viernes, 27 de mayo de 2011

CAPITULO XVI. Vivencias

CAPITIULO XVI
Vivencias


Hermano Pedro, han sido unas jornadas muy intensas junto a su compañía, como ya le dije en su momento no tengo motivos para retenerle en este recinto. Ya sabe de la existencia de una puerta oculta para poder salir al exterior al abrigo de miradas indiscretas, corren malos tiempos y usted debe decidir con toda la libertad donde prefiere continuar con su propia vida. Yo tengo que ausentarme nuevamente al viajar con la comitiva, aquí quedarán guardias suficientes para cualquier eventualidad, el alguacil se hará cargo de que todo siga en orden como hasta ahora. Este proceso va a tardar en tomar una decisión para celebrar el juicio, y por lo que he oído la ejecución será segura.
Nos despedimos en un fraternal abrazo, le hice saber que seguiríamos en contacto y que le deseaba un buen viaje. Le acompañarían mis plegarias y mis oraciones.
Esa misma mañana abandoné la prisión desde su puerta trasera para incorporarme al flujo de gente y el bullicio de la calle. Ya el sol había descendido siendo la mejor hora para tal efecto y evitar ser descubierto. No tardé en verme dentro de un grupo de personas que alejándose de la cárcel caminaban portando antorchas dando voces a paso ligero eran hombres, mujeres y niños de todas las clases sociales que se mezclaban entre ellos: nobles, campesinos, plebeyos, seglares, mendigos, curas y monjes. Ya no podía pararme ni volver hacia atrás, sólo en una ocasión al girar en una calle pude ver que el grupo de gente crecía cada vez más al salir gente de los portales y zaguanes para incorporarse a la comitiva. Cubierto con mi capucha para pasar desapercibido no tenía opción de saber de su destino, en realidad no me preocupaba, no sabía después de todo lo sucedido hacia donde encaminar un nuevo rumbo, al igual que en otras ocasiones solo me preocupaba escapar sin saber el motivo, sintiéndome nuevamente solo y pensando cual sería la razón en mi actuar, ¿por cobarde? Creo que no, más bien la voz que me hablaba dentro de mi cabeza parecía decirme: “te quedan historias que escribir, continúa caminando para que puedas reflejarlas en tus libros y el mundo las conozca”.
Me encuentro dentro de la multitud arrastrado hasta las gradas de la catedral entre cirios de luz penitente, antorchas de chispeante claridad, velas sujetas por manos piadosas y candiles de aceite que parecen danzar en la oscuridad donde la gente espera impaciente. Es constante el acoso de vendedores de golosinas, mendigos, buhoneros, rameras y, como no, damas de estirados cuellos y blanca piel que se abanican frenéticamente sin perderse detalle de lo que allí sucede. Nos encontramos cercados por soldados y guardias que impasibles mantienen la vigilancia de todos los presentes ya que dentro de la catedral se celebra un juicio sumarísimo a reos detenidos por el Santo Oficio. Lo preside el inquisidor arzobispo de Sevilla D. Alfonso Manrique de Lara con toda la corte que compone el tribunal para estos menesteres. No voy a relatar todo el proceso y boato de esta celebración multitudinaria ya que apenas podía escuchar las sentencias por el clamor y la exaltación de tantas voces en las gradas. El cadalso estaba situado a espaldas del Sagrario Viejo y el tablado en la Puerta del Perdón, hasta allí se trasladaron al menos a una docena de condenados para azotarlos públicamente, antes de proceder al bárbaro castigo me encontraba a la espera de oír las sentencias condenatorias pero continuaba siendo imposible. Me sobresalté al retronar de una treintena de golpes de tambores acompañados de clarines y trompetas, lucían estandartes y pendones de las diferentes ordenes eclesiásticas y solemnes estamentos oficiales del ejército, todo en su conjunto me daba la impresión de la llegada al mundo de los arcángeles celestiales enviados por Dios Nuestro Señor y causar el miedo a los impuros de corazón con las espadas de fuego y justicia Divina, tal y como recordaba ver en los cuadros de la abadía en mi lejana infancia. Sentía erizar todos los pelos y en mi cuerpo debido a las vibraciones causadas por la proximidad a los tamborileros reales, vestidos con sus mejores ropajes y galas. El público aullaba de regocijo y exaltación pidiendo justicia, después todo se unía al silbar de los látigos y el chasquido cuando lamía las carnes de los reos...nuevos aplausos y gritos, unas imágenes difíciles de transcribir por su crudeza y tamaña crueldad. Abandono la plaza con lágrimas recordando a mi compañero de viaje Paulino y de lo que tuvo que sufrir siendo un verdugo por el pago de unas miserables monedas, que Dios le cuide en su infinita Gracia.
Me encamino nuevamente al único lugar donde me encuentro seguro y alejado de esta vorágine, el Colegio-Universidad Santa María de Jesús, dando la espalda a la muerte una vez más para buscar refugio entre los muros que nuevamente son mudos testigos de un nuevo trance que ocupa mi mente. La diferencia a otras ocasiones es que no hubo testigos, la puerta de la habitación donde me hospedaba permaneció cerrada mientras luchaba contra mi desesperación. Tormentos y pesadillas volvían nuevamente para dejarme exhausto, los músculos engarrotados no me obedecen, la mirada perdida en un camastro empapado de sudor y de esperanzas por mantener la mente lógica. Otra vez esa palabra a la que no encontraba traducción ni significado alguno, ¿sería un idioma que desconocía? Sujetaba con ambas manos mi cabeza, pensando que se me iba a estallar, agradezco, quien iba a decirlo, el estar imposibilitado de voz para no despertar a toda la congregación. Entre sueños me veo gritando con la cara desencajada por el terror, al despertar me veo con el cuerpo encogido en posición fetal con la falsa ilusión de retornar al vientre materno para sentirme protegido por sus caricias y la voz dulce con la que me cantaba cuando entraba en trance. Madre, ¿dónde estás?, cuanto te echo de menos y cuantas lagrimas por tu ausencia.
No tengo reparo en reconocer que me siento vacío, no me encuentro con ánimos para escribir, hay días, la mayor parte de ellos poco antes del amanecer, en los que me veo inundado por la inspiración de las historias y situaciones en las que me veo inmerso, pero, sin embargo a medida que va cayendo la noche me es imposible concentrarme. Es como si la voz que habita en mi cabeza me diera una tregua para poder ser yo mismo, en otras ocasiones me he visto a caballo o simplemente dentro de algún carromato en compañía de buenas gentes que me recogen en mi largo caminar y al no poder continuar con la escritura quedan grabadas las vivencias para después poder plasmarlas en un torbellino de ideas ciertamente difíciles de relatar por escrito. No dejo de reconocer lo fácil que resulta una conversación y lo difícil de expresar en lenguaje escrito y que cualquiera que lo leyere le encontrara un significado o una enseñanza. No digamos de expresar los sentimientos, tanto buenos como la mayor de las veces atroces. Qué difícil es entender todo lo que puede germinar de los corazones siendo su principio la misma semilla de bondad de Nuestro Creador.
Otro momento en el que mis sentimientos luchan al ver la realidad que me rodea y en que siento flaquear la fe en la doctrina que profeso, creo injusto el juicio de los hombres, leo y releo libros que ensalzan las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo para poder entender mejor sus preceptos divinos: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado”. Palabras que suenan vacías por todos los hechos narrados, por qué culpamos a los judíos de todos los males, por qué La Iglesia acumula tantas riquezas y ve como mueren los hombres sin pan, por qué nos aferramos a los bienes mundanos e imponemos nuestras creencias totalitarias a un mundo desconocido como las únicas y verdaderas. Son muchos por qué y son pocas las respuestas que puedo entender. No todo han sido malas experiencias pero si he tenido que dedicar con humildad mucho tiempo a las labores propias de donde me encuentro. Tiempo para cultivar la tierra en los huertos junto al Hermano Lucas, prácticas en la cocina con el Hermano Benito, más conocido como Hermano Cebolleta por su peculiar olor corporal, el Hermano Clemente encargado de la biblioteca e innumerables nombres de Hermanos y dedicaciones. Todo estaba organizado para que las jornadas de dedicación desde el amanecer funcionaran en perfecto orden. Dentro de estos muros de silencio el tiempo carece de valor.

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