jueves, 17 de marzo de 2011

CAPITULO IX La sombra del cobarde

CAPITULO IX                
                                              La sombra del cobarde
                                       


            Oigo gritos y voces a una cierta distancia de donde me encuentro sumido en la contemplación y el rezo vespertino, acuden rápidamente varios soldados para ver qué sucede, es frecuente con el roce de gentes de todas las condiciones sociales y distintas creencias las riñas y las peleas pero nunca llegan a más desgracia que heridas en sus orgullos, esta vez sucede algo más grave, también corre hacia el mismo lugar un séquito de criados, lacayos y servidumbre de un noble que sólo sé que se llama Olegario Fernández de Córdoba un acaudalado señor que viene desde Palencia con negocios de trata de esclavos moros y otras artes de dudosa procedencia. Forman un corro a un carromato del campamento y cada vez es mayor el populacho y la expectación que se está creando, soy curioso por naturaleza eso puede ser bueno para aprender cada vez más y en otras ocasiones es mejor alejarse de todo lo que pueda traer desgracias e infortunios, y ése es el caso de hoy.
            A medida que me voy acercando se va acrecentando mi nerviosismo, nuevamente noto por dentro el aviso del peligro con ese sexto sentido que brota dentro como el silbido de las culebras antes de atacar, sin darme cuenta como suele suceder fruto de mi obsesiva manía de observar las reacciones humanas voy de los pasos normales a una aceleración sin saber el motivo ni ser consciente de ello acompasado por un aceleramiento de los latidos del corazón, no puede ser, estoy muy cerca del populacho y creo reconocer el carromato asediado por las gentes, todo un espectáculo de chillidos, voces y gritos de diferentes matices y tonos, distingo la furia de voces de mujeres histéricas, caras de rabia y odio por parte de todos los hombres presentes, brazos en alto con cerrados puños amenazan el cielo, juramentos de todo tipo, blasfemias paganas, gritos y más gritos, histeria colectiva, rostros desfigurados por la rabia contenida, un alboroto que va tomando el cariz de revuelta popular o linchamiento contra alguien pero no puedo ver de quien o quienes se trata, alguno de los presentes ya tienen en sus manos grandes piedras que en su loca carrera por ver las novedades ya van preparados , otros han traído sus hierros de labranza, hachas , hazadas, y todo tipo de improvisadas armas más propias del quehacer diario en las labores del campo que para blandir contra sus semejantes, Dios nos asista en su infinita benevolencia, hasta donde se puede llegar por buscar descargar las propias frustraciones personales en las desgracias ajenas? Cuántos cobardes se protegen a la sombra de desconocidos para ver quién es más bestia?.
 Los soldados no dejan de mirarse entre ellos esperando que a la orden de su fiero capitán desenvainen las espadas, crece la confusión y el nerviosismo de todos los presentes, un trueno y una larga lengua de humo azul se dibuja en el aire dejando olor a  pólvora flotando sobre los manifestantes, todos los presentes agachan por instinto sus cuerpos al unísono quedándose quietos y en silencio se miran las caras unos a otros esperando cual será el paso siguiente y quien es el valiente que continúa haciendo bravuconadas dentro de esta jauría de locos hechizados. Contemplo toda la escena atónito dentro de mi capucha, que por efecto de la lluvia cubre mi cabeza, me veo como un oso dentro de su guarida esperando que sucede a continuación.
            El Capitán de la Guardia toma el control del populacho con un trabuco que ha disparado al aire, se planta en el centro, ahora ya se siente más seguro y mira uno a uno a los presentes con la mirada desafiante dando vueltas en círculo, alza un vozarrón que nos sacude a todos con una cara inyectada en sangre luciendo una bocaza con dientes mellados y negros que salpican de saliva a los más cercanos a él, tan solo por su fealdad y la cara de furia que le transforma más de uno retrocede espantado ¡¡  me cago en la puta que los parió, al primero que se mueva lo reviento, a ver quien tiene cojones de respirar !! solo se oyen murmullos como un enjambre de moscas alrededor de una mierda fresca, el temor a las armas de fuego empieza a causar una pausa en todo este enredo hasta que entra en acción D. Narciso Fernández de Córdoba antes mencionado, acomoda sus vestiduras para dar una pausa a su propio nerviosismo dando palmaditas a su ropa quitando una suciedad que no existe, carraspea indeciso, estira el cuello alzando la cabeza dignamente dejando una puesta en escena propia a los teatrillos de la feria en
 los pueblos, que curiosos los gestos de las personas en determinados momentos de sus vidas cuando se abstraen en su propio ego y sin percatarse que son observados por ojos críticos demuestran claramente quienes son realmente, cual es su cuna y su trayectoria personal con los demás, se dirige al centro de la  improvisada plaza de toros donde bufa el feo Capitán de la Guardia, comienza el espectáculo.
            Como un pavo real con las plumas desplegadas, manos en jarra y sintiéndose el autentico protagonista del interés popular comienza su relato.
 Con la venia de usía y con el permiso de todos los presentes, acudo hoy ante la representación de la ley con una grave acusación contra unos delincuentes aquí presentes a las que se ha pillado in fraganti contra mi propiedad, a saber, una de ellas por el robo de una bolsa de monedas que portaba en mi cinturón y la otra por encontrarla en una situación delicada descrito como, crimen y pecado contra natura   atentando contra la decencia humana en la peor aberración inimaginable propia de animales irracionales y de los discípulos de Satanás y su infierno en llamas, tengo que añadir que me acompañan los testigos también aquí presentes para dar fiel testimonio de mis afirmaciones.
            Inconscientemente me llevo los dedos a la frente, al pecho, a la izquierda y a la derecha,  Padre Nuestro que estás en los cielos… esto cada vez se pone peor si cabe.
            El Capitán de la Guardia y los soldados presentes han aprovechado para pertrecharse de más armas y situarse estratégicamente en torno al carromato protegiendo con un muro de corazas lo que en ella se esconde. Ya es mediodía y el cansancio hace mella en los presentes eso y la orden tajante del ejercito con su Capitán a la cabeza de que se retiren cada uno a sus ocupaciones, se disuelvan y vuelvan por donde vinieron, lo que allí se tenga que dilucidar sólo le corresponde a la representación del ejercito quien mantiene la ley,
            El resto del día pasa lentamente a la espera de recibir noticias de lo sucedido, me siento intranquilo y vuelvo a retomar mis oraciones con más decisión que fervor no puedo concentrarme en mis plegarias no encuentro el nexo de unión de mi espíritu con las oraciones que me unen a Dios. Ya es bien entrada la noche, muchos son los que se han retirado a sus carromatos a descansar o por el contrario preparan alfombras y mantas para dormir a cielo raso al lado de las frecuentes hogueras que salpican la campiña, otros en cambio mantienen largas discusiones especulando en lo que hoy han visto, lo que posiblemente haya pasado o lo que sus retorcidas mentes y sucias lenguas tratan de recrear para asombro de los que no pudieron correr tan deprisa para estar en primera fila disfrutando de tamaña novedad, hombres, mujeres y niños con ojos y bocas muy abiertos permanecen atónitos y perplejos temiendo perderse algún detalle escabroso de los múltiples relatos e invenciones que esta noche se cuentan, es curioso que, a lo largo y ancho de esta España siempre hay personas que disfrutan con chácharas insulsas carentes de sentido por sus fantasías solo por el puro placer de sentirse importantes, por un momento de gloria reconocida en sus miserables vidas, no, no es una reflexión de rencor ni envidia por el prójimo creo que la misión que Dios me ha concedido es la de contar la verdad de lo que veo y siento, no me motiva ningún reconocimiento de bienes terrenales ni me inspiran los elogios de los mortales como yo que me rodean. A lo largo de mi camino he tenido ocasión de compartir vivencias de verdaderos ilustres de la escritura y el relato fieles a su propia conciencia pero con otros fines distintos a los míos, un ejemplo fue hace un tiempo al conocer y convivir con un extranjero nativo de las Islas de Gran Bretaña un viajero que recorría los caminos de nuestro Santo Apóstol Santiago desde Francia pasando por Galicia sus historias narraban las magnificas construcciones eclesiásticas del siglo XII el estilo gótico y el románico y de aquellas almas atormentadas que por su voluntad de sacrificio hicieron posible la grandeza del arte que podemos contemplar, creo recordar que su nombre era Kent Follett pero no quiero desviarme de mi propia historia con recuerdos que me distraen en mis cavilaciones.
   Un momento, hay un soldado de pie frente a mí, levanto la cara y la dejo al descubierto retirando mi capucha para mirarlo y él me comenta en voz baja, verá hermano Pedro vengo a buscarlo por orden de mi Capitán, ruego que me acompañe en silencio para no alterar el descanso de estas gentes, ya bastante hemos tenido por hoy. Así lo hago y sigo sus pasos navegando en mi mente el porqué de mi presencia con el Capitán de la Guardia.
            Ha cambiado el escenario, tranquilidad, silencio, caras largas, cabezas agachadas mirando al suelo como esperando alguna extraña bendición, el Capitán no me mira directamente a la cara cuando empieza a comentarme que por mi condición de servidor de los poderes de la Santa Madre Iglesia tengo que partir con una comitiva hacia Sevilla, el asunto que se ha tratado con el Sr. Narciso es de máxima gravedad y hasta cierto punto necesitan aclarar algunos puntos oscuros de lo relatado en este agitado día, hay algo más hermano, se toca la oreja, tuerce el ceño, arruga la cara y me dice, usted sabe de curar y esas cosas verdad?... no presiento nada bueno pero dejo que siga hablando verá entre en ese carromato y vea que se puede hacer. Entro y no puedo evitar el espanto que me produce la escena, Bernardina o la que yo me imagino esta tirada en el suelo de madera en un charco de sangre reseca con la cara desfigurada por golpes, un ojo casi fuera de las órbitas y numerosos moratones en los brazos, Agapito es una madeja de trapo en posición fetal en un rincón, aún no sé su estado pero no pinta nada bien, ahora entiendo que los soldados se han empleado a fondo con esta pareja, esta situación me confunde, actúo rápidamente, lo más prioritario es socorrerles como buen cristiano, las preguntas y las dudas serán en otro momento.
            Han sido varios días en los que ambos se han debatido entre la vida y la muerte he tenido que emplearme a fondo durante muchas horas de vigilia aplicando agua caliente, infusiones, ungüentos y emplastes para bajar las fiebres que les atormentaban, hubo una noche en la que la mejoría de ambos era notable y escuché en una nube por el cansancio y el sueño la siguiente frase entre ellos, no descubras la verdad, se fuerte, es nuestro secreto. Secreto? Hasta hoy no pensaba que aparte de mí nadie guardara algún oscuro secreto en su vida, que gran equivocación, si había algo extraño, hablaban en un dialecto antiguo como el que usan los gitanos errantes en tierras lejos de las fronteras de España. Con gestos y mucha paciencia me comunicaba con el Capitán para que me aclarara el motivo de tal barbarie, él, astuto como un perro sarnoso de la calle sólo me adelantó que, había encargado grilletes y cadenas para sujetar a Bernardina, se había batido como una fiera ante las acusaciones del Sr. Narciso, presa de una locura animal no había forma de sujetarla, hicieron falta cuatro soldados para poder reducirla, uno de ellos aun tenía el brazo hinchado y a falta de un trozo de carne producto de la mordida de la acusada.

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