martes, 20 de marzo de 2012

CAPITULO XXXVII, La dama blanca.



              







          

                                                      CAPITULO XXXVII

                                                           La dama blanca









            Sentí por un instante la inquietud y el miedo lo reconozco, miraba tras de mí por intentar sondear la oscuridad por saber si alguien o algo me seguía pero sonreí por mis temores infundados, tan solo pasó un instante a volverme y continuar mi caminata cuando frente a mí se me apareció una señora vestida por completo de blanco con un ropaje de fino lienzo meciéndose con el aire, un alarido salió de mi garganta y dando un traspiés caí de culo en el suelo empapado de sudor, ¿de dónde había aparecido esta señora? Con las manos extendidas le hacía señales de que se alejara mientras mis pies tenían convulsiones nerviosas por intentar alejarme del duro suelo donde me encontraba.

            Era una mujer de mediana edad, no sabría calcular por el intenso nerviosismo que me había provocado, tan solo hizo un gesto acompañado de una sonrisa pidiéndome perdón por haberme asustado, me preguntó con voz muy dulce que hacía por aquellos caminos tan peligrosos, lobos y bandidos acechaban los caminos en busca de algún pobre viajero solitario, éste último comentario sembró aún más mi pánico, no era capaz de hablar sin dejar de mirarla, no temas jovencito, me dijo, vivo muy cerca de aquí, permíteme acompañarte hasta una taberna próxima donde podrá hospedarse en esta noche tan desapacible, me acompaña mi perro para avisarme de cualquier peligro.

            Me sentía ridículo por asustarme por nada, la señora y su perro me esperaban para continuar camino, me sacudía la tierra con nerviosismo de mi gastado hábito ganando tiempo en reponerme del susto y finalmente caminamos juntos al amparo de la noche, el perro era de gran tamaño, propio de duras tareas de guardar el ganado y proteger de los que intentaran atacar a sus dueños, se me vino a la cabeza sobre una raza de perro ancestral ya casi olvidado o extinto en sus orígenes, gruesas patas muy corpulento, con una cabeza grande y muy peludo, inquieto, nervioso e independiente en su caminar entre matorrales y hojarasca del camino, una raza propia de Galicia con un clima duro para bestias y personas.

            Caminábamos en silencio hasta que distinguí muy cerca una luz amarillenta en un recodo del camino la señora se queda quieta con la mirada perdida por un instante y al momento me dijo, le esperábamos desde hacía tiempo para bendecir nuestra pequeña iglesia, pregunta en la posada por Ramona y dile que me has visto, ella sabrá atenderte, sentía una extraña sensación de paz e inquietud, esa noche pregunté por Ramona y lo que me contó todavía me produce escalofríos con tan solo recordarlo, con cara de asombro escuchaba el relato del encuentro con la dama blanca, ya en la posada se habían reunido con nosotros varios aldeanos pendientes de nuestra conversación, la dama blanca era un espectro, una muerta errante de los caminos, fue ajusticiada por sus propios vecinos acusada de brujería, la conocían como la meiga marimanta, hace años desparecieron de la aldea dos niños y la acusaron de asesinato por ello, fue colgada de una soga a un árbol oculta en el bosque, a partir de entonces se les aparecía a los viajeros por los caminos vestida con el vestido blanco con el que le dieron sepultura lejos del cementerio, su maldición antes de morir fue que nunca mujer de aquella aldea pariera ninguna criatura incluso me relataban de ovejas y terneros con malformaciones demoníacas, animales con dos cabezas o cinco patas, aberraciones malditas producto del hechizo de la bruja.

            Ésa noche no pude dormir en paz a  pesar de mi cansancio, Ramona me preparó una infusión para calmar mi estado de nerviosismo, detrás de la puerta de mi habitación dejó una escoba colocada al revés para mantener alejado al meigallo, cualquier hechizo que pudiera haberme caído al cruzarse en mi camino tan misteriosa mujer atormentada.

            Los que allí se encontrábamos reunidos no eran capaces de dar opiniones al relato de Serafín, hombres acostumbrados a todo tipo de sufrimientos para conseguir el sustento sentían la cobardía por los extraños poderes que podían tener las mujeres, uno de ellos afirmaba convencido que Dios creó a la mujer para dar placer al hombre y procurarle del castigo en la tierra, en una de esas pausas Joao le pregunta a Serafín sobre mi silencio, si soy mudo de nacimiento y si entiendo cuando me hablan, mi compañero sonríe y le contesta, no, no es mudo de nacimiento, Pedro es mi compañero de viaje desde hace mucho tiempo, antes hablaba sin descanso por lo que de noche dormía con la boca abierta para poder respirar de tan agotadoras chácharas, hace ya mucho tiempo fui testigo de los alaridos de mi compañero al darse cuenta que un gato le había comido la lengua mientras dormía por lo que a partir de esa fatídica noche no volvió a pronunciar palabra alguna. Todavía no he parado de reírme al recordar la cara de asombro de los marineros al escuchar tan inverosímil anécdota, terminamos riéndonos hasta bien entrada la madrugada en una noche de diversión y sana camaradería.

            Ya en mi camarote recuerdo todo lo que esta noche he escuchado, mis oraciones por los miedos que me producen todo lo que nos cuentas estos marinos, no tan solo por lo que puedan ser leyendas para asustar a los niños, siempre hay algo de verdad cuando se cuentan mentiras con la finalidad de crear el asombro de quienes escuchamos, bien en sabido de timos y estafas por parte de gentes sin escrúpulos para engañar con argucias a tanta gente inocente en aquella España que siento tan lejana en la distancia y el tiempo, me viene a la memoria en una de mis muchas noches a pie de camastro de enfermos de gravedad la inquietud que me producía escuchar conversaciones animadas entre el moribundo y espectros que tan solo él podía ver al igual de niños que afirmaban tener amigos invisibles con los que jugaban y hablaban. No puedo dormir, quizás las voces que habitan en mi cabeza son el fruto de una locura de la cual desconozco tenga una posible sanación, dudo de mi cordura mental y el desasosiego que provoca en mi el no poder compartir tan siquiera con mi fiel amigo Serafín los males que me atormentan, confieso mis temores por el posible rechazo que pueda producirle al no poder explicarle libremente mis pesadillas, encontré la ocasión una mañana en la que después de cumplir con nuestras habituales rutinas a bordo nos dispusimos a compartir un frugal almuerzo en cubierta.

            Comencé mi relato a Serafín manifiestamente inquieto por el nerviosismo con el que le planteaba un secreto de confesión, la conversación de la noche anterior hablando de misterios me daba la oportunidad de pedir ayuda a quien siempre me había demostrado lealtad, presentía sin tener una razón de que se acercaba el final de un etapa en mi vida un sexto sentido me avisaba de un peligro se cernía sobre mi vida para dar un giro inesperado a la razón de mi existencia y ello quizás me obligaba a compartir una carga que era de justicia hablar con mi compañero de aventuras. Terminé mi relato con la paciencia de Serafín al preguntarme si había entendido realmente lo que le intentaba explicar, me agotaba pensar y dar interpretación a mis sueños, a las pesadillas en las que sentía estar a merced de voces extrañas con mensajes en mi cabeza, palabras o frases de difícil interpretación, me sentí aliviado al ver una sonrisa en mi amigo después de una larga pausa, él también intentaba darme a entender que ya conocía de mi extraño mal, me decía que luchaba en sueños dando manotazos al aire, atormentado en mi propio mundo de espíritus de tinieblas, ya estaba acostumbrado con el paso de tanto tiempo de convivencia, escuchad Pedro me decía, todos los seres humanos en este mundo tenemos una misión por cumplir, la vuestra quizás por tantas emociones sufridas o por lo tanto que habéis estudiado esté trastornada pero una cosa si es segura hermano, las cosas no suceden por casualidad, el orden por el cual se rige nuestra vida no es casual, todo pertenece a lo establecido por Nuestro Dios, esa última frase me hizo recordar la conversación con el capitán Andrea Mestre, necesitaba volver a visitar su camarote para encontrar respuestas en el mapa que tanta inquietud había creado en mi, confesé a Serafín de mis dudas al respecto por lo que nos encaminamos a buscar a un capitán preocupado por el retraso en nuestro viaje pero afable en darnos ocupación en ordenar su tesoro, una biblioteca donde encontré respuestas y más preguntas por resolver.

            Debo reconocer de la ayuda recibida por Andrea, a pesar de sus modales rudos, propios de un hombre de mar siempre había un brillo en su mirada cada vez que contemplaba los magníficos libros rebosantes en su biblioteca, hombre de mundo que gustaba compartir de anécdotas e historias sobre tantos descubrimientos del hombre, distraídos en su compañía se dio cuenta de que mi mirada buscaba ansiosamente el mapa de la mesa y tocándome en el brazo como si de un ciego se tratara me acompañó para verlo con más detalle, veo que estáis interesado también en la cartografía, me asombra vuestra ansia por conocer mundo. Ante vosotros el país de Catay, el país de la seda y las especias, el oro de las indias orientales, un mapa donde se describe parte del territorio conocido por un artífice en los viajes hasta esas tierras tan lejanas y misteriosas, le pregunto por señas por los signos marcados en rojo en algunos puntos del citado mapa a lo que me contesta que a pesar de estar versado en distintos idiomas conocidos no sabe interpretar la legendaria escritura china, consiste en trazos de un orden tan preciso obra de un fino pincel, confiesa nuestro anfitrión de su valor por tratarse de una pieza traída por mercaderes hace muchos años.
                Sin darle mayor importancia rebusca en montañas de libros y manuscritos hasta encontrar un grueso libro de tapas sencillas que me entrega ceremoniosamente, al sentirlo en mis manos crea expectativas en mi mirada con la que recreo mi propio tiempo para sondear en su sabiduría, acaricio sus tapas de fina piel con gravados en oro en letras de relieve, al tocarlo espero sentir algo que me aclare la mente , se llama Il Milione, Divisament du Monde, su autor un veneciano llamado Marco Polo un viajero incansable y  sagaz comerciante en un país del que hasta ahora nunca había oído hablar y del que no tenía referencias históricas, una gran pregunta me vino a la mente dejándome la mente en blanco, ¿ porqué la joya tenía inscripciones en letras chinas? ¿Qué señal intentaba guiarme? Tanto Andrea como Serafín también se dieron cuenta del gran pesar de haber causado en mí el descubrir una parte del acertijo por el cual mi vida desde la niñez me había conducido finalmente a una pista tan inquietante. Ese día lo dedique por entero a devorar entre sus páginas todo clase de referencias a situaciones geográficas, pueblos, aldeas, ríos y montañas, intentando memorizar nombres tan extraños en una lengua tan singular, admiraba a su autor tan solo por sentirme en un nexo de unión fruto de las circunstancias o quizás fuera de un plan más allá de lo comprensible por mi mente racional, recordaba nuevamente una frase repetida últimamente, no existen las casualidades, busco entre sus letras los signos que me hagan recordar coincidencias con los que figuran en la joya que poseo, los conozco de memoria, han sido muchos años observándolos sin tener idea de su significado, recuerdo siendo un niño cuando me agobiaba la idea de ver letras cuando me iniciaba en el estudio, no tenía paciencia y me desesperaba el aprender tan despacio.               

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