jueves, 8 de marzo de 2012

CAPITULO XXXV Mar de las damas



                                                       CAPITULO XXXV

                                                        Mar de las damas







            La reunión con el capitán Andrea se prolongó hasta altas horas de la madrugada, confesaba del ansia por poder hablar libremente de tantas dudas y temores que atormentaban su vida, no todo lo he podido plasmar en estos escritos ya que una parte de su conversación pertenecía al secreto de confesión, poco pude ayudar en su afligido ánimo, de vez en cuando en los momentos que su mente luchaba por expulsar los demonios de su alma entre largos tragos de la botella intentaba garabatear en mi pizarra las preguntas oportunas que causaran el detonante para seguir el hilo de la conversación, recuerdo una sombra de mi infancia cuando mi madre en una ocasión hablaba con mi hermano reprimiéndole por haber mentido, confieso mi culpa al delatarlo sin ser consciente de las tramas de los mayores, mi madre, con la sabiduría que tan solo concede Dios en su infinita naturaleza descubría tarde o temprano las argucias propias de niños pilluelos a la vez que sabía que niños y borrachos siempre dicen la verdad sin ser conscientes de ello.

            Quizás quien lea estos escritos también se pregunte que motivo tenía el capitán para reunirse con un miserable fraile jesuita como yo, no me menosprecio por mi condición de seguidor de Cristo pero me sobrepasaba encontrarme entre tanto arte, cultura, historia y misterio, si, tenía la sospecha de que mi benefactor Andrea Mestre era la llave para sondear mis propias dudas existenciales, durante su exposición dejó una frase que me llenó de inquietud, sabed hermano Pedro que las cosas no suceden por casualidad, todo en esta vida tiene un orden natural para enlazar vínculos entre las diferentes culturas siendo extensivo a situaciones personales e incluso a lugares en la geografía donde coinciden extraños encuentros, sabía que en su situación de embriaguez no era consciente de sus palabras, ¿o quizás si? según lo que me decían los padres jesuitas yo no era tonto, nunca me dijeron si estaba capacitado para el estudio pero siempre me animaron a continuar con una vocación que yo mismo desconocía. Al hilo de mis propias meditaciones caí en lo que podía ser una simple casualidad, el apellido del capitán era Mestre, si interpreto mas allá de un apellido veneciano puede significar maestro o rabbi.

            Sentía una emoción interior por todo lo que esa noche había descubierto, me sentía animado por continuar aprendiendo, utilizando la intuición y el estudio por todo lo que acontecía en mi vida, una intuición propia de las bestias carentes de raciocinio que para poder sobrevivir ven el peligro antes de poner su vida en la balanza de la naturaleza, vivir o morir, no hay mas misterio que el reto de la propia vida, debo reconocer un pensamiento negativo que cruza por mi mente, a la mayor parte de la humanidad no le importan en absoluto los problemas ajenos, algo tan simple y devastador como para aferrarte a las enseñanzas de Cristo y luchar por el bien común sacrificando incluso nuestras propias vidas.

            Andrea Mestre roncaba ruidosamente despatarrado en su amplio sillón, debía por dar por finalizada la reunión y me disponía a retirarme al cuarto donde mi hermano Serafín también descansaba, apagaba las luces de los farolillos de la habitación y cuando estaba a punto de abandonar la estancia algo me llamó poderosamente la atención. Fue una extraña sensación, no era consciente lo que contemplaba en la penumbra de la estancia pero sabía que debía mirar con atención un mapa amarillento desplegado en la mesa, nervioso intente adaptar la vista para ver con más nitidez, ¡¡no era posible!! restregaba mis ojos para conseguir distinguir entre los contornos de costas, montañas, ríos y estrellas picudas de puntos geográficos unas letras o simplemente símbolos, garabatos que no descifraba pero si conocía, mis dedos acariciaban la superficie rugosa palpando la gruesa tinta que en relieve marcaba sus contornos,  entre líneas rectas que separaban grados y latitudes marítimas estaba lo que había visto en sueños desde mi niñez, no podía creerlo, mi respiración empezaba a acelerarse, el corazón lo sentía latir con la fuerza del galopar de un caballo, había encontrado una señal que había visto en sueños y pesadillas, un grabado en símbolos que recuerdo también tenía la joya que obraba en mi poder desde aquel día fatídico en mi infancia.

            No recuerdo nada más de aquella noche, a pesar de haber escuchado al capitán y ser consciente de lo sucedido ya que una parte lo escribí en su compañía el resto es tan solo una niebla que tapa mis sentidos, amanece y tengo un terrible dolor de cabeza, me siento mareado y confuso, no creo oportuno preguntarle a Andrea por ese misterioso mapa si en realidad existe, esperaré el momento oportuno para intentar averiguar sobre su origen, no creo oportuno desvelarle mi propio secreto quizás el sepa interpretar los extraños símbolos del objeto que poseo pero ya me lo advirtió D. Francisco de su peligro al caer en manos extrañas, la codicia humana no tiene límites, a lo largo de mi vida he sido testigo de la venta del alma al mismísimo Satanás por unas simples monedas, todo es confuso, quizás haya sido la bebida de aquella noche la que ahora nubla mis sentidos haciéndome creer en falsas quimeras, no tengo tiempo para mayores meditaciones, el mar se muestra caprichoso con rachas de viento intenso, las olas salpican mi rostro consiguiendo hacerme volver a la realidad, oigo el pitido de aviso de tormenta y los marineros sueltan todo tipo de maldiciones para recoger velas en un afanado correr por la cubierta, algunos, los menos veteranos han dispuesto de sogas gruesas con las que afanosamente se amarran por la cintura para evitar caer por la borda ante un mar embravecido, otros trepan con agilidad por el palo mayor ajustando trinquetes y arboladura, el viento arrecia y oigo decir que se aproxima una fuerte tempestad, el horizonte produce destellos de un blanco cegador iluminando por instantes el rostro desencajado de los marineros , negras nubes asoman por el horizonte como presagio de una desgracia divina, me siento desolado ante tal magnitud de la naturaleza, da la impresión de que seremos tragados por las fauces de un cielo poseído con poderosas mandíbulas, Dios nos asista, lo que en principio parecía una fina lluvia ahora se ha convertido en un autentico diluvio, oigo truenos ensordecedores como replicas de cañonazos acompañados del fulgor de los destellos de relámpagos blancos que extienden sus finas garras sobre la superficie del mar como espectros de garras blancas, un marinero cercano al que conocen como Giuseppe cuenta concentrado en voz baja la cadencia en los truenos, me cuenta a voz en grito que es una forma de calcular la distancia de la tormenta, no sé si el estremecimiento de mi cuerpo es por la duda de si escaparemos vivos o por el frio y el miedo que me invade, tenía entendido según cuentan los marinos que atravesamos el mar de las damas, así se describía por lo calmo de sus aguas ya que hasta una señora sería capaz de manejar el timón del barco, siento un tirón violento de la manga, es Serafín al que apenas distingo en su semblante, blanco como la cera tira de mi para obligarme a bajar hasta el camarote.

            No se a ciencia cierta cuanto a durado esta pesadilla, me siento apaleado y en estado de sopor nauseabundo apenas me mantengo en pie para poder atender a Serafín postrado en su camastro, veo que no responde a mi llamada y veo con preocupación un morado en su frente, mantiene sus constantes vitales pero no reacciona ante las sacudidas con las que intento recuperarlo, le administro de un pequeño frasco un brebaje al que reacciona con espasmos de tos, me alivia comprobar que sigue vivo.

            Hago acopio de la fuerza de voluntad para intentar dando traspiés y golpeándome contra las maderas para subir a cubierta, al final del tramo de escaleras consigo abrir la escotilla que da al exterior, la puerta esta atorada al hincharse por efecto de tanta agua, siento en mi rostro el aliento del aire frio, la brisa marina azota mi rostro, despunta el alba en el horizonte con calma chicha, apenas se oyen ruidos y el mar se encuentra en calma, apenas se nota el movimiento del barco, oigo conversar a los marinos mientras otean el infinito horizonte ayudándose de las manos en un rictus de preocupada concentración, les oigo comentar que el barco ha perdido el rumbo establecido a causa de la tormenta, otros se afanan en reparar los daños causados por la tormenta y haciendo inventario de víveres y enseres a bordo, afortunadamente no han sucedido desgracias personales, en un pergamino un marinero busca a todos los pasajeros para asegurarse de que ninguno haya desaparecido en el mar, mientras el capitán con sus más allegados mandos despliegan todo  tipo de artilugios y mapas, las ordenes son firmes y pasan de boca en boca como una cadena de acciones de precisa maquinaria, soy capaz de olvidar por unos instantes mis propias preocupaciones contemplando la disciplina a bordo, a pesar de la rutina en el barco presiento que las cosas no van bien, intento concentrarme en las caras y los gestos de quienes tienen en sus manos el mando del barco, es curioso todo lo que se puede deducir tan solo por sus facciones no exentas de contrariedad y por el continuo gesticular de sus brazos y manos surcando el aire con energía posicionando sus manos casi imperceptiblemente en movimientos desafiantes reafirmando con absoluta convicción sus argumentos, ya había oído del carácter fuerte y autoritario de estas gentes italianas, absorto en todo lo que mi mente es capaz de deducir no noto un brazo que rodea mis hombros y una sonrisa del marinero que conocen por el apodo de “risitas”, hombre corpulento y bonachón que siempre pone la nota de alegría en sus canciones de voz ronca y profunda, narrador incansable y siempre con una sonrisa que a mi entender puede ser la razón de que su mente no siempre está con nosotros, lo he observado en ocasiones cuando cree estar solo y le oigo gimotear absoluto silencio, algo me hace sospechar de su cordura mental o que quizás su mente sea la de un niño en el cuerpo de un hombre, lo que en otras ocasiones había visto con estupor que podría tratarse de un ligero retraso mental, me intrigan las enfermedades pero no dejo de inquietarme por todo lo que respecta a las acciones descontroladas, el mundo tiene un orden natural mas allá de lo que muchos estudiosos han llegado a sondear , quizás sea el propio temor personal de estar poseído por mis propios demonios y no saber si el camino elegido para mi vida sea la de mi absoluta dedicación a Dios en su infinita gracia de predicar su bondad en tantas desgracias que me han tocado vivir.   

             

                  

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