miércoles, 7 de septiembre de 2011

CAPITULO XXIX Vergüenza

                                        CAPITULO XXIX

                                               Vergüenza











No recuerdo el tiempo que permanecí arrodillado en la habitación donde me hospedaron, tan solo me dejaron las huellas en mis maltrechas rodillas con heridas cortando la piel, en un estado de semiinconsciencia no podía dar crédito a todo lo que ahora rondaba por mi cabeza, fueron unos días muy difíciles, apenas salía de la habitación y tan solo me alimentaba con lo mínimo que mi estomago aceptaba digerir, bebía y comía sin ser consciente de ello hasta que caí en un profundo sopor que me hizo caer en la total inconsciencia, mi cuerpo volvía a flotar en un torbellino oscuro donde los demonios me arrastraban sin fuerza física enredando en mi mente imágenes que solo de pensar me ponen los vellos de punta por el terror que me producían.

Desperté días después en un camastro debilitado según me dijeron victima de fiebres y calenturas enfermizas en las que gesticulaba en sueños con arrebatos de furia, según D. Francisco de mis labios solo podía entender algunas palabras ya que el lenguaje utilizado lo desconocía. Con el tiempo este capítulo fue olvidado, con prudencia le pregunté a mi anfitrión que pudo aclarar de lo sucedido y con una tranquilidad propia de su carácter me dijo que todo había sido producto de un viaje muy peligroso por mar, las carencias en mi exigua alimentación, el cansancio hasta la extenuación y las emociones sufridas al desvelar una historia trágica por la muerte de mi padre provocó la reacción natural en mi mente y en mi cuerpo.

A partir del día que me sentí con ánimo continuamos conversaciones en un terreno aledaño a la casa a la sombra de árboles frutales y jardines de intensos aromas, tan solo el zumbido de abejas y el sisear de lagartijas interrumpían nuestros pensamientos, recuerdo que tenía algunas dudas sobre lo que me había contado y no encajaba en mis propias conjeturas, una de ellas era que mi padre siempre se preocupó de mantenerme alejado de libros y enseñanzas que no tuvieran que ver con las labores propias de la casa, cuidar del ganado, cultivar la tierra y cuidar de mis hermanas.

D. Francisco me invita a sentarme y me dice, eran tiempos muy difíciles para todos, vivíamos con el temor de que nuestras acciones llegaran a oídos de la iglesia, trabajábamos en la clandestinidad, tan solo estaban libres de acusaciones infundadas aquellos que ignoraban cualquier indicio de sabiduría o los que simplemente se sometían a un destino de esclavitud mental y física, vuestro padre prefirió por vuestra seguridad no haceros participe de los secretos celosamente guardados por nuestra logia.

Tengo otra pregunta que necesito me aclare, recuerdo a un caballero de alto porte a lomos de un caballo negro a la cabeza de un pequeño ejército precedido de una procesión de plañideras vestidas con oscuros ropajes, yo era tan solo un muchacho y no se a ciencia cierta si fue un sueño producto de mi imaginación o realmente viví lo que os cuento. No, Pedro, vuestra memoria ha grabado en tu corazón el episodio donde se fracturó definitivamente la escisión de vuestra vida, el caballero en cuestión viajaba desde Toledo para buscar en vuestro pueblo al protagonista de un rumor que había llegado hasta la corte y a los poderes ocultos de la Santa Inquisición. España es un país ávido de misterios, milagros y señales por las que se comercia con la fe de la cristiandad, cualquier excusa para imponer los oscuros intereses de la corte y mantener con firme convicción que tan solo los fieles seguidores de la palabra de Dios podrían acceder tras su muerte la llegada al cielo de los justos. Hasta mis oídos llegó la historia que una tarde de verano con un cielo despejado de nubes un muchacho fue alcanzado por un rayo hasta dejarlo inconsciente, con esta frase evito la mirada de D. Francisco por retomar una inquietud que arrastro durante toda mi vida.

Necesito cambiar el rumbo de la conversación y aprovecho para retroceder hasta el momento que desfallezco a pie del caballero negro que es como siempre lo he llamado, decidme D. Francisco, si sospechaban de un muchacho protagonista de ese rumor como es que me trasladaron hasta una abadía de monjes jesuitas. Verá Pedro, los caminos del señor son inescrutables y misteriosos en sabiduría por sus enseñanzas, el caballero negro como lo llamáis no se percató esa noche de la posibilidad de que vos fuerais el protagonista del misterioso rayo, vuestro padre me informó de lo sucedido y aprovechamos la situación para poneros a salvo con monjes simpatizantes de nuestra logia, al tiempo tramamos el rumor de que vuestro padre había aceptado vuestra venta por unas monedas y preservar vuestra vida a costa del sacrificio de perderos para siempre pero con la garantía de encomendar vuestros pasos hasta volver a encontraros.

Tiempo después continúa con su relato, el caballero D. Federico Arguelles del Toro fue llamado nuevamente para partir a tierra santa a combatir a los moros, lo último que recuerdo por soldados que sobrevivieron a una guerra tan cruenta es que fue degollado a los pies de una muralla por un caudillo infiel tan salvaje como ánima de los infiernos, a partir de estas noticias todo se fue olvidando quedando tan solo fantasías y cuentos que se suelen contar a los niños para asustarlos por las noches y evitar caminen por los solitarios caminos de las comarcas.

La vida de vuestro padre se convirtió en su propio infierno, nunca se perdonó el no poder haber dado con vuestro paradero, perdimos vuestra pista y tratamos de cuidar nuestras vidas ya que la sospecha de la iglesia había puesto sus ojos en toda la región. Fue el preludio de su muerte, no voy a negar que se entregó a la bebida, disponía de un capital lo suficientemente grande para vivir sin problemas pero una gran parte de su riqueza la dedicó a la ayuda de los más necesitados, producto de sus acciones, por envidias y ambiciones cercanas una noche fue apresado por malhechores mercenarios para sonsacarle información y robarle, sabéis de su corpulencia y gran fuerza física, os parecéis mucho, hicieron falta más de ocho hombres para reducirlo y en el forcejeo un puñal encontró finalmente el corazón del hombre que más he admirado en mi vida.

A partir de esa fatídica fecha decidimos disolver la sociedad hasta encontrarnos en lugar seguro, muchos de nosotros éramos comerciantes, artesanos, carpinteros, escultores y de profesiones tan variadas como nuestras culturas, ahora estamos repartidos entre estas islas que son colonias españolas pero abiertas al mar con la finalidad de encontrar posibles vías de escape hacia otros mundos, procesamos la misma religión de la que hacéis gala pero sin el sometimiento del puño de los que han hecho de la religión un instrumento de poder contra el ser humano, somos proscritos ante la ley actual además compartimos nuestros conocimientos con otras religiones prohibidas, entre nuestros muros aprendemos de judíos, islamistas, luteranos y un sinfín de creencias en un marco de tolerancia y respeto, el Dios que veneramos adopta diferentes nombres según sea el país de origen pero la base de todo es la evolución de los hombres con leyes y estudios sobre todo lo creado. Empezaba a comprender los años de mi infancia entre los muros de la abadía donde estudie incansables horas tantos y tantos libros con los que pude viajar a otros mundos lejanos a través de la mirada de quienes escribieron para explicarlo, nuevamente recuerdo una frase que quedó gravada en mi mente, “reten lo que vivas, no olvides lo que veas y escribe lo que sientas”.

No siempre he podido transmitir en lenguaje escrito tanto conocimiento de lo que me rodeaba y a partir de las conversaciones mantenidas con D. Francisco me he dado cuenta de tantos errores que he cometido en mi agitada vida, que para aprender de todo lo visto me hacen falta varias vidas de estudio y reflexión, siempre había sentido la curiosidad del porqué los reyes, sabios, consejeros y hombres poderosos tenían una edad tan avanzada, la respuesta es la experiencia y la calma que concede la edad para saber en todo momento cual es la mejor decisión a tomar en base a sus propias vivencias y el aprendizaje que te concede el estudio de la propia vida. He tenido largas jornadas en las que no me acompaña mi libro para plasmar las conversaciones, no puedo resistir la tentación de simplemente escuchar para su posterior análisis, es curioso Dios en su grandeza me privó del uso de la palabra para agudizar mi sentido de la vista y el oído, en muchas ocasiones escucho conversaciones a distancia y los propios interlocutores llegan a pensar que, por no hablar también carezco del sentido del oído, curioso mundo a través de mis andanzas por tantos caminos del mundo.

Mi actual vida no dejaba de atraerme, continuaba con mi rutina de oración y estudio a la par de disfrutar de largos paseos escuchando lecciones que me llevarían años escribirlas en mis paginas, tenia periodos de tiempo en los que nuevamente caigo en un éxtasis en los que mi mano adquiere su propia vida en un loco garabatear de letras, frases y diálogos que más tarde tengo que repasar sin acordarme de haberlos tan siquiera pensado, estos episodios siempre han sido posteriores a las crisis de ansiedad y temor que he padecido, es como si mi mente encontrara una vía de escape para calmar mi agitado espíritu.

Volvía a sentir la inquietud de abandonar los muros que coartaban mi afán por ser útil a enfermos y necesitados y así se lo hice saber a D. Francisco y posteriormente a mi compañero Serafín al que había evitado sabiendo de su carácter introvertido y sentirse culpable de tantos momentos en los que con taimada astucia supo encaminarme hasta donde hoy era nuestro refugio.  

              

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