viernes, 6 de abril de 2012

CAPITULO XXXIX, En el nombre de Dios.

 
               

                                                                              

                                                    CAPITULO XXXIX

                                                  En el nombre de Dios



                                              

                

             

           El paisaje en estas tierras es desolador, hasta donde alcanza mi mirada tan solo se ve una gran extensión de tierra yerma salpicada de piedras y pequeños matojos con algunos rastros de vegetación reseca, en el horizonte montañas y riscos quebradizos soportan el fuego abrasador de un sol implacable lejos de la costa, bajo un cielo azul y limpio veo sobrevolar en círculos unas grandes aves, buitres afirma uno de los presos que camina a mi lado arrastrando sus pies por el polvoriento camino haciendo más siniestra nuestra peculiar procesión, uno de los guardias que nos custodian sonríe lo que me hace sospechar que entiende el castellano y su mentalidad fantasea sobre esos grandes pájaros que esperan un almuerzo gratuito con nuestros huesos, doy gracias a Dios por sentirme vivo ya casi no me acordaba de la sensación de caminar por tierra firme a pesar de los dolores lacerantes que siento en muñecas y tobillos por las cadenas que arrastramos. Nos encontramos próximos a un valle entre montañas de arenisca y roca, difícil de distinguir desde la lejanía al encontrarse entre dos colosales paredes de piedra, después de caminar durante horas entre caminos marcados por quizás anteriores expediciones llegamos a un campamento bordeado con palmeras y exigua vegetación, una pequeña brisa parece resucitar un cementerio de barcos ondeando sus velas, tan solo son palos enterrados en el suelo cubiertos con gruesas telas y pieles tensadas con cuerdas, un campamento beduino compuesto por un nutrido grupo de tiendas que hacen de protección a las inclemencias del tiempo, el campamento está compuesto por tribus de diferentes etnias al paso oigo la lengua árabe pero también frases de las que no entiendo nada de su significado, individuos de piel clara se mezclan con otros de piel tan negra como las aceitunas maduras, en cualquiera de los casos somos enemigos y no nos atrevemos a levantar la cabeza para evitar los golpes con los que disfrutan vengándose.

          En el centro una gran charca de agua turbia donde beben un gran número de bestias de carga, camellos y caballos parecen haber encontrado una tregua bajo el calor asfixiante de este desierto, a poca distancia se oye una campanilla, cientos de cabras pastan las pocas raíces que asoman de una tierra tan estéril, parecen ahorrar energías casi sin moverse, prácticamente no se distinguen del paisaje, en el campamento todos parecen tener una ocupación, algunos se sientan en grupos en cuclillas mientras preparan en grandes calderos de agua hirviendo lo que me parece arroz con muchas especies, en una de las tiendas un gran tablón de madera se extiende como una mesa improvisada, puede ser un madero procedente de un barco ya que no he visto grandes árboles para conseguir esta materia de construcción, de unos grandes ganchos cuelgan lo que parecen terneros sacrificados, tiempo después he sabido que los sacrifican de forma ritual según las creencias musulmanas, no sin cierto asco veo que aquí no se desperdicia casi nada del animal, vísceras, cabezas y otras partes que no logro distinguir se exponen a la vista de todos aquellos que necesiten alimentarse de carne, grandes moscardones zumban en una nube de ida y vuelta, otros se ocupan de engrasar armas de fuego oxidadas y sucias, algunos se entretienen sencillamente en estar tumbados contando de sus hazañas de guerra con grandes aspavientos, al acercarnos oímos sus carcajadas y uno de ellos me señala diciendo, ése, ése es el fraile cristiano loco, no los culpo, es muy posible que tengan razón y que hayan sido testigos de mi comportamiento antes de ser capturado.

            Nos dan un respiro y nos pasan un odre de agua del que bebemos con ansiedad un agua de sabor salobre, un techo de lona es nuestra cárcel y refugio, agotados permanecemos quietos y expectantes por todo lo que nos rodea, uno de los guardias se sienta frente a nosotros y se nos queda mirando durante un buen rato, en la comisura de sus labios tan solo se percibe el movimiento de una ramita que surca el contorno de su boca de un lado a otro sin parar, al rato expulsa un escupitajo levantando polvo de un suelo reseco y árido exclamando con total desprecio un aviso con el que nos apunta con su dedo, sabed perros infieles que es mejor no penséis en fugaros, fuera de este campamento no aguantaríais ni un día de jornada, el agua es vital y si el calor no acaba con vosotros también les advierto de serpientes venenosas y escorpiones.

            Creo que todos estamos resignados a nuestra suerte, a partir de aquella conversación de advertencia nos han retirado las cadenas que han sido sustituidas por cuerdas quizás por ser tan solo una medida de confianza al vernos tan exhaustos. Hemos pasado una semana durmiendo sobre el suelo, tan solo viendo transcurrir el ir y venir de camellos y caballos con todo tipo de mercaderías, la comida parece mejorar con un plato caliente al mediodía compuesto por harina de trigo muy especiado, verduras muy cortadas y lo que parece carne de cordero, nuestros captores le llaman alcuzcuz por lo visto es el plato tradicional en estas lejanas tierras lo sirven en una gran bandeja sobre una alfombra hecha con hojas trenzadas de palmera, he observado en mi mucho tiempo libre sobre las costumbres de nuestros captores, no utilizan cubierto alguno, todos comen del mismo plato utilizando siempre la mano derecha incluso si la comida esta en exceso caliente un buen musulmán nunca sopla para enfriarla según el islam el lado derecho corresponde a todas las cosas puras, la suerte y la felicidad, por el contrario la izquierda se reserva para las cosas viles, en sus mezquitas entran con el pie derecho, se calzan sus sandalias o babuchas con la misma mano y duermen siempre en su lado derecho, no dejan de cumplir con sus oraciones diarias y el Corán es como la Biblia para todo buen cristiano. No puedo evitar sentir cierta admiración por estos bandidos, no por ello comparto sus métodos de asesinatos y pillaje pero en su vida cotidiana tienen costumbres asombrosamente respetuosas con sus semejantes invocando alabanzas a su Dios Allah-Taala cada vez que emprenden alguna acción pronuncian Bismi-l-lâh ("en el nombre de Dios"), una vez acabada ésta al-hamdu li-l-lâh ("la alabanza a Dios"), cuando prometen ante un semejante cualquier tipo de encargo o se disponen a emprender un viaje pronuncian inchâ allâh ("si Dios quiere") acompañado de una leve inclinación de la cabeza y sin soltar las manos de la persona con quien conversan, hasta la fecha no he visto ninguna mujer en el campamento, supongo y que Dios me perdone que satisfacen sus necesidades viriles en los muchos burdeles en la capital.

            Es difícil calcular el transcurrir de tantas jornadas, me siento recuperado en fuerzas por el descanso y la alimentación así mismo agradecía el trabajo con el que mi cuerpo ganaba en fuerza, a pesar de estar atado tenía la obligación de acarrear agua de la charca próxima al campamento ocasión en la que aprovecho a hurtadillas para lavarme brazos y piernas, las pulgas me han dejado marcas que me pican sin poder evitar rascarme durante la noche. Ya no soy una atracción para mis verdugos, muchos evitan el acercarse, tan solo siento sus miradas desconfiadas por un fraile incapaz de quejarse por nada, mudo y posiblemente trastornado por los demonios. 

            Cada día que pasa agradezco por continuar vivo, los marinos que hasta ahora habían sido mis compañeros de penurias se los han llevado hoy, a la llegada de una nueva caravana los han encadenado y metido en una carreta con empujones y patadas, desconozco de su destino quizás ya tengan el rescate por el cual permanecían vivos, tan solo he tenido un instante para poder despedirme de ellos, me doy cuenta del miedo en sus miradas, de lagrimas que asoman en sus ojos y en mudas palabras de ruego por una oración por sus almas, me siento desolado y sobre todo abrigo la duda del porqué no me llevan a mi también y acabar con este sufrimiento de angustia e incertidumbre, puede ser que nadie le de valor a mi vida o que simplemente permanezco en el absoluto olvido, siento que estoy roto por dentro, dudo en mis propias convicciones de fe, por mi mente pasa por un momento la idea de acabar con mi vida, no tengo el valor suficiente y ello provoca que me derrumbe moralmente por traicionar con mi mente uno de los preceptos divinos por lo que tanto he luchado.

           

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