miércoles, 16 de marzo de 2011

CAPITULO VI Bahía de Cádiz

                                                    CAPITULO VI
                                                    Bahía de Cádiz
         

                                                                                                                                                                       Ya estoy próximo a los diecinueve años, que viejo me siento. Mis andares me llevan en estos días camino al sur, desconozco el motivo pero me sentía guiado por una fuerza que dominaba mi voluntad, tenía referencias por viajeros del camino de las gentes que allí se encontraban y de las diferentes razas y costumbres traídas por navegantes de mares tempestuosos y bestias mitológicas que los habitaban, a veces compartía viandas y conversación con personas que como yo también tenían el mismo destino, judíos conversos, reos de justicia, mercaderes y hombres de piel oscura, moros los llaman y tienen costumbres muy distintas a nosotros los cristianos, me tranquiliza saber que no se comen a los niños y curiosamente no prueban la carne de cerdo.
                            El ejercito es una constante en mi viaje, tropas variopintas e historias de conquista son las conversaciones populares para reuniones y festejos, mujeres de vida alegre, borracheras y la maldad más zafia en peleas donde las espadas y los puñales firman con sangre los instintos más básicos de la bajeza humana, en ocasiones he tenido que socorrer a heridos y coser miembros amputados en actos de una locura bestial, muerte y más muerte, una constante en mi vida. Fue en una de esas fiestas paganas donde reviví recuerdos pasados al reconocer a mi hermano Tomasito, cuanto había cambiado, ya no podría darme las collejas como cuando éramos niños ya que le sobrepasaba en altura y corpulencia, quien te ha visto y quién te ve, comandante del cuarto regimiento de su majestad, era de esperar por tu afición por la violencia, las armas y la vida pendenciera.
                            Entre jarras de vino y los manjares de una mesa con todo tipo de comida comenzó a relatarme los avatares de su vida después de separarnos, padre murió un año después de perderte, nunca se perdonó tu ausencia y ahogó en alcohol sus culpas en sus noches de juerga, una noche apareció tirado en la calle del pueblo con un puñal clavado a la espalda, dilapidó todo el dinero en vicios y llevó a la ruina nuestras vidas y lo poco que poseíamos de valor, nunca se encontró al verdadero culpable del asesinato y robo pero si ajusticiaron a un pobre infeliz para compensar a los que pedían que se cumpliera la ley, la Santa Inquisición hizo lo que debía y así todos felices, madre volvió a casarse con un rico mercader del pueblo y según supe marcharon a Portugal con nuestras hermanas que Dios cuide y guarde. Tu amigo de la infancia al que llamaban Lentejita ahora es el Sr. Baldomero, dueño de los mejores prostíbulos de toda la comarca, gordo y opulento pasa los días tirado en un camastro reuniendo lo que sus mujeres trabajan.
                            Baldomero, Baldomero, quien se lo podía imaginar valiente hijo puta, que listo ese amigo tuyo, Martín el tontito murió de unas fiebres provocadas por una enfermedad venérea y Luisón el Mocho está al servicio del cuidado de los caballos de un noble, el resto ni me acuerdo pues yo mismo me fui del pueblo y sin darme cuenta acabé haciendo el cafre con este ejercito de mierda, en fin no me ha ido mal, a veces como bien al día y siempre alguna moza calienta mi cama. El resto no lo detallo pues su contenido no tiene nada interesante en esta historia y su contenido puede herir sensibilidades, ese fue mi último encuentro con mi pasado familiar y a partir de entonces comencé nuevas expectativas a mi llegada a Cádiz. 
            Por fin estoy al lado del mar, ya me siento más sereno y creo cumplido el anhelo que quiebra mi ser y esas voces profundas que me han empujado hasta aquí, no entiendo la atracción que causa en mi esta necesidad pues mis orígenes están tierras adentro donde pocas personas se imaginan tamaña maravilla de la naturaleza de nuestro Dios creador, nunca había visto el mar tan cerca y solo tenía referencias por cuentos y leyendas de viajantes y vividores en los caminos, lo había visto desde altos paisajes pero no a pié como ahora lo disfruto.
Estamos en el Año de Nuestro Señor de 1520, bahía de Cádiz, puerto, cielo azul, ligera brisa que despeja mi mente y reconforta mi espíritu, que inmenso es el mar, de él me llega la suave brisa con olor a sal, graznidos de gaviotas anuncian la pesca que afanados marinos dejan en cajas de madera para su traslado a las cofradías cercanas, hay todo un trasiego incesante de gente en movimiento y…nuevamente me quedo en blanco…ese zumbido que no para…¡¡ el demonio ha vuelto a mi cabeza ¡! Dios me asista, es inútil, me dejo llevar carente de voluntad y entro en un túnel de brillantes chispas de fuego multicolor que me atrae como las joyas más brillantes, solo dura un instante pero veo con horror desde un cielo gris y turbio grandes murallas de formas lineales parecidas a los paneles de un enjambre de feroces avispas, gentes que caminan y corren en líneas tan negras como la noche, ruidos que perforan mis tímpanos atontándome en este loco mareo, bestias de corazas brillantes que graznan y chillan como los cochinos en sacrificio, el infierno y Satanás de director, sombras y voces, luces y tinieblas, espíritus del inframundo, pánico en su máximo grado, esa palabra que no entiendo y se vuelve a repetir, mi cuerpo o eso creo no tiene peso es aire y vuelo como las aves planeando sobre el paisaje estoy flotando en el cielo, después…silencio.
            Una calma en la que van pasando imágenes ya vividas de cuadros en la Abadía que me observan y se ríen con bocas sin dientes, cuerpos esqueléticos y paisajes creados por una mente enferma de retorcidas almas. Hormigas, recuerdos de la infancia cuando con una ramita me dedicaba a pincharlas e intentar romper los caminitos con sus cargas de migajas. Abro poco a poco los ojos, me escuecen y los noto hinchados, es de noche y estoy tirado en el suelo con una costra de sangre seca detrás de mi dolorida cabeza, me siento confundido y mareado, me acerco a la orilla del mar para refrescarme con su gélida caricia, no puede ser, quizás es una broma de mi confundida cabeza, veo que parte de mi cabello se ha vuelto blanco, lo toco y lo toco para imaginarme que así todo vuelva a ser como siempre, pero me temo que alguna sorpresa más me acecha en las sombras de mi subconsciente debo tener cuidado, la Iglesia tiene ojos escondidos en todas las esquinas y su brazo ejecutor ya lo conozco.
            Vuelvo a recordar a mi padre asesinado en las sucias calles de nuestro pueblo y las lagrimas inundan mis ojos, Dios, cual ha sido mi pecado en este mundo que no me merezco, cuantas desgracias y muertes son necesarias para pagar mis culpas, sollozo como un niño sin consuelo, a estas horas solo los impuros de corazón se atreven a pasear por el muelle de Cádiz, de rodillas imploro por algo de paz para mi agitado corazón, me siento solo, desconsolado y perdido, siento en mis pies un extraño cosquilleo continuado con un dolor agudo de pinchazo, ¡¡ Virgen Santa ¡! Ratas y mas ratas grandes como conejos, me han mordido en un pié y parte de mi sandalia de cuero sólo tienen apenas unas tiras que la sujetan a mi tobillo, me levanto de un salto sintiendo como si mi cerebro hirviera dentro de una caldera de aceite, grito con todas mis fuerzas pero solo consigo un escape de aire en mi dilatada garganta, no puedo hablar, toco mi cuello y sigue en su sitio, aflojo la presa de mis manos para volver aspirar aire, las cosas no pueden estar peor, ¡¡ Dios no me abandones ahora ¡!     
            Necesito buscar refugio para pasar la noche, hoy han vuelto mis temores más oscuros con una violencia que hasta ahora no conocía, corro y corro como jamás lo había hecho sin ser consciente de la dirección a la que voy, siento el calor en mi pié y la humedad de mi propia sangre, busco luz de candiles de aceite en la calles cercanas sólo quiero dejar atrás el terror interno que me persigue.
            ¡¡ Quiloso ¡! Aónde vas loco mío? Criaturita que tá pasáo? Tropiezo de bruces con dos enormes tetas con una mujer tras ellas y me quedo sentado de culo en el suelo mirándola, pero si eres un frailecillo, que gracioso y que mono er gachí, anda vía mía ven con la Lola que te va a jacé un trabajito y te dejo como nuevo.
            La Lola, otra misteriosa mujer ligera de vida alegre se encontraba en mi camino, gracias a su socorro pude recuperarme de mis heridas en la habitación que despachaba sus servicios, dulce mujer de grandes atributos pero con una lengua que no cesaba de hablar y yo sin poder articular palabra, con paciencia y por gestos llegaba a comunicarme con ella en lo más básico de la necesidad humana, pura alegría en cuatro paredes sin apenas comodidades. Genio y figura con la agudeza de fino humor que caracteriza a los andaluces, cuando me despedí agradecido por ayudarme recibí el bautizo gaditano de La Lola como “ el múo “ hacía tiempo que no sonreía de oreja a oreja lo que me causa un dolor en la cara por la falta de costumbre, tengo que aprender a relajarme, estos últimos acontecimientos me hacen meditar por los peligros que acechan no solo en las sombras en las que conviven tantas personas de diferentes razas.
            Yo soy mi propio peligro, este secreto que atormenta mi cabeza y aflige mi gastado corazón, son muchas emociones para poder digerir en tan poco tiempo, pienso que, a partir de ahora me esperan más retos y dificultades por no poder comunicarme con mis semejantes ello puede ser una gran ventaja pues bien es sabido que por la boca muere el pez y no podré desvelar ni en mis peores pesadillas ni con la tortura de los verdugos todo lo que llevo dentro para enjuiciarme por hereje o posesión demoniaca tan en boga con los tiempos que corren.
            Más adelante tendré que valerme del ingenio y dejarme llevar por los hilos que creo que manejan los pasos de mi vida para llegar a entender al prójimo como a mí mismo, pero no voy a adelantar acontecimientos futuros de la intensa vida que me ha tocado vivir, me siento privilegiado por los designios Divinos en esta España oscura de continúas revueltas sociales y de fines políticos para poder recaudar las riquezas mundanas. No es que tenga dudas sobre mi creencia en la fe en Cristo nuestro hacedor del bien en la tierra, soy fraile de la sagrada orden de los Jesuitas y me debo a mis votos de pobreza, castidad y obediencia, de acuerdo, fue impuesto en mi niñez por circunstancias que vinieron en una cadena de acontecimientos, pero, no conocía otras alternativas hasta que aprendí a leer y sobre todo entender que el mundo conocido es más complejo de lo que creen el resto de los mortales, muchos son los misterios que nos acompañan y lo peor de todo, el que no tiene miedo, no conoce el valor, he aprendido que, puede pasar una vida entera para poder conocerse uno mismo, llevamos dentro una parte de nuestro creador y a partir de esta razón entenderemos las debilidades del resto de nuestros semejantes. Vuelvo a remontar mi recuerdo a los muros y celdas que compartí con el hermano Jeremías que Dios protector y justo guarde en su gloria, una de las asignaturas que más me atraía eran las crónicas de tierras lejanas con nombres de difícil pronunciación, lenguas como el portugués, flamenco, árabe, turco, etc. Pero había una de la que solo tenían vagas referencias y basada en leyendas de marinos intrépidos y la llamaban Manchuria, un imperio donde millones de almas ocupaban terrenos con paisajes nunca conocidos y donde el oro, la seda y las especias más exóticas eran moneda de cambio habitual, decían que sus habitantes son de baja estatura, el color de su piel va de un blanco cetrino hasta los tonos amarillo pálido y que sus ojos son dos cortes de cuchillo en sus redondas caras incluso no tienen barba como nosotros a los que llaman barbaros extranjeros sucios y necios, curioso, algún día tendré que retomar estas historias que tanto me apasionan.

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