen barba como nosotros a los que llaman barbaros extranjeros sucios y necios, curioso, algún día tendré que retomar estas historias que tanto me apasionan.

jueves, 10 de marzo de 2011

CAPITULO V Un largo camino

CAPITULO V
Un largo camino


Dos mulas para llevar años de recuerdos, ahora ya tenía el conocimiento de las letras así como algebra, alquimia,  física, lenguas antiguas y todo tipo de artes, mi ambición por el conocimiento no tenía limites y devoraba cualquier documento que en mis manos caía para poder saber los secretos de los sabios.
En los meses que duró mi camino a través de pueblos y valles, ríos y montañas, senderos y paisajes no dejaba de asombrarme en cuantas maravillas me ofrecía la vida compartiéndolas con el hermano Paulino, nunca le confesé que, a veces, entraba en trance y algo o alguien guiaba mi mano para dibujar y escribir todo lo que sucedía a mi alrededor, una fuerza desconocida se apoderaba de mi mente en la que los trazos y las letras surgían como una cascada de agua clara y cristalina, y que más tarde recobrado el conocimiento y repuesto de la fatiga causada volvía a repasar lo escrito acordándome de las palabras de mi padre: “la gente que estudia tanto terminan siendo los locos que vagan por los pueblos con la mirada perdida pidiendo limosna por tener el cerebro aguado de tanto pensar, solo el trabajo de las bestias aportan beneficios en su vida con los frutos que la tierra y la naturaleza le ofrece” ¿Sería verdad ? ¿Acaso esa sería la razón de los demonios que había dentro de mi cabeza ? No, hoy me siento muy cansado para semejantes cábalas.
Continuaba mi formación al lado del hermano Paulino ya que además de ser un buen cocinero tenía la virtud del silencio para escuchar mis dudas y temores. Una plácida tarde comenzó a relatarme sus andares por el mundo antes de formar parte en la Orden de los Jesuitas y no me dejó indiferente, es más, sus experiencias podían compararse con su volumen corporal. Dedicó parte de su vida a trabajar como verdugo de reos, no me lo imaginaba ejecutando con un hacha la pena a los condenados, cortar cabezas mientras los cuerpos se retorcían en estertores agónicos no me parecía que encajara en su persona de aspecto bonachón .”Una capucha negra tapaba el horror de mis acciones, que Dios perdone sus almas, mi cuerpo actuaba por el pago de unas monedas para poder vivir, no me estoy excusando de acciones pasadas ya que no me siento orgulloso de ello, nunca tuve tiempo de conocer hembra por lo que no tengo descendientes ni responsabilidades mundanas he pagado mis culpas en el retiro de la abadía hasta que Dios así tenga la gracia de llevarme a su lado”.
Es curioso lo poco que yo conocía a las mujeres, aparte de mi querida madre y mis hermanas. Tan solo pensaba que eran las madres de todos los hombres y un misterio en gracia y dulzura, remedios para la tristeza, abrazos tiernos de amor, cántaros de tibia  leche para alimentar niños y compendios de sabiduría para dar consejos caricias y collejas; el resto un misterio al que no tenía tiempo para dedicar.
No volvimos a cruzar palabra en los días siguientes, yo, sumergido en tantas emociones o quizás por el cansancio que azotaba mi cuerpo, con el tiempo y los intercambios de noticias con gente de los caminos fui aprendiendo sin saberlo el arte del análisis visual, para averiguar en sus movimientos y  expresiones si ocultaban malas intenciones. Nuestro equipaje no era de valor alguno y nuestras mulas más se parecían a mi perro mastín ya tan solo en un recuerdo borroso del pasado.
Recuerdo el día que llegamos a las afueras de Toledo, a pocas leguas de nuestro destino, buscamos una posada donde poder descansar de caminos de tierra, tragar polvo y mal comer con frío o calor, un mundo de ruido de voces, algarabías y olores de todo tipo nos rodean, una multitud variopinta de gente que compran y venden todo tipo de mercaderías en tarimas de madera o simplemente sobre alfombras en el suelo. Pollos en jaulas, cerdos y gallinas, frutas y verduras, latas y quincallería, hombres y mujeres que se dedican todo tipo de artes, pasean y gritan, bailan y se emborrachan, roban y se dejan robar, toda la jauría más variopinta en una calle que no se le ve el final. Ante las miradas que sentimos y el espacio a nuestro alrededor no nos damos cuenta de nuestro propio aspecto y el olor que desprendemos, las moscas zumban a nuestro alrededor reclamando su parte del pastel, es hora de bañarse, no estoy acostumbrado a tamaña herejía, vuelvo a recordar a mi madre persiguiéndome por el patio de casa con la amenaza de un garrote si no me dejo quitar los parásitos y la mugre que me cubre.
Próximo al pueblo hay un riachuelo en el que me cubre el agua por la rodillas, dejo que arrastre en su corriente la espesa capa de tierra que me cubre y limpio con estremecimientos los rincones oscuros de mi cansado cuerpo en los que el agua despiertan mis sentidos por el frío. Vuelvo a enfundarme mi hábito de áspera tela de lona con capucha y ato la soga por la cintura ajustándola, miro al cielo y doy las gracias a Dios por los bienes concedidos al partir el pan duro y comer un trozo de queso rancio con laminas de cerdo que siempre llevo junto a las hierbas medicinales en mi morral.
El establo de las bestias es el lugar que hemos conseguido para poder descansar esta noche antes de continuar nuestro viaje, las pocas monedas que tenemos son las dádivas ofrecidas por viajeros como nosotros a los que hemos curado de las heridas del camino y sanado con ungüentos naturales.
Aún no ha amanecido y preparamos nuestros pertrechos para afrontar un nuevo día, llevo días pensando en que ha llegado la hora de separar nuestros destinos y continuar en solitario la búsqueda de la verdad interior que me consume, esas palabras que atormentan mi cabeza y que después de tantos años son un pozo de negrura, a mi amigo y hermano Paulino le entrego las bestias de carga y los pocos enseres que compartimos, mientras él, entre sollozos y lagrimas deja en mi mano una cruz de hierro que saca de las alforjas. “Es un regalo para ti Pedro, esta cruz es el resultado de fundir en manos de un herrero aquella hacha que tantas vidas sesgó y entre lagrimas de emoción y abrazos que afligen mi corazón nos despedimos para continuar con la palabra de Dios en unas tierras de corazones impíos.”
Atrás quedan amigos y experiencias como jamás hubiera imaginado, me llevo la mayor riqueza de un ser humano todo el conocimiento que he podido en mi cabeza y un corazón henchido de esperanzas y amor fraterno.