sábado, 26 de noviembre de 2011

CAPITULO XXXII, Tu reino, no es de este mundo.

                                           CAPITULO XXXII
                                  Tu reino, no es de este mundo


Siéntese Pedro, tenemos que hablar, así comienza un nuevo e inesperado giro en mi vida que a partir de hoy dejara una profunda huella en mis creencias, una sorpresa para la cual no estoy preparado y más aun causante de torcer nuevamente los pasos itinerantes e inciertos hacia nuevos horizontes.
Veréis amigo, así comienza un relato en el que D. Francisco me ha hecho llamar para tener esta conversación en su casa, pensaba que se trataba de alguna urgencia médica al tratarse de un domingo, terminaba la misa en una pequeña ermita cercana y al salir me esperaba mi amigo Serafín, como siempre con muestras de evidente nerviosismo por el encargo de localizarme cuanto antes.
Nunca me han gustado las sorpresas, afortunadamente mi vida es lo que siempre he querido ser, una persona libre, eso sí, encauzada por distintos motivos hacia la búsqueda del misterio que para mi encerraba desde aquel fatídico día en mi infancia en que se torno como una pesada losa, nuevamente sentado en la biblioteca frente a D. Francisco que con semblante serio me mira analizando cada uno de mis gestos, dándome motivos para sospechar que la conversación es lo bastante grave para llamarme. Percibo los olores rancios de la humedad que desprenden los muchos libros que almacenan los estantes del recinto, ambiente cargado de solemnidad por la historia que nos contempla, abstraído en mis pensamientos me interroga con la siguiente pregunta, ¿ha sucedido algo en el hospital con alguna de las hermanas Clarisas?, me cuesta digerir la pregunta y un resorte en mi subconsciente me advierte del peligro inminente.
D. Francisco nota mi expresión de extrañeza con lo que se levanta pausadamente de su silla y toca suavemente mi hombro, lo sé Pedro, no hace falta que me contestéis, he recibido una carta del arzobispo en la que hace alusión a vuestro comportamiento con las hermanas en la que flota la duda de vuestro buen hacer entre mujeres beatas y dedicadas a Dios y sus misterios, sin saber cómo me he levantado violentamente y he golpeado con fuerza la mesa, han saltado tinteros, legajos, libros, y tan solo mis reflejos han evitado que callera al suelo un crucifijo que he cogido en el aire antes de caer al suelo, mi amigo, se queda sorprendido con la tez lívida por la acción a la que se recobra rápidamente sujetándome por los hombros.
Tranquilo Pedro, todo ha sido aclarado, he hablado con el arzobispo personalmente dando mi palabra ante las sagradas escrituras de vuestro recto proceder, quitando importancia a una sospecha tan descabellada como sucia de vuestra persona, vuelvo a sentarme profundamente abatido, tan solo se me ocurre una pregunta, ¿de dónde viene tal denuncia infame?, D. Francisco me mira y ya no me hace falta la respuesta, ¡¡la madre Begoña!!, ahora entiendo tanto sigilo en su acecho por mis acciones, como es posible tanta maldad, D. Francisco, sonríe, amigo, poco sabéis de los poderes de la iglesia y sus infames tramas para este tablero de ajedrez de la vida, sois lo bastante inocente e incauto para caer mal a quien tan solo persigue oscuros intereses en manejar a sus discípulas, esclavas de Cristo y títeres en manos de esa mujer tan siniestra, tenéis que saber que hace años supe de su destierro a esta isla desde la península, venía desde el norte con recomendaciones de personas muy poderosas en la Corte de Castilla, su deber según llegó a mis oídos era de instaurar el brazo fuerte de la cristiandad en esta isla y por lo tanto con el beneplácito por sus métodos del poder de la iglesia, es una mujer muy peligrosa, capaz de inventar bulos con tal de continuar como una cacique más en una población temerosa, mi consejo Pedro es que evitéis visitar de momento el hospital, me place vuestra compañía ya que últimamente no tenemos tiempo para nuestras charlas, vuelve a sentarse, esta vez con una jarra de ron miel y dos vasos.
Me mira fijamente y me pregunta, ¿Cuándo vais a calmar vuestro espíritu amigo?, si ya me encontraba entre furioso y cansado ahora presiento que un mal mayor está a punto de abatirme más, pero extrañamente me siento derrotado, carente de fuerza y con la cabeza inclinada esperando el golpe definitivo que acabe con mi tormento, para que esperar más, en tantos años no he sido capaz de compartir mi abatimiento, necesito confiar para que me ayuden y de no ser así, que mis días acaben de una vez y para siempre, estamos solos, confío en él, hay momentos en la vida en los que sin saber ciertamente como sabemos o intuimos donde se encuentra esa persona en la que podamos aliviar nuestros temores, quizás vea al padre que perdí siendo un niño y su cara evoque un hombro para apoyar mi cabeza y llorar profundos desconsuelos sintiéndome perdido, sin ser consciente noto mi mano aprisionar la cruz de madera en la que un día tan lejano dedique mi tiempo para que fuera la tumba de una joya misteriosa caída del cielo.
Con calma desato la soga que circunda mi cintura y la deposito en la mesa con la cruz en su extremo, lentamente la empujo hacia mi amigo que se queda mirando sin saber en mi gesto que debe hacer, a continuación, me siento desnudo, es la primera vez en la que me desprendo de mi secreto, veo como mi amigo manipula soga y crucifijo mirándome sin saber cuál es el próximo movimiento, sonrío, me siento aliviado, hago quizás una apuesta la más importante de mi vida, hace unos meses he cumplido venti ocho años, ya casi no recuerdo episodios vividos, nunca he celebrado mi cumpleaños, que mejor regalo sentirme vivo, todos los días son un regalo de Dios, el sol, la lluvia, el viento, recuerdos para sentirme apegado a luchar por hacer el bien tratando de hacer más llevadera las cargas de tantas personas participes en mis caminos.
Con suaves movimientos tomo en mis manos la cruz de madera, negra por el transcurso de los años, sudores y penas impregnan la madera y me cuesta esfuerzo poder sacar la tapa superior para sacar tan preciado tesoro de su interior, han sido muchos años encerrada y parece estar sellada, finalmente, lo consigo, cae de su interior una pequeña pieza oval, la recordaba mas grande, iluso de mi, la última vez que la vi tan solo era un niño, incluso su color ya no es el mismo, la recordaba de un azul tan puro como el manto de la Virgen pintado en muchos cuadros de tan insignes artistas, algo me inquieta, mi amigo no parece sorprenderse por mi descubrimiento, junta sus manos y me mira diciendo, así que se trataba de esto, ahora soy yo el sorprendido, casi no he abierto la boca en esta reunión y no puedo evitar preguntarle, ¿conocéis esta joya?, por supuesto Pedro, eras muy pequeño cuando a raíz de tu misteriosa enfermedad la vi fugazmente en tu mano, tu padre y yo hablamos de ello y prometimos no desvelar su existencia, eran tiempos muy peligrosos para dar una explicación sobre su origen.
D. Francisco se levanta de su silla para traer un fino lienzo de algodón, blanco como nunca lo había visto, según me comenta viene de lejanas tierras, una pieza del tamaño de un pañuelo que ha sacado de una caja de madera, con mimo derrama algunas gotas de ron en el lienzo, frota suavemente la joya para quitarle las impurezas con las que el tiempo, la humedad y restos de suciedad impiden apreciar su color original, la emoción se hace palpable en la biblioteca, después de confesar que ya había visto esta gema me siento mucho más tranquilo en su compañía, quizás el pueda aportar alguna luz sobre su origen y averiguar el significado de unas minúsculas letras talladas en su superficie, palabras que me han perseguido golpeando mi subconsciente, causa de pesadillas en mis noches, tormento en mi alma y casi la causante de tantos quebrantos por los que he padecido.
No puedo permanecer sentado, estoy a punto de volverme loco mientras examina con detenimiento mi preciado secreto, doy suaves golpes en la mesa para saber de su explicación al respecto. Con calma, vuelve a depositar la gema en el pañuelo y me mira estupefacto, Pedro, en mi vida había visto algo tan extraordinario, no me atrevo a decir que esta joya sea obra de un orfebre, incluso no entiendo el idioma de estas misteriosas letras y símbolos, necesito tiempo si queréis mi ayuda, nada me complacería más, conozco a alguien de mi absoluta confianza que seguro pueda aportar alguna pista sobre este objeto, puede que se trate no de una joya, quizás sea una llave para llegar a descubrir alguna civilización muy por encima de todo lo conocido, francamente creo que esta joya no es de este mundo, bien sabéis de cuando apareció en vuestra mano aquel día tan lejano en el tiempo estuvo a punto de matarte, lejos de tranquilizarme con su explicación noto mi corazón saltar en mi pecho haciéndome sudar con el miedo a recordar tantas pesadillas infernales.
Ha caído la noche sin darnos cuenta, hemos consultado libros procedentes de tan magna biblioteca, hemos buscado símbolos, letras, mapas, dibujos y todo lo relacionado con otras culturas, libros prohibidos por la cristiandad, tan solo si alguien nos descubre es suficiente motivo para causarnos la muerte y el tormento en manos de los verdugos de la iglesia, ya de madrugada nos hemos retirado a descansar, agotados mentalmente sintiéndonos cómplices por poseer algo que no tiene explicación. Por primera vez me duermo agotado por tantas emociones, mañana o en los días siguientes intentaremos averiguar este misterio.    
  
            
                                                        
                       
        

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