sábado, 21 de abril de 2012

CAPITULO XL, Hizir bin Yakup

           

           

              

                                              

                                              





                                                      CAPITULO XL

                                                     Hizir bin Yakup



                                            

           

           

            Comenzaba a anochecer y continuaba sumido en mi propia catarsis existencial sin ser consciente de lo que a mi alrededor sucedía, abandonado en mi soledad aguardaba el momento en que algo o alguien me hiciera reaccionar para volver a sentir la sangre correr en mis venas o el sentir acompasado de mi agotado corazón. No tuve que esperar mucho, dos hombres corpulentos que hasta ahora no había visto me sujetaron por debajo de los brazos y arrastrándome me encomiaron a caminar hasta una tienda a la que llaman jaima bastante alejada del resto, la oscuridad de la noche convertiría en fantasmas las sombras del campamento, contemplaba un cielo tachonado de estrellas con una luna blanca y completamente redonda, quizás pensaba para mi fuera lo último que contemplara, en mi eterno silencio le rogaba a Dios que si tenía que encontrar la muerte fuera rápida y sin preámbulos, la noche me depararía sorpresas como muchas a las que ya empezaba a acostumbrarme.

            Arrodíllate cristiano, muestra respeto y sumisión ante el gran Hizir bin Yakup, tanto por abandono como por agotamiento no me fue difícil acceder a lo que requerían mis captores, a mis pies tan solo podía distinguir una gruesa alfombra que amortiguó mi caída, dibujos geométricos en colores granate y dorado lo decoraban cubriendo por entero todo el espacio de una gran tienda, distinguía muebles de madera tallada en los laterales, las antorchas le daban a la estancia un ambiente de misterio con luces y brillos de metales lujosos,  siento un fuerte tirón desde atrás al levantarme la cabeza sujetándola del pelo, a corta distancia un hombre de ricas vestiduras ataviado como un rico mercader se acerca portando una daga de la que veo brillar su filo curvo. Cierro por instinto los ojos a la espera del tajo en el cuello expuesto para el verdugo pero sorprendentemente noto la liberación de las cuerdas que sujetaban mis muñecas.

            Me invita que me siente y lo hago de forma tal como he visto a otros hombres en el campamento, cruzando las piernas y apoyando mi espalda con los muchos almohadones que circundan la alfombra, con la misma curiosidad que mi anfitrión nos miramos intentando evaluar las intenciones posteriores por gestos y movimientos corporales, me doy cuenta que a su lado hay una gran bandeja que por su brillo supongo sea de plata con unos gravados lineales como fina escritura, paisajes de profusa vegetación con una cascada de agua cayendo en un río, un recipiente con asa del mismo material y dos pequeños vasos, un poco más apartado al calor de una fogata otro recipiente con agua hirviendo, no he creído prudente moverme tanto por la curiosidad como por el respeto que me merece ser un invitado a tan extraña ceremonia, mi anfitrión rompe el silencio mientras vierte el liquido en los vasos y vuelve a vaciarlos en el recipiente, finalmente termina por dejar el liquido humeante reposar e introduce en los vasos una ramita que por su aroma la identifico como hierbabuena, me ofrece unos dulces hechos de hojaldre con frutos secos que por el hambre no he podido rechazar.

            Con sorbos ruidosos bebe del vaso sin dejar de mirarme, hago lo mismo y me quemo la boca provocando la risa de Hizir, veo que no conocéis la hospitalidad de nuestro pueblo, la bebida se llama té y es costumbre de ofrecerla como bienvenida a los invitados, ciertamente desconocía esta infusión y después de un rato noto que mi ánimo mejora no así mi lengua quemada inútil para pronunciar palabra alguna.

            Aquí comienza un relato sobre tan peculiar personaje, un monologo en el que comienza a desvelar sus intenciones sobre mi destino, no es difícil imaginar que se trata del cabecilla de los piratas berberiscos pero por extraño que parezca noto o quizás intuyo que estoy delante de un hombre muy inteligente, de cuidados modales y de una cultura refinada, nada que ver con los barbaros asesinos con los que me he tropezado en este país. No debéis temer por vuestra vida cristiano, no soy un asesino, confieso de mi curiosidad por conoceros, tengo noticias buenas y otras quizás no tanto, he oído que sois mudo, una pequeña carcajada disimulada interrumpe la conversación mientras deambula caminando a mi alrededor mientras me observa, perdonadme pero me viene a la cabeza una frase que puede definir vuestra esencia, más vale permanecer callado y parecer tonto que abrir la boca y despejar las dudas ¿ingenioso, no creéis?, sonrío y le doy vueltas a la frase con la que estoy completamente de acuerdo, vuelvo a pediros disculpas, sabed que sois hombre libre o mejor dicho, que alguien está muy interesado en que así lo sea. Por primera vez levanto la cabeza para mostrarle sorpresa, un hombre muy alto, casi tanto como yo, su cara refleja determinación y confianza en sí mismo, deduzco de un carácter duro pero afable, inteligente pero cauto, hombre de guerra pero también de diplomacia extrema si lo comparo con algún animal presiento al gato jugando con el ratón, su cara es el reflejo de un clima riguroso, tez morena nariz aguileña y lo que más llama mi atención es su cabello y barba de color rojizo.

            Las malas noticias no han tardado en golpearme el alma, de nada ha servido sentirme libre cuando en mi corazón germina la semilla del rencor incontrolable, sabed que para poder vender algo tan valioso como la vida primero tengo que informarme de cuanto puedo beneficiarme por su liberación, confieso mi sorpresa al enterarme por fuentes totalmente fiables de vuestras andanzas antes de caer preso por mi ejercito, sé que estáis en busca y captura por miembros de vuestra iglesia. Ha sido un acto reflejo en el que Hizir bin Yakup me ha estado observando a la espera de mi violenta reacción, con una mano sobre mi hombro me indica calma, posiblemente se trate de un error pienso para mí, me siento confundido y le interrogo con la mirada.

            Entiendo de vuestro estupor Pedro ¿es vuestro nombre no? Afirmo con la cabeza distraído para intentar calmarme, ¿sabéis que vuestro nombre significa piedra en latín? Vuelvo a escucharlo sin encontrar hasta dónde quiere llegar, Pedro de león o león de piedra, sois un personaje curioso, un fraile jesuita capaz de predicar el evangelio en el nombre de Dios y un hombre temerario al causar la muerte a varios de mis hombres en un arrebato suicida contra natura, ¿es cierto que sois un loco?, la pregunta la deja en el aire sin esperar una respuesta por mí parte, ciertamente admiro vuestra valentía,  esta noche me siento agotado, he realizado un largo viaje hasta este campamento con el fin de realizar algunas transacciones de negocios, corren malos tiempos, la guerra santa recorre todas las costas de África, el ejército español nos acosa en el mar Mediterráneo, vuestro rey Carlos V nos intenta someter con el poder de Los Caballeros de San Juan, templarios asedian Jerusalén con la violencia desmedida contra los hermanos musulmanes, Italia, Grecia, Portugal y Francia intentan ejercer su hegemonía en el comercio marítimo, sabed Pedro que algún día en un futuro recuperaremos Andalucía, miles de moriscos procedentes de muchas ciudades peninsulares  ya se han unido a mis ejércitos tras ser expulsados de sus hogares en España, sabed Pedro que no somos tan diferentes los musulmanes islamistas de los llamados cristianos como usted, nuestros instintos están basados en nuestras diferentes culturas y la religión nos convierte en lo que somos realmente, fanáticos por defender una libertad con baños de sangre provocando con oscuros intereses el odio a nuestros semejantes.

 Tendremos tiempo en otro momento para volver a reunirnos, de momento es mi huésped, tenéis a vuestra disposición una tienda anexa en la que encontrareis todo tipo de comodidades, agua fresca en abundancia, comida y comodidades, ¡ah! por cierto quizás encontréis algo para aliviar vuestra alma de tantas dudas, una biblia de inmenso valor rescatada del galeón Bella Madonna en el cual viajabais sin haber constancia escrita de vuestro pasaje en la documentación de carga, otro misterio que estoy seguro terminaremos por aclarar, el capitán no pudo salvar la vida, luchó sin saber de una batalla perdida

            Necesitaba estar solo, a pesar del calor tenía la sensación de encontrarme solo bajo una lluvia helada sin poder encontrar la protección ante tantas medias noticias de las que no tenía respuestas y si todas las dudas, contemplaba la biblia con la que tan feliz me había sentido y volvía a tocar con manos temblorosas al caer arrodillado sin fuerzas esperando que alguna luz me indicara que Dios no me abandonaría, tenía que mostrarme fuerte, las noticias recibidas me hacían volver a la realidad de los tiempos difíciles que vivimos. Ésa noche volvieron las pesadillas, entre sudores y jadeos me veía en un mundo de hombres errantes caminando a miles entre las sombras sin un rumbo fijo, me aterrorizaron sus ojos vacios en un paisaje desconocido, nadie entre ellos se fijaban en mi presencia eran muertos en un mundo de tinieblas, el cielo estaba cubierto por negras nubes que giraban en un torbellino de confusión y al final un túnel parecido al remolino que causa una piedra al caer en el agua que me tragaba hasta los confines de lo conocido. Desperté vomitando violentamente la cena, la cabeza me daba vueltas sintiéndome por un momento confundido de mi propia conciencia, asomaba el sol por el horizonte con luces naranjas en un nuevo amanecer, mis ojos recorrían la estancia donde había pasado la noche, necesitaba reconciliarme con Dios al recitar las oraciones implorando su perdón, echaba de menos mis materiales de escritura no por su valor material ya que se trataban de humildes herramientas para canalizar mis emociones, casi todas las mañanas a lo largo de mi errante vida necesitaba escribir de mis experiencias evitando olvidar tantas cosas que había visto y de tantas conversaciones sobre tantas culturas y gentes que había encontrado, me sentía aliviado al poder volcar mis ideas y sentimientos al papel en una vorágine agotadora con la que mi mente no podía dejar de escribir sin parar, no recuerdo el corregir los textos que escribo por tratarse tan solo de lo primero que invade mi cabeza, sigo pensando que algo o alguien guía mi mano para dejar constancia de mi transcurso por esta vida de penuria y desazón, vuelve a mí memoria una frase que me acompaña desde hace ya mucho tiempo como una meta hasta el final de mi existencia, una obligación que marca mi destino “retén lo que vivas, no olvides lo que veas y escribe lo que sientas”.

viernes, 6 de abril de 2012

CAPITULO XXXIX, En el nombre de Dios.

 
               

                                                                              

                                                    CAPITULO XXXIX

                                                  En el nombre de Dios



                                              

                

             

           El paisaje en estas tierras es desolador, hasta donde alcanza mi mirada tan solo se ve una gran extensión de tierra yerma salpicada de piedras y pequeños matojos con algunos rastros de vegetación reseca, en el horizonte montañas y riscos quebradizos soportan el fuego abrasador de un sol implacable lejos de la costa, bajo un cielo azul y limpio veo sobrevolar en círculos unas grandes aves, buitres afirma uno de los presos que camina a mi lado arrastrando sus pies por el polvoriento camino haciendo más siniestra nuestra peculiar procesión, uno de los guardias que nos custodian sonríe lo que me hace sospechar que entiende el castellano y su mentalidad fantasea sobre esos grandes pájaros que esperan un almuerzo gratuito con nuestros huesos, doy gracias a Dios por sentirme vivo ya casi no me acordaba de la sensación de caminar por tierra firme a pesar de los dolores lacerantes que siento en muñecas y tobillos por las cadenas que arrastramos. Nos encontramos próximos a un valle entre montañas de arenisca y roca, difícil de distinguir desde la lejanía al encontrarse entre dos colosales paredes de piedra, después de caminar durante horas entre caminos marcados por quizás anteriores expediciones llegamos a un campamento bordeado con palmeras y exigua vegetación, una pequeña brisa parece resucitar un cementerio de barcos ondeando sus velas, tan solo son palos enterrados en el suelo cubiertos con gruesas telas y pieles tensadas con cuerdas, un campamento beduino compuesto por un nutrido grupo de tiendas que hacen de protección a las inclemencias del tiempo, el campamento está compuesto por tribus de diferentes etnias al paso oigo la lengua árabe pero también frases de las que no entiendo nada de su significado, individuos de piel clara se mezclan con otros de piel tan negra como las aceitunas maduras, en cualquiera de los casos somos enemigos y no nos atrevemos a levantar la cabeza para evitar los golpes con los que disfrutan vengándose.

          En el centro una gran charca de agua turbia donde beben un gran número de bestias de carga, camellos y caballos parecen haber encontrado una tregua bajo el calor asfixiante de este desierto, a poca distancia se oye una campanilla, cientos de cabras pastan las pocas raíces que asoman de una tierra tan estéril, parecen ahorrar energías casi sin moverse, prácticamente no se distinguen del paisaje, en el campamento todos parecen tener una ocupación, algunos se sientan en grupos en cuclillas mientras preparan en grandes calderos de agua hirviendo lo que me parece arroz con muchas especies, en una de las tiendas un gran tablón de madera se extiende como una mesa improvisada, puede ser un madero procedente de un barco ya que no he visto grandes árboles para conseguir esta materia de construcción, de unos grandes ganchos cuelgan lo que parecen terneros sacrificados, tiempo después he sabido que los sacrifican de forma ritual según las creencias musulmanas, no sin cierto asco veo que aquí no se desperdicia casi nada del animal, vísceras, cabezas y otras partes que no logro distinguir se exponen a la vista de todos aquellos que necesiten alimentarse de carne, grandes moscardones zumban en una nube de ida y vuelta, otros se ocupan de engrasar armas de fuego oxidadas y sucias, algunos se entretienen sencillamente en estar tumbados contando de sus hazañas de guerra con grandes aspavientos, al acercarnos oímos sus carcajadas y uno de ellos me señala diciendo, ése, ése es el fraile cristiano loco, no los culpo, es muy posible que tengan razón y que hayan sido testigos de mi comportamiento antes de ser capturado.

            Nos dan un respiro y nos pasan un odre de agua del que bebemos con ansiedad un agua de sabor salobre, un techo de lona es nuestra cárcel y refugio, agotados permanecemos quietos y expectantes por todo lo que nos rodea, uno de los guardias se sienta frente a nosotros y se nos queda mirando durante un buen rato, en la comisura de sus labios tan solo se percibe el movimiento de una ramita que surca el contorno de su boca de un lado a otro sin parar, al rato expulsa un escupitajo levantando polvo de un suelo reseco y árido exclamando con total desprecio un aviso con el que nos apunta con su dedo, sabed perros infieles que es mejor no penséis en fugaros, fuera de este campamento no aguantaríais ni un día de jornada, el agua es vital y si el calor no acaba con vosotros también les advierto de serpientes venenosas y escorpiones.

            Creo que todos estamos resignados a nuestra suerte, a partir de aquella conversación de advertencia nos han retirado las cadenas que han sido sustituidas por cuerdas quizás por ser tan solo una medida de confianza al vernos tan exhaustos. Hemos pasado una semana durmiendo sobre el suelo, tan solo viendo transcurrir el ir y venir de camellos y caballos con todo tipo de mercaderías, la comida parece mejorar con un plato caliente al mediodía compuesto por harina de trigo muy especiado, verduras muy cortadas y lo que parece carne de cordero, nuestros captores le llaman alcuzcuz por lo visto es el plato tradicional en estas lejanas tierras lo sirven en una gran bandeja sobre una alfombra hecha con hojas trenzadas de palmera, he observado en mi mucho tiempo libre sobre las costumbres de nuestros captores, no utilizan cubierto alguno, todos comen del mismo plato utilizando siempre la mano derecha incluso si la comida esta en exceso caliente un buen musulmán nunca sopla para enfriarla según el islam el lado derecho corresponde a todas las cosas puras, la suerte y la felicidad, por el contrario la izquierda se reserva para las cosas viles, en sus mezquitas entran con el pie derecho, se calzan sus sandalias o babuchas con la misma mano y duermen siempre en su lado derecho, no dejan de cumplir con sus oraciones diarias y el Corán es como la Biblia para todo buen cristiano. No puedo evitar sentir cierta admiración por estos bandidos, no por ello comparto sus métodos de asesinatos y pillaje pero en su vida cotidiana tienen costumbres asombrosamente respetuosas con sus semejantes invocando alabanzas a su Dios Allah-Taala cada vez que emprenden alguna acción pronuncian Bismi-l-lâh ("en el nombre de Dios"), una vez acabada ésta al-hamdu li-l-lâh ("la alabanza a Dios"), cuando prometen ante un semejante cualquier tipo de encargo o se disponen a emprender un viaje pronuncian inchâ allâh ("si Dios quiere") acompañado de una leve inclinación de la cabeza y sin soltar las manos de la persona con quien conversan, hasta la fecha no he visto ninguna mujer en el campamento, supongo y que Dios me perdone que satisfacen sus necesidades viriles en los muchos burdeles en la capital.

            Es difícil calcular el transcurrir de tantas jornadas, me siento recuperado en fuerzas por el descanso y la alimentación así mismo agradecía el trabajo con el que mi cuerpo ganaba en fuerza, a pesar de estar atado tenía la obligación de acarrear agua de la charca próxima al campamento ocasión en la que aprovecho a hurtadillas para lavarme brazos y piernas, las pulgas me han dejado marcas que me pican sin poder evitar rascarme durante la noche. Ya no soy una atracción para mis verdugos, muchos evitan el acercarse, tan solo siento sus miradas desconfiadas por un fraile incapaz de quejarse por nada, mudo y posiblemente trastornado por los demonios. 

            Cada día que pasa agradezco por continuar vivo, los marinos que hasta ahora habían sido mis compañeros de penurias se los han llevado hoy, a la llegada de una nueva caravana los han encadenado y metido en una carreta con empujones y patadas, desconozco de su destino quizás ya tengan el rescate por el cual permanecían vivos, tan solo he tenido un instante para poder despedirme de ellos, me doy cuenta del miedo en sus miradas, de lagrimas que asoman en sus ojos y en mudas palabras de ruego por una oración por sus almas, me siento desolado y sobre todo abrigo la duda del porqué no me llevan a mi también y acabar con este sufrimiento de angustia e incertidumbre, puede ser que nadie le de valor a mi vida o que simplemente permanezco en el absoluto olvido, siento que estoy roto por dentro, dudo en mis propias convicciones de fe, por mi mente pasa por un momento la idea de acabar con mi vida, no tengo el valor suficiente y ello provoca que me derrumbe moralmente por traicionar con mi mente uno de los preceptos divinos por lo que tanto he luchado.